¿Usted qué haría?
Tengo un enorme respeto por quienes llevan tanto tiempo luchando y peleando por la libertad en el País Vasco. Y ese respeto lo mantengo por mis compañeros del PSE y por todos aquellos que sin ser del PSE luchan exactamente por lo mismo que luchan ellos. A los militantes y simpatizantes de otros partidos políticos que luchan por lo mismo que ellos, les tengo exactamente el mismo respeto que les tengo a los socialistas.
Me consta que hay militantes y simpatizantes socialistas que, en relación con el proceso de terminación con el terrorismo etarra, piensan de forma distinta a como se piensa desde la oficialidad. Esos militantes y simpatizantes son ahora tan necesarios como siempre y son de los que no puede prescindir el Partido Socialista Obrero Español, porque ahora, precisamente ahora, en los momentos en los que vivimos, su presencia entre los socialistas es más imprescindible que nunca, es más importante que nunca, porque con sus opiniones y con sus artículos, nos ayudan a que los demás podamos formarnos nuestra propia opinión en un asunto en el que hay cientos de dudas, por lo menos por mi parte, y sólo unas cuantas certezas. En mi caso, en lo concerniente al camino a seguir para acabar con ETA, estoy lleno de dudas y sólo tengo unas cuantas certezas. Y esas certezas las tengo gracias, entre otras personas, a los que honradamente defienden posiciones encontradas tendentes a buscar el mismo fin.
Primera certeza que tengo: la lucha contra ETA ha sido fundamentalmente para que los terroristas no consiguieran sus objetivos políticos. Y simultáneamente para que no nos maten. Pero me interesa destacar mucho eso, la lucha que hemos tenido contra ETA ha sido para que no consigan sus objetivos políticos, y no sólo para que no nos maten.
Segunda certeza: tengo la absoluta seguridad de que quienes pretenden aprovechar este momento para terminar con ETA, lo hacen desde la buena fe y desde la buena voluntad. Tengo la absoluta convicción de que el presidente del Gobierno de España actúa movido por la ética de la responsabilidad y por su convicción de que es necesario dar los pasos que está dando para el final de ETA.
Tercera certeza: la oportunidad que en estos momentos se presenta, nunca ha faltado a lo largo de los casi 40 años de existencia de ETA. Es decir, ETA siempre ha estado dispuesta a sentarse y a abandonar las armas. El problema insuperable para la democracia era que ese final tenía un precio político inabordable; es decir, concederles los objetivos, todos los objetivos, o casi todos los objetivos políticos que perseguían.
Cuarta certeza: si ETA no renuncia a todos, o a gran parte de sus objetivos políticos, la paz es imposible. Y, si acaso se consiguiera la paz sin que ETA renuncie a todos o a casi todos sus objetivos políticos, no habremos acabado con ETA, habremos acabado con la democracia y habremos acabado con la libertad en España.
Quinta certeza: no conozco a un solo militante socialista que estuviera dispuesto a aceptar que ETA entregue las armas a cambio de que se hicieran realidad sus objetivos políticos. No conozco a ninguno que estuviera dispuesto a aceptar eso. Luego, si alguien, en nombre del PSOE, apoyara o negociara con ETA una paz que le permitiera conseguir sus objetivos políticos, ese alguien, sea quien sea, sería desautorizado, inmediatamente, dentro del Partido Socialista Obrero Español, porque nadie está autorizado para hacer eso en nombre del partido en el que yo milito.
Sexta certeza, las víctimas siempre deben ser respetadas. Cuando la víctima es directa, siempre tiene razón, ¡siempre, siempre! Cuando la víctima es indirecta, sus opiniones son respetables, pero no siempre tienen que coincidir con el pensamiento de la víctima directa. No es lo mismo la opinión del hermano de Fernando Buesa que la opinión de la viuda de Fernando Buesa, respecto a la voluntad del asesinado.
Séptima certeza: quienes apoyamos siempre al Gobierno en su lucha contra ETA y en sus contactos con la organización, quienes le apoyamos siempre, y ha habido varios contactos con la organización terrorista, no tenemos ninguna necesidad de explicar por qué ahora sí apoyamos al Gobierno, porque lo hicimos ayer y antes de ayer. Exactamente por la misma razón que apoyamos al Gobierno anterior. Son los que apoyaron antes y no apoyan ahora, los que tienen la necesidad de explicarse.
En fin, los que desde mi pro
pia militancia se manifiestan en contra del actual proceso, lo que pretenden, en mi percepción, es que no olvidemos algunas cosas. Primera: los etarras son culpables; las víctimas, inocentes. Segunda cosa que pretenden hacernos recordar, o por lo menos a mí me lo hacen: si hubiéramos hecho caso a los nacionalistas y hubiéramos hecho concesiones para domesticar a la fiera, hoy ETA sería más fuerte, y la democracia, más débil. Pero, puesto que se impuso la tesis contraria, hoy ETA es más débil y la democracia es más fuerte.
Tercera cosa que adivino: la debilidad de ETA, y no su conversión a la democracia, es la que le ha conducido al alto el fuego permanente. Si ahora que son débiles consiguieran algo de lo que no pudieron conseguir cuando eran fuertes, estaremos ante una traición a las víctimas y al Estado de derecho y democrático. Son débiles por nuestra fortaleza, y la mejor imagen que confirma su debilidad son las imágenes de los dos últimos juicios contra la banda, donde han querido demostrarnos que son, sin disimulo, unos canallas. En la jaula donde se les juzgaba han querido demostrarnos que son unos canallas, querían que los españoles recordáramos que están dispuestos a matar, querían que supiéramos que están dispuestos a matar, y que, si no matan, es porque no quieren. Y que algo tendremos que pagar para que esos canallas dejen de parecer canallas. Ése es el mensaje que yo recibía por la televisión. Esos asesinos nos querían demostrar que son unos asesinos, para que no creamos que están derrotados.
Termino esta breve reflexión con dos preguntas a los que han tenido la amabilidad de leerme hasta aquí.
Primera pregunta: ¿qué margen tiene un gobierno ante la declaración de alto el fuego de una banda terrorista? No acepto su alto el fuego y voy a por vosotros hasta que reventéis. Ésa puede ser una posición. ETA declara alto el fuego, y el Gobierno mira para otro lado y dice: no lo acepto y voy a por vosotros. Una segunda posición consiste en compaginar dos intereses: el interés de los familiares, de los amigos, de los demócratas, del último asesinado por la banda, y el interés del próximo que pudiera ser asesinado si no se acaba ya con la banda terrorista. Ése es el margen que tiene un Gobierno. El interés del último asesinado lo representa la frase de Enrique Múgica cuando asesinaron al Poto, a Fernando: "Ni olvido, ni perdono". Y el interés de los amigos y familiares del próximo asesinado será: haga usted lo que sea para intentar que no lo maten. Cuál es, por ejemplo, el deseo de la joven viuda extremeña de Pablo Sánchez César, policía que mataron con 24 años en Urnieta, funeral al que asistí, el año 83, donde no había casi nadie, casi nadie en la iglesia y fuera de ella. ¿Cuál sería su interés si hoy le preguntáramos? Seguramente que su interés sería, y nos diría: no hablen con esos asesinos y que se pudran en la cárcel. Y ese interés es absolutamente legítimo y plausible. Pero ¿cuál hubiera sido el deseo de la familia de Miguel Ángel Blanco durante las tremendas y terribles 48 horas que duró el secuestro de su hijo, cuando ETA decía: o acercan los presos al País Vasco o matamos a Miguel Ángel Blanco? ¿Cuál sería el interés de esa familia antes de que mataran a su hijo? Seguramente que el interés de esa familia sería: acerquen los presos al País Vasco y que devuelvan a mi hijo con vida. Y ese interés doble, entre el que mataron y el que pueden matar, es el único margen, estrecho, que tiene un gobierno en democracia. La hermana de Miguel Ángel Blanco decía en el juicio, ése que he señalado antes, a los asesinos de su hermano: "Si me lo hubieran dejado, no sé lo que hubiera hecho". Yo aprovecho este artículo y esa frase para rendir homenaje a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que durante largos años pudieron tirar de pistola ilegalmente, y no lo hicieron.
Segunda pregunta: ¿qué haría usted si fuera presidente del Gobierno? ¿Cuál es la razón por la que un presidente del Gobierno puede enviar a dos secretarios de Estado y a un asesor a Suiza a sentarse con la banda, un año y medio después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, y no pueda hacerlo nueve años después? ¿Qué hubiera hecho un gobierno distinto al actual si, en su mandato, ETA hubiera declarado un alto el fuego permanente? La respuesta ya la sabemos, porque en mayo de 1999, tras la tregua indefinida y sin condiciones del 16 de septiembre de 1998, se celebró un encuentro en Suiza entre la banda ETA y el Gobierno del Sr. Aznar. ¿Qué hubiera dicho el Gobierno si entonces los socialistas hubieran hecho un vídeo zoofílico en el que aparecieran juntos compartiendo abrazos la serpiente y la gaviota?
Me da mucha pena escribir lo que voy a escribir a continuación, pero creo que tengo razones para hacerlo. El Sr. Aznar no está legitimado para decir y hacer lo que está haciendo en estos momentos. Y no lo está porque le recuerdo que cuando gobernaba nos instruía a los que íbamos a visitarle, por la razón de nuestro cargo público, sobre la confianza que teníamos que tener en él en el asunto de la tregua. Por varias veces nos aleccionó sobre la importancia que tenía para él el hecho de que los socialistas que teníamos una idea de España más coincidente con la que él tenía pudiéramos defender sus postulados antiterroristas. "Mira, presidente, me dijo en alguna ocasión, es muy importante que tú, y socialistas como tú, defendáis mis posiciones en estos difíciles momentos donde lo fácil para la oposición es hacer demagogia con las víctimas". Y así lo hicimos, Sr. Aznar. Le ruego que en estos momentos tan decisivos para España haga usted el favor de comportarse como algunos nos comportamos con usted. Si no lo hace, no le quepa la menor duda de que sabré que me engañó de la forma más vil y con la pelea más dramática. Para mí carecerá de importancia su engaño porque mil veces que ocurriera, mil veces que me dejaría engañar en ese asunto. Pero ¿y usted?
Juan C. Rodríguez Ibarra es presidente de la Junta de Extremadura.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.