Nostalgias americanas

Jean-Pierre Coursodon, un historiador especialmente atento a la evolución del cine estadounidense, habló alguna vez de un género que él mismo llamó americana, caracterizado por su acción en el pasado, su estructura de historia familiar y un deje imborrablemente nostálgico, de pesar por lo que el (necesario) progreso ha terminado borrando de la vida estadounidense; o para decirlo con propiedad, una ficción situada en los tiempos en que aún era posible otro Estados Unidos. Aunque formalmente la acción de Cars no se sitúa en el pasado, lo cierto es que su, digamos, filosofía profunda no es otra que la de la nostalgia: que un coche de carreras antropomorfizado, veloz, agresivo y dispuesto a merendarse a sus rivales se pierda por la mítica, pero también obsoleta Ruta 66 es ya toda una declaración de principios.

Lección de vida

Más allá de eso, que podrá gustar más a unos que a otros, pero que indiscutiblemente tiene un regusto rancio, la última película de John Lasseter propone también, como Robots, una lección de vida, la que sufre el impetuoso McQueen a manos del taciturno Doc y del resto de los habitantes de Radiador Springs: tras su visita al poblado, donde, por cierto, se queda esperando una especie de Miss Clementine que responde por Sally, McQueen será mejor persona y ya podrá optar al triunfo (porque, como no podía ser de otra manera, aquí las cosas van de ganar) sin pesares y con el corazón limpio... Toda una lección para emprendedores competitivos.

Otra cosa es que el filme, que abusa en demasía de la constante aparición de nuevos personajes y que, a pesar de sus virtudes técnicas (tiene unos fondos increíblemente bien diseñados, por ejemplo, y un montaje especialmente brillante en las secuencias de acción), tiene una duración excesiva para públicos pequeños (se acerca a las dos horas), continúe los logros de otros filmes anteriores de Lasseter, como Bichos o las dos versiones de Toy story. De hecho, y a diferencia de éstas, la película se hace excesivamente morosa en algunos momentos, mientras que la constante recurrencia a automóviles antropomorfizados la hace un poco distante, al menos para los gustos de un crítico maduro como el que esto escribe. Por lo demás, la sesión se completa, en la versión hispana, con las voces de profesionales del volante como Fernando Alonso, Emilio de Villota, Pedro M. de la Rosa, Nani Roma, o de periodistas como Iñaki Gabilondo, Hilario Pino, Pedro Piqueras o Lorenzo Milá, unos cameos que seguramente agradecerán los buscadores de estas rarezas cada vez más frecuentes.