Mestizaje de patrocinio
Había el viernes mucho talento congregado, quién lo duda, en la alameda de este confín atlántico. Sin embargo, ni gallegos ni latinos pudieron sacudirse la sensación de que nos encontrábamos ante un matrimonio comisionado, un mestizaje de patrocinio. Todos tiraron de profesionalidad y esbozaron las mejores de sus sonrisas, pero aquello nunca pareció otra cosa que un provechoso bolo veraniego.
Con todo, hubo quien supo salir casi airoso de semejante revoltijo. Uxía, por ejemplo. La mejor garganta al otro lado del puerto de Pedrafita, entregó una Rianxeira con un tratamiento armónico que, sin tanto acople, habría sido una delicia, y compartió acaso el hermanamiento más sincero y emotivo en esta gran noche de los maridajes de conveniencia: la fusión de sus Verdes são os campos con los Ojos verdes en la voz de Concha Buika. Antes, la guineana de Mallorca también nos había regalado una muy notable ranchera, inédita, de sabor mexicano-gitano-afrocoplero. Así, así.
Galicia & Outras Músicas
Uxía (voz), Xosé Manuel Budiño (gaita, flauta), Leilía (pandereteiras), Nova Galega de Danza + Casa Limón (Jerry González, Niño Josele, Concha Buika, Antonio Serrano, José Reinoso, Hip Hop Roots). 7 de julio.
Otros resquicios para el asombro: la armónica de Antonio Serrano enfilando las Estaciones porteñas de Piazzolla con la única ayuda del pianista uruguayo José Reinoso, o una secular Danza de canteiros de Budiño con el soporte de la percusión brasileña. Pero el gaitero de Moaña anduvo irregular, virando hacia un jazz-fusión musculoso pero frío, y cediéndole un extraño protagonismo a David Salgado, un rapaz macizorro que siempre pareció más interesado en lucir abdomen, pectorales y pezones asaeteados que en demostrar si puede ganarse la vida de bailarín, percusionista y cantante, como en teoría pretende.
Ya en el último tramo, la matraca carnavalera de Hip Hop Roots acabó abrumando a las cinco pandereteiras de Leilía, cuyo vigor ancestral quedó sepultado bajo las inclementes percusiones bahianas. Cuando se libraron de ellas, extrañamente, optaron por su repertorio más ligero y evanescente, con lo que tampoco mejoró mucho la historia. Y entre medias, El Neng de Castelfa (sí, sí, el de la tele) había irrumpido entre saltitos como "aparición estelar" para canturrear una de Caetano. Pues vale.
Total, que después de cuatro horas y pico de probaturas, aspavientos y ensamblajes varios, se imponía la sensación de una empanada mental considerable. Y acaso fuera ése, el de la empanada, el único homenaje real que se le brindó el viernes a la cultura gallega.
Babelia
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