Horrores contemporáneos
Como afirman los papeles promocionales de esta deslumbrante ópera prima que es Zulo, nada resulta más terrorífico que no saber por qué se nos hace responsable de algo. Este sentimiento, de raíz kafkiana, no tiene, en este caso, un responsable en forma de omnímodo, todopoderoso Estado, sino alguien mucho más concreto, aunque igualmente impersonal: dos raptores que, sin explicación alguna, someten a un ciudadano cualquiera a una prisión en el zulo del título.
Estamos ante una peripecia particularmente terrible, que transcurre íntegramente en un agujero. Más terrible aún es que, de entrada, no se nos revele nada no ya sobre los porqués de ese encarcelamiento, sino que nada sepamos sobre ninguno de los tres personajes que se mueven por la ficción. Eso los hace particularmente herméticos, mucho más siniestros que si esgrimieran un hacha o si pusieran en marcha una sierra mecánica: aquí estamos ante un horror mucho más vívido, más directo y angustioso que el que se experimenta ante una inocua peripecia de terror al uso.
ZULO
Dirección: Carlos Martín Ferrera. Intérpretes: Jaime García Arija, Isak Ferriz y Enric López. Género: drama criminal. España, 2005. Duración: 82 minutos.
Pero lo que hace grande este filme difícil, duro y espléndidamente escrito y bien interpretado no es otra cosa que su capacidad para pasar por encima de la anécdota y recordarnos en qué condiciones siniestras han vivido algunos de nuestros contemporáneos en fechas no muy lejanas. Ese hecho convierte Zulo no sólo en una película honesta, sino en un recordatorio cívico imposible de soslayar; en una película que ahonda en el horror sin mencionar nombres, pero poniendo en imágenes esas cosas innombrables que alguna vez todos hemos imaginado. Y temido.
Babelia
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