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Crítica:FESTIVAL DE AIX-EN-PROVENCE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Intensidad e imaginación

La euforia de la final del Mundial de fútbol no les va a coger esta vez en medio a Pierre Boulez y Klaus Michael Grüber. Su inteligente espectáculo uniendo obras de Falla, Stravinski y Schönberg ya soportó suficientes ruidos externos de los trabajadores temporales en el festival de 2003. Se tuvo que suspender y los pocos privilegiados que pudieron a duras penas asistir no paraban de contar sus maravillas. Se repuso en el teatro an der Wien, de Viena, con fama de espectáculo fantasma. Había entrado en la leyenda. Ahora vuelve a su lugar de origen, una vez que Boulez se ha desembarazado de sus compromisos en Bayreuth de las dos últimas temporadas con su excepcional dirección de Parsifal.

Festival de Aix-en-Provence

El retablo de Maese Pedro, de Falla; Renard, de Stravinski, y Pierrot lunaire, de Schönberg. Director musical: Pierre Boulez. Director de escena: Klaus Michael Grüber. Ensemble InterContemporain. Con Anja Silja. Teatro Jeu de Paume, Aix, 7 de julio.

El viernes, la trilogía unitaria obtuvo el mayor éxito de todo lo representado en el teatro Jeu de Paume en Aix desde El retorno de Ulises a la patria, de Monteverdi, que dirigió en 2000 William Christie. Pero hoy es día de final de Mundial y está la selección francesa en lance. Por si las moscas, se han suspendido los espectáculos al aire libre de los festivales de Aviñón y Aix programados a horas de posible celebración. Ya en día de semifinal, 11.000 personas aparcaron su pasión futbolística en la Provenza para escuchar a la Filarmónica de Berlín con Simon Rattle. No es cuestión de tensar la cuerda. Boulez y Grüber han tenido suerte en esta ocasión. Su espectáculo estaba programado en sesión de tarde.

Espectáculo redondo

La trilogía citada es uno de esos espectáculos realmente redondos. Para las transiciones se utilizan tres piezas de clarinete solo de Stravinski, excelentemente tocadas por Alain Damiens. Grüber se apoya para los decorados de Falla y Stravinski en la pintora italiana Titina Maselli, y para los de Schönberg, en el también pintor, aunque francés, Gilles Aillaud.

Casi sin quererlo, les ha salido un homenaje a Cézanne desde la diversidad. En la representación de marionetas de Falla, en el enigmático y virtuoso ballet animal de Stravinski, en el ritual con mono y músicos en escena de Schönberg, las sugerencias y juegos de asociaciones se multiplican. Es un monumento a los valores culturales de la transversalidad. Grüber firma uno de sus trabajos más sugerentes.

Y luego, la presencia en vivo de Boulez es fundamental. No es únicamente cuestión de carisma. Es conocimiento, reflexión, entusiasmo renovado. Boulez es un monstruo y cada día ejerce más de enfant terrible a sus más de 80 años. Le ha perdido el respeto a la edad. Como la cantante-recitadora Anja Silja, que ahí sigue haciendo Pierrot con la misma convicción de siempre. Memorable espectáculo, de una intensidad e imaginación, como se ven pocos.

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