Espías privados tras Al Qaeda
Empresas estadounidenses, a veces subcontratadas por la CIA, se dedican a rastrear en Internet las actividades de grupos de apoyo a los terroristas
Kristian Menchaca y Thomas Tucker, soldados de la 101 División Aerotransportada, fueron secuestrados hace días en un puesto de control al sur de Bagdad. Un conglomerado de grupos insurgentes lo reivindicó en su página web, y a las pocas horas anunció la "muerte de los cruzados" tras "la sentencia de un tribunal islámico". Minutos después, esa información, traducida, estaba al alcance de los clientes de un puñado de pequeñas empresas privadas. Lo mismo pasó con la muerte del líder de Al Qaeda en Irak, Abu Musab al Zarqaui o con los asesinatos de los rehenes rusos.
Al Qaeda fue expulsada de los campos de entrenamiento de Afganistán, pero la yihad (guerra santa) tiene su mejor base en el ciberespacio. A finales de los años noventa, el grupo de Bin Laden contaba con una sola página web; ahora hay cientos, con informaciones sobre explosivos o rutas militares en Irak, chats (foros) que exigen contraseñas secretas para entrar, vídeos de rehenes asesinados, páginas de macabro humor con soldados muertos que sólo mentes muy enfermas pueden concebir o dibujos animados para lavar cerebros infantiles.
A finales de los 90, el grupo de Bin Laden tenía una sola página 'web'; ahora hay cientos
Las empresas que vigilan la 'web' analizan en minutos la veracidad de reivindicaciones
"La CIA compra nuestros servicios porque les resuelven un trabajo" dice un experto
El sector privado tiene menos ataduras que la CIA o el FBI y actúa con gran rapidez
"Tenemos que saber qué piensa esta gente", asegura un experto sobre los terroristas
"Internet está teniendo un profundo efecto en el terrorismo", señala Gary LaFree
Pero también hay un número creciente de pequeñas empresas que les siguen la pista -y viven de vender esa información- y que emplean a traductores de árabe políglotas, a expertos que entran en los chats de Al Qaeda haciéndose pasar por simpatizantes y a especialistas que analizan en minutos comunicados y reivindicaciones para determinar su fiabilidad.
¿De donde salen estas empresas? A finales de agosto de 2001, antes de los atentados del 11-S, el FBI, con un gigantesco atasco en el análisis de datos, pidió a Justicia dinero para financiar la contratación de 54 traductores (5,1 millones de dólares; cuatro millones de euros), 248 agentes para contraterrorismo (28 millones) y 200 investigadores y analistas de inteligencia (20,8 millones). En el documento del 10 de septiembre de 2001en el que el entonces responsable de Justicia, John Ashcroft, pedía a la Casa Blanca un aumento de presupuesto, se ignoraban esas solicitudes.
Un día después ocurrieron los atentados -y el informe de la Comisión del 11-S ya subrayó las señales sobre Al Qaeda y los pilotos suicidas que no fueron entendidas o conocidas a tiempo- y más tarde, las guerras; pero el nuevo mundo siguió con viejos defectos. En 2003, la Oficina General de Control del Congreso señaló que "la ausencia de lingüistas nativos cualificados tiene como consecuencia que haya miles de horas de grabaciones y páginas de documentos que no han sido traducidos o estudiados". "Nuestra comunidad de inteligencia" -concluyó el informe elaborado en 2005 por encargo de Bush para analizar el fracaso de Irak- "no ha sido lo suficientemente ágil e innovadora como para proporcionar la información que el país necesita".
En 1995, el periodista Steven Emerson era de los pocos que prestaban atención a los grupos terroristas en Internet. Emerson fundó el Proyecto de Investigación (ahora un enorme archivo sobre grupos y militantes) y formó a algunos jóvenes sabuesos. Entre ellos, Evan Kohlmann: "Soy un analista independiente especializado en terrorismo. Hago informes sobre Al Qaeda, su funcionamiento, su sistema de reclutamiento, su financiación... y los pongo a disposición de los medios, de las fuerzas de seguridad y de los organismos de inteligencia".
En 2001, Kohlmann y otros dos compañeros fundaron SITE (Instituto de Investigación del Terrorismo Internacional). En 2004 rompieron y él dirige ahora Globalterroralert.com. "Como especialista en Oriente Próximo, he hablado on line y personalmente con varios dirigentes de Al Qaeda en Europa y con otros líderes como Abu Hamza al Masri, el musulmán egipcio en el Reino Unido. Esta gente está deseando hablar, pero con los que entiendan de qué va. Creen que tienen razón, y necesitan decirlo, y si es a occidentales, mejor. '¡Por fin!', exclaman. '¡Alguien que me entiende!".
SITE, Globalterroralert.com -la empresa del poco modesto Kohlmann- y otras similares comparten los mismos rasgos: circulan por el abundante tráfico terrorista generado en Internet, entran en chats y se hacen pasar por fanáticos, traducen textos, pasan imágenes de vídeo con secuestrados que lloran ante las cámaras o decapitados, y ofrecen sus archivos sobre la yihad. Es un puñado de empresas con poca gente y mucha agilidad; y cubren un espacio que revela -señala Olivier Guitta, un marroquí que vive en EE UU y que elabora análisis para Counterterrorism blog- la crisis de los grandes organismos de inteligencia: "Por una parte, la competitividad y la rivalidad entre la CIA y el FBI y otros les dificultaba la comunicación; por otra, han tenido muchas veces problemas con traductores: unas veces eran pocos, otras eran espías... El sector privado tiene menos ataduras, actúa con rapidez, distribuye a toda velocidad. No tiene burocracia. Todo es más ágil, más fácil". Guitta cree que la explosión de estas empresas de análisis y traducción se debe en parte a que "muchos de los usuarios pertenecen a las fuerzas de seguridad y a la comunidad de inteligencia; la CIA y otros compran nuestros servicios porque les resuelven un trabajo que si no, no lo hacen o tardan en hacerlo".
"Internet, en todos los sentidos, está teniendo un profundo efecto en el terrorismo; ha supuesto una auténtica revolución", señala Gary LaFree, director del Centro de Investigación del Terrorismo. "Es muy fácil que diez personas en distintas partes del mundo, que hace poco jamás hubieran podido ni soñar en reunirse, lo hagan a través del ciberespacio. No importa lo enloquecidas que sean sus ideas: siempre van a encontrar a alguien en el mundo que las comparta. El juego ha cambiado".
Internet acelera la información; pero estas empresas, o los blogs, newsletters y foros de su entorno, también analizan. ¿Demasiado deprisa? "Corremos siempre ese riesgo, pero incluso si los análisis rápidos no fueran siempre todo lo buenos que deberían ser por un problema de rapidez, lo que estos servicios ofrecen sobre todo son datos en bruto, información, material para hacer análisis más pausados, más reflexivos... Ofrecen la harina, los huevos, el azúcar... para que otros cocinen el pastel", señala Guitta, un consultor que trabajó en la banca internacional y habla siete idiomas (en septiembre sacará una nueva publicación en Internet).
Los que más años llevan en este campo contemplan con cautela a las nuevas empresas: "En muchas ocasiones puede ocurrir como con la comida basura: sabe bien, pero su valor nutritivo es escaso. Eso se podría decir de algunos que dan opiniones demasiado rápidas. Hace falta tiempo para reflexionar. El análisis exige deliberación, pensamiento. Es como el periodismo: hay análisis buenos y malos", indica LaFree.
Evan Kohlmann reivindica su papel; él ofrece acceso a las web más secretas, y dice que gracias a estar familiarizado con ese mundo desde hace tiempo puede "distinguir lo que es auténtico de lo que no lo es. Tengo la perspectiva, las claves de acceso para acceder a ciertas páginas web que tienen contraseñas conocidas sólo por muy pocas personas. Estas redes estaban antes abiertas, pero se cerraron después del 11-S". "Lo que yo hago", reitera, "es escrutar todas señales, elegir las auténticas, seleccionar los datos en bruto y analizar. No es una labor de propaganda: yo pongo al alcance de mis clientes la información sobre lo que los terroristas dicen y piensan. No tiene nada que ver con la política o la religión o las cruzadas... es historia, es información. Si se imponen los viejos clichés sobre el terrorismo, estamos condenados a repetir los errores del pasado".
Los precios oscilan según las webs y los servicios que ofrecen; hay habitualmente un acceso general y otro premium de pago. "No es nada caro para lo que damos", dice Kohlmann, asombrado del "escaso acceso que la mayor parte de las organizaciones de inteligencia tienen a este mundo" por "la rivalidad entre los organismos, la burocracia, la falta de dominio de Internet y la poca familiaridad con los grupos de la yihad".
Uno de estos, el Victorius Army Group, ofrece "24 vídeos con ataques entre el 22 de julio al 22 de noviembre de 2005" y una entrevista con su líder; y para los ingenuos que piquen, un anuncio con un vínculo, supuestamente para donar fondos a las víctimas del Katrina.
El medio en el que trabajan y el material que manejan hacen que los protagonistas de estas nuevas plataformas de información se mantengan en la penumbra, aunque ni Kohlmann ni Guitta han tenido inconveniente en hablar con EL PAÍS, y una de las fundadoras de SITE, Rita Katz, acaba de aparecer en un amplio perfil en The New Yorker, en el que se cuenta que nació en Basora (Irak) y que su padre, un empresario judío, fue detenido en 1968 por la policía de Sadam Husein y colgado en el centro de Bagdad con otras 13 personas. Rita Katz, que no revela dónde vive o trabaja y que toma estrictas medidas de seguridad, llegó a EE UU en 1977. Su antiguo colega y amigo, Evan Kohlmann, también se protege: "Adopto las medidas normales: tengo un apartado de correos externo, direcciones en la página web que no se corresponden con la realidad, códigos de teléfono que no identifican el lugar de la llamada... Pero yo no soy un gran objetivo para nadie, no soy el Batman del antiterrorismo. Soy un experto, obsesionado por investigar y por entender el terrorismo".
La vieja polémica sobre la utilización que los grupos terroristas hacen de los medios de comunicación como altavoz de sus acciones se relanza con Internet. "Ya es sabido que el terrorismo, para funcionar, necesita una comunidad: necesita formar grupos, reclutar seguidores, financiarse, estar en contacto...", apunta Gary LaFree. "A la comunidad terrorista le va bien, por tanto, el incremento en la comunicación... Un ejemplo del aprovechamiento de Internet está en Irak".
Kohlmann matiza: "He hablado con terroristas, y no me ven ni como un amigo ni como un aliado; entienden que hablar conmigo tiene un valor, porque sus opiniones se divulgan más, pero saben también que voy a dar más información sobre ellos, y que eso es algo que, en última instancia, va a contribuir a desmantelarlos. No creo que intenten pasar información o mensajes; lo que yo produzco está muy editado, son análisis para especialistas". A veces se habla de propaganda, pero se trata de información útil, dice Guitta: "Antes del 11-S, los gobernantes no se tomaron en serio las amenazas de Bin Laden: lo que decía años antes acabó haciéndolo. Tenemos que saber qué es lo que esta pensando esta gente, tenemos que saber quienes son, qué hacen. Por otra parte, ¿cree usted que el hecho de traducir un informe o un discurso de Bin Laden va a hacer que la gente le vea como un tipo mejor?"
Para distinguir entre el grano y la paja, añade Guitta, no hay más que la experiencia: "En los medios de acceso libre, después de un tiempo sabes lo que es relevante, lo que es fiable. Vas conociendo quien dice la verdad y quien no. Puedes dar a una fuente el beneficio de la duda si dice algo que luego sabes que no es verdad, pero si te pasa cuatro o cinco veces, se acabó. No vuelves a contar con ellos. Con fuentes cerradas, es lo mismo, aunque más difícil. En todo caso, después de un tiempo, se sabe qué web es fiable y cual no, qué grupo en Internet representa a quien dice o no".
Kohlmann ha evolucionado con el tiempo: "Al principio reproducía todo lo que veía, porque creía que había que acceder a todo lo que ofrecían esos grupos. Luego empecé a divulgar sólo material con verdadero valor informativo, de forma que ese componente sea superior al propagandístico. No damos ya vídeos con rehenes decapitados, e incluso antes, cuando sí se daban, los editábamos. Ese material, y las traducciones que hacemos, tienen más valor como material de investigación que lo que puedan tener de propaganda de grupos terroristas". En todo caso, añade, "buena parte de la guerra contra el terrorismo tiene que ver con la información, y lo que nos pasa, y por eso no estamos ganando esa guerra, es que tenemos una enorme desinformación".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.