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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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El retraso tecnológico o que inventen ellos

Joaquín Estefanía

EL MAYOR DEBE de la política económica del PP durante sus ocho años de gobierno fue el enorme retraso tecnológico en el que dejó a España en todo lo referido a la sociedad de información. Obsesionado por el déficit cero, Aznar no aprovechó la coyuntura de bajos tipos de interés y dejó a nuestro país muy alejado de cualquier cumplimiento de la Agenda de Lisboa del año 2000 (convertir a Europa en la zona más competitiva del planeta en el año 2010, basándose en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación). Mientras dábamos lecciones de comportamiento macroeconómico, España no llegaba al 1% del PIB de inversión en I+D+i, mientras que la media de la UE estaba en el 1,93%, y países con déficit públicos muy superiores al nuestro, como Alemania, EE UU o Japón -no precisamente las sociedades menos desarrolladas-, hacían un esfuerzo en esta rúbrica del 2,5%, 2,76% y 3,12% respectivamente. El PP presentaba una y otra vez el mismo plan tecnológico, que quedó como un mero instrumento de propaganda.

Los sectores en los que se invierte más en I+D son los de farmacia, automóviles, biotecnología, electrónica o empresas eléctricas. La UE ha aprobado un fondo de 2.000 millones para este sector de punta

Una de las promesas fuertes del programa con el que Zapatero ganó las elecciones en 2004 (tanto, por ejemplo, como la salida de las tropas españolas de Irak, aunque menos popular) fue sacar a España de esta extrema debilidad tecnológica. Para ello, hace un año se presentó el programa Ingenio 2010, una apuesta para el desarrollo tecnológico basado en la extensión de las TIC a toda la sociedad. Integrado como parte del Programa Nacional de Reformas aprobado por la UE, buscaba la convergencia con Europa en el 2% del PIB de la inversión de I+D (del cual, el 55% debía corresponder a la iniciativa privada).

La semana pasada, ZP hacía un primer balance de Ingenio 2010: el incremento de inversión en I+D+i en los Presupuestos del Estado fue del 25% en 2005, del 32% en el año en curso y será de un 30% en 2007; pero además se han realizado reformas normativas para eliminar las trabas burocráticas en ese sector o se ha creado un sistema integral de seguimiento de las políticas de I+D. Dentro de ese plan se ha extendido el acceso a la banda ancha a 900 municipios con casi dos millones de habitantes (ahora se compromete a que todos los municipios con más de 250 habitantes tengan banda ancha en 2007), se ha instalado el documento nacional de identidad electrónico o la Sanidad en línea para que todas las comunidades autónomas puedan ofrecer sistemas compatibles de tarjeta sanitaria, petición de citas a través de Internet o las recetas y el historial clínico electrónico.

Este esfuerzo es todavía muy difícil de apreciar, partiendo de lo bajo que partíamos. Sólo con buena voluntad se puede estimar aún cambio en el modelo de crecimiento económico, hasta ahora muy poco intensivo en tecnologías que aumenten la productividad. El mismo día en que ZP presentaba ese balance tecnológico, el presidente de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, Reinaldo Rodríguez, advertía en el Senado del escaso crecimiento de la banda ancha en España y de sus superiores precios respecto a los principales países de nuestro entorno.

En este contexto ha aparecido una publicación muy interesante (I+D+i: selección de experiencias con -relativo- éxito. Fundación Alternativas) de José Antonio Bueno Oliveros, en la que se dibujan algunos de los casos de I+D más notables del planeta: los de la sociedad alemana Fraunhofer, Silicon Valley y la Universidad de Stanford, o los modelos de los países nórdicos (Suecia, Finlandia, Dinamarca), los más avanzados del mundo. Las principales empresas punteras que lideran las inversiones en I+D+i son las de automoción, farmacia y biotecnología, hardware y electrónica o eléctricas (otro ángulo desde el que ver las OPA sobre Endesa); son empresas de gran dimensión o con organizaciones especializadas en I+D, y todas ellas colaboran con entes externos de investigación, sean éstos universidades, centros tecnológicos o incluso competidores.

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