Un encuentro bajo la sombra de la guerra
La crisis en Oriente Próximo va a monopolizar una reunión que se iba a centrar en la energía
La cumbre del G-8, los siete países más industrializados del mundo (Estados Unidos, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) más Rusia, empieza hoy bajo la presidencia de Vladímir Putín en uno de los momentos más críticos de la política exterior de la Administración de George W. Bush, expresados, entre otros, por la ofensiva de Israel sobre Líbano, la nueva oleada alcista de los precios del crudo hasta superar ayer los 78 dólares por barril, y el reciente atentado terrorista en Bombay, en India.
Dos años después de que el presidente Bush lanzara, durante el G-8 de Sea Island (Georgia), la iniciativa del Gran Oriente Próximo, la crisis en curso va a monopolizar una cumbre que los rusos habían centrado en el tema de la energía.
Putin puede lograr relanzar un imperio que hace ocho años parecía en decadencia
El suministro de energía es un motivo de preocupación para los países consumidores
La realidad desborda el trabajo preparatorio de la cumbre anual de los ocho países más poderosos del mundo. Fue Vladímir Putin quien dijo ayer, poco después de hacerse con su mujer la fotografía junto a George W. Bush y su esposa, que la crisis de Oriente Próximo "encabezará la agenda" del G-8. Aunque es habitual que los temas calientes siempre terminen por copar estas reuniones, no es menos cierto que la subida del precio del petróleo hasta rozar ayer los 80 dólares por barril en los mercados europeo y norteamericano, encaja con el gran tema que interesaba a Rusia: la seguridad del abastecimiento energético.
John Kirton, director de Investigación del G-8, un grupo independiente establecido en 1987 por la Universidad de Toronto para supervisar los compromisos asumidos en estas reuniones, subraya que Putin escogió cuidadosamente la energía como tema estrella.
"La energía estará presente en el intercambio de ideas entre los líderes y los principales comunicados, por los fuertes lazos de la energía con el crecimiento económico global, la inflación, los desequilibrios, el comercio, el desarrollo y la deuda, el terrorismo, la proliferación de armas de destrucción masiva y la seguridad regional en Irán, Irak y la propuesta del Gran Oriente Próximo. Como la energía está en el corazón de los problemas internacionales, San Petersburgo promete un avance", señala Kirton.
La estrategia en torno a la energía surgió nada más conocer Rusia, en la cumbre del G-8 de 2002, en Kananaskis (Canadá), que ejercería en 2006, por primera vez, la presidencia. Putin vio después de los atentados del 11-S, según explica Kirton, que Rusia podía utilizar su capacidad de producción excedentaria para ayudar a Estados Unidos, habida cuenta de que Bush ya había solicitado al G-8 colaboración en la tarea de asegurar el suministro energético.
Con ocasión de la cumbre del G-8 en Kananaskis, el precio del barril del petróleo cotizaba por debajo de los 30 dólares. A primeros de marzo de 2003, antes de la invasión de Irak, ya se situaba en los 38 dólares por barril, cotización que se mantuvo, erráticamente, hasta la reunión del G-8 en Evian, Francia.
Desde entonces, la carrera alcista, sostenida por la fuerte demanda mundial y la incertidumbre geopolítica en Oriente Próximo, no ha parado. En la reunión del 8 de junio de 2004, en la cual Bush lanzó en Sea Island (EE UU) la iniciativa del Gran Oriente Próximo -el presunto proyecto para democratizar la región-, el barril de petróleo cotizaba a 42,33 dólares.
La cumbre del G-8 en San Petersburgo, como ya ocurriera en la de Gleneagles (Escocia), en julio de 2005, cuando tuvo lugar la masacre del metro de Londres, también está marcada por el terrorismo. Las autoridades rusas han presentado la cabeza de uno de los máximos terroristas chechenos como el prólogo de esta cumbre, pero, además, uno de los cuatro países invitados a esta reunión -India- acaba de sufrir el atentado en siete estaciones del tren de cercanías de Bombay, la capital financiera india, que se ha cobrado la vida de 200 personas.
La presidencia rusa ya ha conseguido asegurarse antes de las declaraciones con las que suelen concluir estas reuniones un cierto éxito en su calidad de organizador neófito del G-8. La energía es un motivo de preocupación de países, consumidores y mercados. Y el grado de mayor o menor precisión de los acuerdos en este terreno tendrá, por tanto, influencia. A horcajadas de la energía, pues, Vladímir Putin puede lograr, en el decorado ideal de San Petersburgo, relanzar un imperio que hace tan sólo ocho años, con la crisis de 1998, parecía en decadencia irreversible.
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