_
_
_
_
_
El proceso de diálogo para el fin del terrorismo
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

En el fondo sólo hay forma

Juan José Millás

El día en el que Zapatero ordenó traer las tropas de Irak me peleé con mi familia. Estábamos en la cocina de casa, sentados a una mesa de madera que compramos hace 20 años en El Corte Inglés, y que nos costó un ojo de la cara que pagamos a gusto porque teníamos la intuición de que iba a ser la mesa alrededor de la cual mi mujer y yo nos haríamos mayores y nuestros hijos se convertirían en jóvenes. Iba a ser una mesa política y sentimental y literaria, una mesa, en fin, en la que negociaríamos con la realidad y con la existencia y con las drogas y el alcohol y con crisis de ellos y las nuestras. El día en el que Zapatero ordenó traer las tropas de Irak estábamos cenando unos embutidos con ensalada alrededor de esa mesa cuando yo dije que las cosas no se hacían así.

Más información
Ibarretxe se muestra convencido de que Batasuna "estará presente" en las municipales

- Había que traer a las tropas de Irak, añadí, pero no de este modo.

Mi mujer y mis hijos me miraban como si no me reconocieran. ¿Cómo que no de este modo? ¿Pero no has estado en todas las manifestaciones contra la guerra? ¿No era acaso uno de los puntos esenciales del programa electoral de Zapatero? Sí, sí, decía yo, pero hay que guardar las formas.

Apenas dos semanas más tarde comprendí que si Zapatero hubiera guardado las formas no habría habido fondo, porque no le habrían dejado traer las tropas.

Ayer, cuando Zapatero compareció públicamente para anunciar el comienzo de los contactos con ETA, yo estaba en el Congreso porque, como en la canción de Aute, pasaba por allí. Ningún teléfono cerca y no lo puede resistir, pasaba por allí. Quiero decir que no había ido para informar a ustedes de este acontecimiento histórico que los cronistas parlamentarios les contarán mejor que yo. Pero el caso es que pasaba por allí. Y hete aquí (qué rayos querrá decir hete aquí) que apareció Zapatero y anunció a los periodistas (a los periodistas, no a los diputados) que comenzaba los contactos con ETA. Enseguida empezaron a llover las críticas sobre la forma. Esto no se hace así, esto se dice primero desde la tribuna de oradores, esto se anuncia a los señores diputados antes que al pueblo llano, etc.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Ninguna crítica, curiosamente, sobre el fondo de la cuestión. El mismo Rajoy, que compareció ante la prensa minutos después, desde Génova, estuvo vacilante, torpe, poco agresivo, pálido. Con las palabras aseguraba que estaba en desacuerdo y con los gestos decía que estaba de acuerdo. Se comportó como un esquizofrénico en el sentido literal de la palabra, es decir, como un hombre con el corazón roto, con las vísceras divididas, obligado por sus jefes mediáticos a decir una cosa con los labios y otra con la expresión de su rostro. Digo esto, venía a decir, a sabiendas de que me quedo fuera de la historia y bien que lo siento, créanme, pero la alternativa a quedarme fuera de la historia es que mañana Federico Jiménez Losantos me llame tonta y Maricomplejines y pasado mañana me tenga que poner otra vez en posición de saludo frente a él, como cuando perdí el debate sobre el estado de la nación por no hablar de ETA y me castigó sin postre y de rodillas frente a toda la audiencia. Si ustedes hubieran tenido de seño a Jiménez Losantos comprenderían lo que digo.

Si Zapatero me hubiera preguntado cómo actuar, yo le hubiera dicho que hiciera el anuncio desde la tribuna de oradores, para escenificar la soledad del PP. Pero yo no tengo olfato político, de ahí que hubiera hecho lo previsible, del mismo modo que tampoco hubiera traído a las tropas de Irak a las 24 horas de llegar a La Moncloa. A toro pasado, lo que no tiene ningún mérito, frente a la misma mesa de madera de El Corte Inglés que nos mantiene unidos a mi mujer, a mis hijos y a mí, he de reconocer que la comparecencia de Zapatero fue una obra maestra. Daba la impresión de que se dirigía a la prensa, pero se dirigía directamente al ciudadano. Voy a correr este riesgo, dijo mirando a los ojos a la clase media, porque creo que es mi obligación correrlo, aún a sabiendas de que hay variables, entre ellas la oposición del PP, que pueden complicar las cosas. ¿Por qué lo hago así en vez de subirme a la tribuna de oradores? Porque no quiero ponérselo más difícil a Rajoy. Bastante cruz tiene el pobre con estar a las órdenes de fuerzas extraparlamentarias que mañana se cebarán en las formas, porque saben que el fondo es inatacable.

Entonces, alrededor de la mesa de madera, en la que mi mujer y yo nos hemos hecho mayores y mis hijos han crecido, recordé aquella máxima (literaria) de mi juventud según la cual en el fondo sólo hay forma. Sólo de esta forma Zapatero habría logrado vehicular tal fondo. Suerte.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_