Una bomba israelí de 250 kilos mata a nueve miembros de una familia en Gaza
El Ejército afirma que en el edificio atacado se celebraba una reunión de Hamás
No había muerto tanta gente en Gaza en una sola jornada desde septiembre de 2004. Al menos 23 personas fallecieron ayer bajo las bombas y la artillería israelíes. Pero la tragedia se cebó en una familia palestina. El matrimonio Salmiye y siete de sus hijos -el menor de siete años, el mayor de 19- perecieron de madrugada en su casa de la ciudad de Gaza. Una bomba de 250 kilos lanzada por un avión F-16 convirtió en escombros el edificio de tres pisos donde vivían. El Ejército israelí argumenta, sin importar si en el bloque dormían muchas más personas, que en el inmueble se celebraba una reunión de dirigentes militares de Hamás.
Algunos de los casi 40 heridos fueron rescatados del mar de cascotes. Entre los lesionados en el ataque aéreo, según confirmaron fuentes médicas palestinas, destaca Mohamed Deif, uno de los máximos líderes de la rama militar de Hamás al que Israel ha intentado asesinar varias veces. Sin embargo, un portavoz del grupo islamista negó que Deif hubiera sido herido.
Nabil al Salmiye, el cabeza de la familia muerta, pertenecía a Hamás y era profesor de la Universidad Islámica, regida por el movimiento fundamentalista que gobierna la Autoridad Nacional Palestina. Al ver el edificio de los Salmiye, a muchos palestinos les vino a la cabeza el asesinato, en 2002, del dirigente de Hamás Salah Shahade también en la capital de la franja. Un avión israelí lanzó entonces una bomba de una tonelada sobre el piso en el que se había refugiado. Mató a Shahade y a 14 civiles inocentes. Los Salmiye son la quinta familia de Gaza que ha perdido a varios de sus miembros, niños y adultos, en el último mes. Varios de ellos antes de que las milicias palestinas capturaran al soldado Gilad Shalit.
"El hecho de que la reunión entre Deif y los otros dirigentes se celebrara en una edificio residencial es una indicación de que intentan utilizar a los habitantes como escudos humanos", afirmó un portavoz militar israelí. La conclusión lógica, avalada por infinidad de precedentes, es que las Fuerzas Armadas judías no dudan en bombardear cualquier lugar, caiga quien caiga, si con ello existe la posibilidad de matar a los jefes de Hamás. "Nuestro objetivo principal son las infraestructuras terroristas", aseguró un comandante. La realidad desmiente al mando. Las carreteras, puentes, centrales y transformadores eléctricos y las conducciones de agua arrasadas en las últimas dos semanas no son infraestructuras de las milicias. El millón y medio de palestinos residentes en la franja subsiste sin apenas luz, el agua escasea por la imposibilidad de extraerla de los pozos y las dificultades para cualquier actividad cotidiana son a menudo insuperables.
Tampoco vacilaron los soldados en adentrarse en el centro de la franja al sur de la ciudad de Deir el Balah y al norte de Jan Yunis. Se hicieron fuertes en el antiguo asentamiento judío de Kfar Darom, y desde ese punto, junto a la carretera Saladino, que atraviesa toda Gaza de sur a norte, cortaron la circulación y seccionaron la franja en dos mitades. Desde Kfar Daron y desde el aire, la artillería y la aviación dispararon contra todo sospechoso que se acercaba. Al menos 14 personas, muchas de ellas milicianos y policías, perdieron la vida.
Con la división de Gaza se vuelve 10 meses atrás, cuando sólo 8.500 colonos judíos ocupaban un tercio del territorio y en un control militar en las inmediaciones de Deir el Balah, los soldados cerraban el paso a los coches. A veces durante horas, a veces durante días, no podían volver a sus casas. Y sucede de nuevo que los habitantes no pueden abandonar la franja debido al cierre del cruce de Rafah. Varios miles de personas -al menos cuatro han muerto en la espera- aguardan en el lado egipcio la apertura. Otros miles desean salir para regresar a los países en los que trabajan.
Según declaró un portavoz militar, "las operaciones serán intermitentes hasta que Hamás reciba el mensaje". A su juicio, es la manera de que entiendan que deben poner en libertad al cabo Shalit y detener el lanzamiento de los rudimentarios cohetes Kassam, algo que parece muy poco probable. Sin ir más lejos, ayer cayeron al menos dos de estos misiles en el sur de Israel. Cierto es que causan pánico a los vecinos de las ciudades sureñas de Israel. Poco comparado con el terror que provocan los incesantes bombardeos de ciudades y pueblos y las atronadoras bombas de sonido.
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