"Se reía mucho, pero lloraba por la noche"
Poco se sabe oficialmente de Victoriya Nvosu, la mujer a la que Manuel Córdoba mató a puñaladas en pleno centro de Madrid el pasado 23 de junio. Ni la policía, ni el consulado de Ucrania, ni ninguno de sus conocidos poseen documentos que arrojen luz sobre la procedencia y el pasado de esta mujer de 29 años.
Los testimonios de las personas que pasan el día en la plaza de Santa María Soledad Torres Acosta, una de las zonas más degradadas de Madrid, aportan pistas sobre la vida de esta mujer en la última época. Según sus compañeros de plaza, Victoriya era una mujer alegre. Se reía de todo y todavía tenía capacidad para ilusionarse con un baile. "Era de esas personas que, a pesar de lo mucho que ha vivido, era capaz de mantener la inocencia", señala su amiga Marina, con la que compartió piso. "Pero a pesar de que se reía tanto, yo la oía llorar por las noches".
Vestía con ropa ceñida, carmín rojo en los labios y bebía demasiado. En la plaza, algunos dicen que vino hace seis, cinco o cuatro años, con alguna red de prostitución que abandonó una vez que empezó a meterse en la droga. Otros aseguran que jamás tomó nada que no fuese alcohol y que jamás estuvo en una esquina, que no era una prostituta, sino que se prostituía para conseguir lo que quería. Tenía muchos novios. Le gustaban los africanos. Hay quien dice que tenía dos hijos en Ucrania. "Era rubia, exuberante, hablaba con un acento ruso muy marcado, pero luego le gustaba decir cosas en italiano como amore mio y cosas así", cuenta Marina.
Más detalles. En su bolso había un collar de bolas de colores, pegatinas de razas de perro de las que reparten en paquetes de patatas fritas, una cartera y un parte médico. En el lugar de su muerte, sus compañeros dejaron una rosa de tela, tres velas y un tetrabrik de vino a la mitad.
La Embajada de Ucrania tratará estos días de comprobar si Victoriya es una compatriota suya. Si lo es y encuentran algún familiar, podrán enviarle el cadáver; si no, el Ayuntamiento se hará cargo y enterrará su cuerpo en un terreno reservado a aquellos que nunca son reclamados.
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