"El plan es que en 2035 se introduzca energía de fusión en la red eléctrica"
El español Carlos Alejaldre, 54 años, forma parte desde hace unos días, del equipo de dirección máximo del proyecto científico tecnológico de mayor envergadura emprendido hasta ahora en el mundo: el Iter (reactor termonuclear experimental internacional, en sus siglas en inglés). El objetivo es construir un reactor experimental (en Cadarache, Francia) en el que se demuestre que es posible producir energía mediante las mismas reacciones de fusión de las estrellas. Los seis socios (la Unión Europea, Japón, EE UU, Rusia, India y Corea del Sur) se han propuesto tener el reactor listo en diez años. El director general del Iter, el director del proyecto, y los seis directores generales adjuntos, incluido Alejaldre, son los máximos responsables de hacerlo realidad.
"Todos los países socios de la UE participarán en el Iter a través de la agencia europea para el proyecto, con sede en Barcelona"
"Tenemos que garantizar que tanto la física como la tecnología del Iter cumplen todas las garantías de seguridad y no suponen riesgo"
Alejaldre, físico, construyó y dirigió el reactor de fusión TJ-II del Ciemat (en Madrid) y fue el máximo responsable de la propuesta española de albergar el Iter en Vandellós, cuya calidad e interés fueron reconocidos internacionalmente. Para los equipos que colaboraron con él en ambas empresas, no ahorra elogios y agradecimientos. Ahora, en su despacho actual de director general de Política Tecnológica, (Ministerio de Educación y Ciencia), que abandonará dentro de poco para trasladarse a Cadarache (Francia), sede del ITER, Alejaldre analiza los retos que tiene por delante con el proyecto internacional.
Pregunta: ¿Qué tiene que lograr el Iter?
Respuesta: Demostrar que somos capaces de integrar en un único dispositivo todas las tecnologías necesarias para producir mucha más energía de la necesaria para llegar a obtener fusión, es decir, introducir 50 megavatios de potencia térmica en el reactor para obtener 500 megavatios. Esta es la gran apuesta, es algo que no se ha hecho nunca. Se trata de fusión de formas del hidrógeno, imitando aquí en el planeta la reacción que se produce en el Sol y en las demás estrellas.
P. Hay científicos que cuestionan su viabilidad, que dicen que será una obra faraónica con resultados inciertos.
R. En los últimos cinco años se ha avanzado mucho, ahora se conoce muchísimo más la física de fusión que antes. EE UU, por ejemplo, se fue del Iter un tiempo, entre otros motivos porque varios grupos científicos cuestionaban que el reactor que se estaba diseñando entonces fuera capaz de obtener el rendimiento pretendido. Pero la comunidad científica internacional ha hecho un gran esfuerzo y, tanto desde el punto de vista teórico como experimental, ha conseguido demostrar que esos temores eran infundados. Creo que ahora hay prácticamente unanimidad en que se obtendrán los resultados.
P. ¿Cuándo tendrán los ciudadanos energía producida por fusión en los enchufes de casa?
R. Los que trabajamos en fusión hemos tenido que aguantar el chiste de que el tiempo que falta para conseguir la fusión es una de las constantes mejor conservadas de la física moderna: siempre son 30 años. Esto es lo que tiene que demostrar el Iter, que ahora faltan 30 años. El plan es que en 2035 se pueda inyectar energía de fusión en la red eléctrica producida con reactores comerciales. Quiero resaltar que el acuerdo del Iter supone poner en marcha las investigaciones en un enfoque más amplio que el propio reactor de Cadarache, para avanzar en paralelo en los requisitos que tendrán las plantas de producción eléctrica, sobre todo en ciencia de materiales.
P. ¿Cuál es su cometido como director general adjunto?
R. Mi área concreta de responsabilidad es seguridad y licenciamiento. Tenemos que garantizar que tanto la física como la tecnología de Iter cumplen todas las garantías de seguridad. Como en cualquier instalación industrial, hay que garantizar que Iter no supone un riesgo para la población.
P. ¿Cuál es el riesgo nuclear? ¿Estamos hablando de riesgo de otro Chernobil?
R. No, en absoluto, es imposible. Dentro del reactor de fusión habrá una cantidad mínima de tritio (unas décimas de gramo), que es un elemento radiactivo de vida muy corta, pero tenemos que garantizar que no se va a producir una fuga. La fusión lo único que produce es un neutrón y helio, que es lo que ponemos en los globos de los niños. Esa es toda la peligrosidad intrínseca. De forma indirecta, ese neutrón puede activar las paredes del reactor, pero no es un grave problema del Iter porque se trata de un reactor experimental que funciona 15 minutos o una hora, luego se para, se analizan los datos y se hace otro experimento después.
P. ¿Por qué se eligió Cadarache como sede del reactor?
R. Creo que pesó mucho el hecho de que Cadarache sea un centro de primera línea en investigación de fusión, y que la comunidad de física nuclear francesa tenga mucho peso. Eso fue determinante tanto en la discusión dentro de la UE, entre la propuesta francesa de Cadarache y la española de Vandellós, como al final con la opción de Japón. La propuesta de Vandellós era excelente y como tal fue reconodia por la comunidad científica europea y mundial.
P. Da la sensación de que hay mucha política en el proyecto, de que muchas decisiones no se toman con base científica o tecnológica, sino, sobre todo, teniendo en cuenta las negociaciones entre los países socios.
R.Iter se va a hacer de un modo diferente a todos los grandes proyectos de ciencia y tecnología hasta ahora. En realidad, Iter tendrá una capacidad de decisión relativamente reducida porque los componentes del reactor, los 4.500 millones de euros de coste de construcción, serán aportados en especies por los socios y quienes realmente lo harán serán las agencias de fusión de cada uno. Es cierto que el condicionamiento político del proyecto lo marca, pero muchas voces ya plantean que en el futuro los grandes proyectos científicos se harán con este esquema de gestión.
P. La agencia de la UE estará en Barcelona. ¿Qué responsabilidades tendrá?
R. Todos los socios de la UE participan a través de la agencia de Barcelona, que se dedicará a profundizar en las tecnologías, en la ingeniería, y también a coordinar la fabricación de componentes del reactor.
P. ¿Qué puede ofrecer la industria española?
R. El Ciemat ha hecho un análisis de los últimos cinco años de contratos industriales en Europa relacionados con fusión, y el país que más contratos se ha llevado ha sido España, por delante de Alemania. La industria española se ha tomado muy en serio la fusión. Creo que ha sido importante su implicación tanto en el TJ-II como en la elaboración de la propuesta de Vandellós. Hemos organizado una plataforma tecnológica de fusión que aglutina todos los elementos: la industria, los centros de investigación, el Ciemat y las universidades. Y el hecho de que la agencia de la UE esté en Barcelona también es importante, porque la proximidad tiene un plus.
P. ¿Y la ciencia española?
R. La comunidad científica está muy centrada aún en el Ciemat pero creo que ahora tiene la oportunidad de expandirse a otras áreas, a materiales por ejemplo. El hecho de que ahora tengamos un plan nacional de investigación específico de fusión va a ser muy importante.
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