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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Contrafuertes en la calle de Bellesguard

Son ocho arcos que observan la estructura catenaria tan cara a Gaudí. Por encima soportan la calle de Bellesguard, el antiguo camino que desde el pueblo de Sant Gervasi conducía a su cementerio, situado hoy por encima de la Ronda de Dalt. Daniel Giralt-Miracle dijo el viernes, en la inauguración del viaducto restaurado, que de pequeño solía hacer ese trayecto y que recordaba bien esos arcos escondidos por la maleza, la basura y los apuntalamientos de urgencia. Han pasado cuatro años desde que Giralt-Miracle fuera comisario del Año Gaudí y ya entonces señaló que era preciso restaurar esa significativa obra civil construida entre mayo y agosto de 1908. Ahora la restauración ha concluido, gracias a los beneficios generados por la Ruta Gaudí, impulsada por el Instituto del Paisaje Urbano del Ayuntamiento de Barcelona.

En presencia del alcalde, Joan Clos, y de unos cuantos tenientes de alcalde, el crítico e historiador del arte destacó que por aquella época el arquitecto trabajaba ya en la cripta de la Colonia Güell, donde ensayaba nuevas técnicas y osadas soluciones formales. Cierto, la torre Bellesguard es neogótica, con una clara voluntad historicista aparentemente poco proclive a las innovaciones. Cuando recibió el encargo, en 1896, de construir una villa por parte de Maria Sobrequés, viuda de Figueras -adinerada familia dedicada a la fabricación de sémola-, Gaudí encontró todavía en el lugar restos del antiguo palacio de verano del último rey catalán, Martí l'Humà, que lo había mandado constuir hacia 1410. Al parecer fue el secretario real, Bernat Metge, quien bautizó el paraje con el sugestivo y poético nombre de Bellesguard.

Tanta densidad histórica debió de influir poderosamente en Gaudí, el cual construyó una muralla almenada utilizando en parte la antigua, por más que el nuevo edificio ya no fuera una fortaleza, sino una pacífica torre de veraneo. El arquitecto concentró su fuerza innovadora en esos ocho contrafuertes, construidos para desviar el camino del cementerio y sortear el torrente de Betlem que desciende de Collserola (donde hoy campea por sus fueros el oprobio del conjunto inmobiliario de Torre Vilana, auténtica dentellada al parque natural). Las diez columnas tienen forma de pata de elefante. Todas son diferentes y están inclinadas hacia afuera, como si quisieran alertar a quien pase por allí del enorme esfuerzo que están realizando para soportar la calle. Observadas de cerca, esas columnas tienen mucho de arte povera: el arquitecto utilizó piedras desiguales encontradas en el mismo lugar y tocho visto que parece haber sobrado de la obra. "Hubiera podido hacer un simple muro de contención, pero optó por la estructura porticada", señalaba el siempre entusiasta Giralt-Miracle. La voluntad de marcar estilo es clara. Un estilo adusto, gótico, misterioso, que encontramos también en el parque Güell.

La torre Bellesguard, que la comitiva oficial aprovechó el viernes para visitar, pertenece hoy a la familia Guilera. Joan Guilera recuerda vivamente cuando la compró su padre, en 1945, y cuánto pagó por ella: 1.400.000 pesetas. De hecho fue Joan, que entonces contaba 14 años, quien llevaba esa cantidad en metálico para pagar al anterior propietario, Emilio Bordoy. La casa está coronada por la inconfundible cruz de cuatro aspas. Por encima de la entrada principal hay una vistosa linterna en forma de estrella metida en una suerte de nicho. "Aunque no llegaron a ponerse las figuras de la cueva, es la estrella de Belén", informaba Guilera el pasado viernes. De hecho, las alusiones religiosas, en especial a la Virgen, son constantes en los forjados.

La casa fue durante un tiempo una clínica privada de maternidad. Luis Guilera era médico, responsable del servicio de oncología del hospital de Sant Pau. En la primera planta instaló la clínica y en la segunda, su residencia. Hoy el conjunto se halla dividido entre varios ramos de la familia.De hecho, la torre Bellesguard no estuvo acabada hasta 1912. Pero Gaudí había dejado la obra tres años antes, llamado por la misión divina de alzar la Sagrada Familia. Acabó el trabajo Domènech Sugranyes. Los coloreados bancos del jardín, realizados en trencadís, son obra suya, así como los abundantes forjados de la fachada. La verja de la entrada es como una red de hierro, medievalizante y a la vez práctica: parte de ella se abre independientemente para habilitar el paso de personas, mientras que abierta del todo permite el paso de vehículos.

Durante el Año Gaudí los Guilera llegaron a un acuerdo con el Ayuntamiento para permitir visitas de la casa en horario convenido. Pero hay que decir que la verja siempre ha estado abierta de par en par y el paseo por el sugestivo y misterioso jardín siempre ha sido tolerado por los propietarios, conscientes de que viven en una joya histórica que permite entender muchas cosas del llamado arquitecto de Dios. Los desvanes por ejemplo: son abovedados como los de la Pedrera. De hecho, toda la casa está construida a base de arcos superpuestos, como silenciosas plegarias elevadas al cielo.

En el acto oficial de inauguración, un cuarteto -mandolina, acordeón, clarinete, contrabajo- amenizaba la espera de los parlamentos con música de Amarcord. Es bueno que la ciudad recuerde y valore su pasado.

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