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Depeche Mode moviliza a su hinchada

Depeche Mode llega a Benicàssim en plena forma, después de más de 20 años de éxitos, turbulencias y el incondicional apoyo de sus seguidores. Pocos grupos tienen una respuesta tan fiel. Conviene no olvidar que para hacerse con el cetro de grandes vencedores de esta edición del FIB, Depeche Mode cuenta con un buen último disco (Playing the angel), con un directo rodado que ha triunfado esta misma temporada en España, acallando incluso a los reticentes de la banda, y con un Dave Gahan pletórico que destila una sexualidad arrolladora capaz de complacer tanto a ellos como a ellas.

Otro inglés, Morrissey, era la gran asignatura pendiente de Benicàssim, que con el alma en un puño vio cómo hace dos años el cantante británico cancelaba tan a última hora su participación en el festival que las letras de su nombre ya estaban montadas en el escenario. En esta edición el festival ha vuelto a pagar la cantidad pedida por el ex cantante de Smiths, una cifra que no ha trascendido pero que a buen seguro quita el hipo y todo hace pensar que el FIB se sacará la espina.

Al fin y al cabo, Morrissey es para el FIB lo que Kraftwerk representó para el Sonar. Dada la querencia por el pop elegante, seductor e inglés que siempre ha mostrado el festival castellonense, la presencia de Morrissey se antoja como uno de los momentos culminantes de una edición muy especial. En contra tiene el artista un último disco, Ringleader of the tormentors, que sólo convence a quienes ya están convencidos de antemano, pero ya se sabe que un directo con clase puede reflotar muchas canciones irregulares.

Entre Depeche Mode y Morrissey estará el ganador de este partido virtual cuyo árbitro serán las masas. Por si acaso, y en el capítulo de la letra pequeña, no cabe despistarse y seguir actuaciones como las de Matthew Herbert, uno de los más versátiles creadores del ámbito común entre lo analógico y lo digital; Rufus Wainwright, un artista de lirismo clásico transportado a nuestros días; Dominique A, uno de los más firmes valores del pop francés capaz de catárticos directos; Coldcut, alquimistas digitales que casan música electrónica e imagen; Matt Elliott, músico sombrío que en su último disco recrea la oscuridad melancólica de una borrachera rusa; Green Velvet con su house carnal, o 12Twelve, una de las mejores bandas nacionales de rock. Al fin y al cabo, la historia no sólo se escribe con mayúsculas.

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