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La transformación del universo discográfico

La música afronta la revolución digital

El sector busca nuevos procedimientos para adaptarse a los cambios generados por la Red

No hay duda: los tiempos están cambiando. La industria del disco se encuentra ante un tsunami provocado por la explosión de un mundo digital que ha permitido suspender en el ciberespacio una ingente cantidad de música que sólo espera el clic del ratón para descender a la memoria de nuestros ordenadores. De la misma manera que la imprenta apuntilló a la tradición oral, el presente digital ha venido a transformar la música en todos sus ámbitos, desde la creación hasta el consumo. Ya nada será como antes y el futuro de ayer mismo es hoy el presente.

Ésta es parte de la argumentación que un recitador blanco llamado MC Lars expone en una pieza colgada en Internet (www.mclars.com) que titula Descarga esta canción. En su letra, montada sobre la base de The passenger, de Iggy Pop, Lars afirma que la industria ha estado cobrando por la música más de lo que vale, que ha fundamentado su modelo de negocio sólo en el soporte -el vinilo, el casete y ahora el compacto- y no en la música, que no se ha sabido hacer a la idea del cambio de época y que los ordenadores están revolucionando el consumo de música, su forma de hacerla, promocionarla, distribuirla, venderla y consumirla: "Tienen el dedo en el dique, pero la grieta se expande; / no puedes vender agua embotellada cuando fluye libremente; / las ventas de discos se esfuman, han bajado un 8 por ciento; / suben las ventas de descargas; no se pueden impedir / la radio por satélite y los videojuegos; / han cambiado el paisaje. Ya nada será igual".

No es sólo el punto de vista de un recitador situado en los márgenes de la gran industria. Carlos López es el presidente de Sony BMG en España y sostiene que "durante muchos años la industria del disco ha funcionado con la inercia de disponer de un catálogo de artistas famosos que vendían grandes cantidades de discos y generaban mucho beneficio, de suerte que los problemas que se avecinaban eran tapados por la facilidad con la que se ganaba dinero". Hoy estos problemas están aquí, generados fundamentalmente por las descargas gratuitas de Internet favorecidas por un entorno digital incontrolable. Ante ello, López expone que resulta preciso "ampliar la función de las discográficas, que ahora hemos de buscar el negocio no sólo en la venta de discos, sino en participar con el artista de todos los aspectos de su carrera. Se trata de hacer juntos un negocio y compartir los beneficios".

La mirada está puesta en los conciertos, filón de negocio para el músico actual. Si anteriormente las discográficas se desentendían de esta esfera, cediéndola a los representantes, ahora entra a tomar decisiones, llevándose por ello una parte de los beneficios. "La idea es cobrar un 25% de las ganancias totales del artista, y de este porcentaje pagamos a su representante. Por supuesto que este sistema sólo funciona con los artistas nuevos, pues entiendo que una gran estrella ya se ha hecho su mercado y no necesita este tipo de colaboración".

Para Carlos López, el problema ya no es el top manta, una forma castiza de fraude que sólo se ha dado en España, sino las descargas gratuitas. Es por ello que "necesitamos encontrar el negocio en otras fuentes como los directos, patrocinios o telefonía, porque vender discos dentro de poco ya no representará ganancia alguna y encima quienes están vendiendo canciones en Internet no son tanto vendedores de canciones como señores que venden aparatos para escuchar esas canciones". Se refiere a las plataformas en auge como iTunes, responsables de fijar el precio de 99 céntimos por pieza descargada.

Paradójicamente, vender música es cada vez menos una cuestión de la industria musical. Francesc Vaz es encargado de publicidad de la revista Rock De Lux, centrada en el mundo de la música independiente. Bajo su punto de vista, esta situación la han producido las propias multinacionales "porque dedicándose al monocultivo del éxito fácil con artistas del mismo perfil han acabado restando valor a la música, que el público ha percibido como un bien fungible, un vaivén de banalidades intercambiables por el que no se debe pagar mucho dinero". Para Vaz, "la única respuesta que está dando la industria a la nueva situación es la política de fusiones, que con los correspondientes despidos permite que se mantengan similares márgenes de beneficios vendiendo menos discos. Están exprimiendo el modelo tradicional hasta el final, y el final no está lejos".

De todas formas, no todas las discográficas reaccionan igual ante la crisis. El festival Sonar congrega anualmente a una buena parte de la industria de la música electrónica, en la que curiosamente el soporte aún juega un papel destacado, pues los disc jockeys apenas pinchan con aparatos de mp3, y son el vinilo y el compacto sus herramientas habituales. Ricard Robles es uno de los directores del festival y sostiene que "el principal trabajo que hacen las discográficas que acuden al Sonar es dar visibilidad a su producto. Esto lo consiguen buscando el canal correcto de distribución para llegar al punto de venta idóneo, ya sea digital o convencional". Preguntado por cómo se colocan los nuevos productos de estas discográficas en un mercado atestado de novedades, Robles sostiene que "cada vez es más importante colocar a los artistas tanto en el circuito idóneo de clubes y salas de conciertos como en los festivales, porque eso les confiere credibilidad y proyección. A partir de aquí, si las ventas son físicas o por medio de la Red ya es una cuestión de modelo".

Este nuevo modelo marcado por la digitalización y las descargas, gratuitas o de pago, no siempre es percibido como una amenaza. Francesc Vaz es el primero en reconocer que "ahora vendemos más revistas que hace 10 años porque el público escucha más música, tiene más información a su disposición y por ello mismo necesita más que nunca un filtro fiable para orientar su consumo". En su parcela de negocio, los derechos editoriales, Julio Guiu, director de Clippers, una de las empresas españolas más importantes del sector, manifiesta que "el momento es muy bueno y favorable porque la música está cada día más presente en televisión, publicidad, tonos de telefonía o radio y ya sólo falta que el público se acostumbre a pagar por las descargas en Internet, cosa que ya ha hecho en otros países". Guiu siempre pensó que "el top manta era un resfriado y que la verdadera pulmonía eran las descargas gratuitas", pero su visión sobre el futuro es optimista, aunque de este optimismo quedan excluidas las discográficas porque "para sobrevivir habrán de controlar los canales de venta en Internet". Eso, reconocido por el propio Guiu, resulta tan incoherente como pedirle a la Inquisición que defienda el ateísmo. Durante años la gran industria discográfica atacó a Internet y cuando se ha demostrado que el negocio está allí y que el papel de la Red resulta insustituible, otros ya han tomado posiciones.

Por ejemplo, Orchard, una distribuidora digital de música que sirve canciones a las grandes plataformas digitales como iTunes. Su catálogo supera el millón de títulos. Su director, Scott Cohen, estuvo recientemente en Barcelona visitando el Sonar y allí, dando por sentado que al soporte CD le queda poco tiempo de vida, manifestó que "el futuro ya no consistirá en comprar las canciones una a una como se hace ahora, sino en pagar una tarifa plana que te ofrezca la posibilidad de descargarte toda la música que desees". Para Cohen, ésa es la forma idónea de consumir música, ya que ahorra un bien muy escaso en nuestro días: el tiempo. Evidentemente, Cohen piensa que las descargas gratuitas continuarán, pero no representarán una preocupación importante para la industria digital porque las plataformas legales "ofrecen a un precio muy razonable amplios catálogos servidos con seguridad, información complementaria, garantías, rapidez y comodidad". Cohen refleja en términos de ejecutivo una frase que canta MC Lars: "La música era un producto, ahora es un servicio".

Para Ricard Robles, esta frase significa "no tanto un cambio estructural, sino que expresa que la música nos llegará a casa como el agua, la luz o el gas". Julio Guiu afirma que "en países avanzados como Suecia esta forma de consumo es ya una realidad y su incremento porcentual anual se sitúa entre el 700 y el 1.000%".

La gran duda es saber si en España, un país con poca tradición de consumo musical y cedido al monocultivo del éxito fácil y perecedero, este modelo se impondrá entre una generación, los más jóvenes, que ya se ha acostumbrado a no pagar por la música. Un ejemplo: no es raro que al preguntar a un chavalín qué estilo de música le gusta él se limite a responder: "Me la bajo de Internet".

Foto de promoción de Arctic Monkeys, un grupo que triunfó gracias a su lanzamiento en Internet.
Foto de promoción de Arctic Monkeys, un grupo que triunfó gracias a su lanzamiento en Internet.

Regalar canciones en Internet

Hoy por hoy, el empuje del mundo digital ni ha acabado con las tiendas ni con los deseos de vender discos por parte de los grupos que cuelgan gratis sus canciones en la Red. Como tienda, parece claro que sólo sobrevivirán las especializadas como CD Drome, con establecimientos en Barcelona y Madrid. Centrada en el mundo del pop anglosajón independiente, sus propietarios, Jordi Raig y Oriol Valls, han notado dos cambios con el advenimiento del mundo digital. "Uno: antes salía una novedad y los aficionados la compraban de inmediato; ahora, la escuchan en la Red, se la graban y si les gusta vienen a comprar el disco. Dos: antes vendíamos pongamos que 50 copias de tres referencias, ahora vendemos tres copias de 50 referencias".

Entretanto, la Red sigue funcionando como un boca-oído a escala global. El éxito de ventas discográficas de grupos que han puesto su música gratis en Internet para promocionarse demuestra que no tiene por qué ser contradictorio ofrecer música gratis y esperar buenas ventas de discos. Y si no que se lo pregunten al Koala, a la Terremoto de Alcorcón o al menos castizo grupo inglés Arctic Monkeys. Todos ellos fueron primero populares en la Red, como lo está siendo La Troba Kung Fu, un grupo de La Garriga (Barcelona) surgido de Dusminguet. La banda, aún sin discográfica, cuelga cada 15 días una canción nueva en Internet (www.fourni.org), de donde los aficionados se la pueden bajar gratis. Así reciben la promoción que ningún departamento de prensa lograría. Y si no se veden discos, al menos la popularidad del grupo facilitará el aumento de contratación de conciertos. Oriol Roca es su representante y afirma que "regalar música en Internet no necesariamente mata las ventas de compactos; de hecho, la pregunta que más se hace en nuestra web es: '¿Dónde puedo comprar el disco?".

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