El precio del Mundial
Qué? -pero él ni siquiera levanta la cabeza para mirarla-. ¿Nos vamos a dar una vuelta?
-No.
-¡Pero, hombre, por Dios! ¿No pensarás tirarte todo el verano aquí encerrado?
Quien calla, otorga, y él ha otorgado. Desde que volvió de Alemania, no sale de casa. No lo hará hasta que se acaben sus vacaciones y tenga que volver a trabajar, dentro de unos días.
Este año, él no va a moverse de Madrid, porque el Mundial se lo ha chupado todo, los ahorros, el sueldo, la paga extra. Su novia sí. Ella se va quince días a Marruecos, con sus amigas. En los seis años que llevan viviendo juntos, ésta es la primera vez que se separan en verano, y todo por el dichoso Mundial, pero hasta ahora, eso no había llegado a representar un conflicto para ellos. Él fue sincero, convincente. Es la ilusión de mi vida, le había dicho, una oportunidad que no voy a volver a tener, esto sólo pasa cada cuatro años, ya lo sabes, y que todos los amigos podamos ir juntos, que todos hayamos podido arreglarlo, que hayamos encontrado billetes, entradas, hoteles Eso no se va a volver a repetir. Ella le escuchó en silencio, con atención, y después fue generosa, comprensiva. Vale, dijo, vale, vete al Mundial y pásatelo bien, no me importa Entonces, él la abrazó muy fuerte, la levantó en el aire, la besó muchas veces. Y ella se rió como una niña pequeña, y se alegró de su alegría.
Lo de después Eso no tendría que haber pasado. La culpa la tuvo España, los cuatro goles que les metimos a Ucrania y los litros, y litros, y litros de cerveza que cayeron antes y después, y en la grada. Ellos habían ido al campo con mucho entusiasmo y un equipo clásico, camiseta, gorra, bufanda y bandera, lo típico. Parecía suficiente, y sin embargo tuvieron la impresión de estar haciendo el ridículo, naturalmente por defecto, en medio de una multitud que al principio les pareció una chirigota de los carnavales de Cádiz y luego no. Luego ya no, porque daba la impresión de que los otros se divertían más, y les gritaba la gente por la calle, y triunfaban en las cervecerías, y entonces Entonces, Paco, que es tan mañoso, se hizo un tricornio de cartón, y eso fue como si alguien hubiera disparado una pistola en el aire, preparados, listos, ya, y no hubo vuelta atrás.
Si no hubieran estado todo el santo día borrachos, él pensaría ahora que se habían vuelto locos. Estaban borrachos, pero eso no basta para explicarlo todo, ese furor que les dio cuerda como un demonio malévolo disfrazado de angelito travieso, y tanta montera, tanta peluca, tanto maquillaje, tanto toro negro sobre campo amarillo Era divertido. La verdad es que era divertido, ellos se divertían los días que había partido y los que no, y salían a la calle hechos unos mamarrachos, pero en la calle siempre había franceses, ingleses, italianos que iban como ellos o peor, y todo era mejorable, las caras pintadas, los tintes del pelo, las crestas de mohicano tiesas y brillantes sobre las cabezas rapadas, y lo de ir en bañador, tan fresquitos, con el cuerpo de todos los colores
Eso no tendría que haber pasado, nunca, jamás, pero estaban todo el santo día borrachos, y de vacaciones, ¿no? Estaban de vacaciones, y no le hacían daño a nadie, al contrario, la gente les aplaudía por la calle, les hacían corro en los bares, en las terrazas, era divertido, muy divertido. Ahora, mientras su novia se va a dar una vuelta y él se queda en casa, con las persianas bajadas, lo recuerda así. Había sido estupendo. Fue estupendo hasta que volvió a casa, con una resaca descomunal y el cuerpo de jota todavía, para estrellarse con la maldición de la tecnología y la puñetera habilidad de algún dichoso crío que se había dedicado a capturar ciertos planos de las retransmisiones televisivas en los que aparecía él con sus sucesivas obras maestras de peluquería y maquillaje facial y corporal. Y el muy ingenioso, los había impreso para pegarlos con papel celo en el portal, en los buzones, en el ascensor y en los descansillos de la escalera.
Desde entonces no sale de casa. Y la certeza de que en Francia, en Inglaterra, en Italia, a la fuerza habrá otros hombres tan encerrados como él, no le consuela.
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