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Reportaje:

Vísperas de 'sangre' en Italia

El equipo económico de Romano Prodi se enfrenta al reto de reconducir una situación fuertemente endeudada

Enric González

Las cuentas públicas italianas sangran de forma alarmante. Al déficit presupuestario se añade una deuda nacional monstruosa, cada vez más próxima al 110% del PIB, que en términos absolutos ronda los 1,6 billones de euros. Y la economía no crece. Al ministro italiano de Economía, Padoa-Schioppa, no le queda más remedio que suturar la hemorragia con medidas drásticas como reducir en 11.000 millones de euros el gasto público y, simultáneamente, lanzar mensajes de estímulo a los mercados, como aplicar algún tipo de recorte fiscal, retrasar la jubilación o instaurar el copago de los medicamentos por los usuarios, para recuperar el crecimiento económico.

La última estimación de déficit fue del 3,8% del PIB. Ahora está ya en el 4,1% del PIB, sin contar el de las regiones y ayuntamientos
En lo que queda de año habrá que ahorrar al menos un 0,5% del PIB, un mínimo de 10.000 millones de euros, y lo mismo en 2007

Hay que preocuparse cuando un ministro de Economía pronuncia la palabra "sangre". Y el ministro italiano del ramo, Tommaso Padoa-Schioppa, la utiliza con frecuencia. Dice, por ejemplo, que su Gobierno debe actuar con firmeza "porque los mercados se excitan al olor de la sangre". Dice también que el presupuesto para el año próximo será parecido al que su antecesor, Giuliano Amato (hoy ministro del Interior), aplicó en 1992, en un momento de desplome de la lira y de colapso financiero. Aquel presupuesto fue denominado "sangre y lágrimas", y Padoa-Schioppa no siente reparo en recordarlo.

Desde mucho antes de las elecciones, Romano Prodi tenía claro que su ministro de Economía sería Padoa-Schioppa, un técnico de gran prestigio que formó parte de los equipos dirigentes del Banco de Italia, primero, y del Banco Central Europeo, después.

Prodi buscaba credibilidad y Padoa-Schioppa la garantizaba. Sigue garantizándola, pero quizá el sucesor de Silvio Berlusconi ha empezado ya a comprobar que un "rigorista" puro, por utilizar la expresión italiana, no sólo ofrece ventajas. No es un político, no se someterá nunca a unas elecciones, no sabe cómo funciona realmente un Parlamento tan fluido como el de Roma, y sus arrebatos de sinceridad académica tranquilizan a los inversores pero alarman a sus compañeros de gabinete. Porque lo que menos apetece a un Gobierno frágil, con una mayoría de sólo dos escaños en el Senado, es espantar al electorado.

La situación, objetivamente, es mala. La última estimación de déficit presupuestario efectuada por el Gobierno de Berlusconi fue del 3,8% del producto interior bruto (PIB). Ahora está ya en el 4,1% del PIB, por lo menos, ya que se desconoce (lo admite el mismo Padoa-Schioppa y lo refrendan los expertos en Bruselas) el grado de endeudamiento de los gobiernos regionales y de los ayuntamientos.

Según cálculos del propio Padoa-Schioppa, si no se recorta el gasto con urgencia, el déficit rondará a fin de año el 5%. Ése es un nivel que la Comisión Europea no está dispuesta a tolerar. Pero aún menos los mercados. El ministro, habituado a las reuniones de alto nivel en Bruselas y Francfort, es muy consciente de ello. "Con la Comisión podemos dialogar, razonar y pactar", dijo ante una comisión mixta Cámara-Senado, "porque al fin y al cabo son gente como nosotros. Con los mercados no es posible ese tipo de entendimiento razonable, porque los mercados se excitan al olor de la sangre".

Las cuentas públicas italianas sangran de forma alarmante. Al déficit presupuestario se añade una deuda nacional monstruosa, cada vez más próxima al 110% del PIB. En términos absolutos, ronda los 1,6 billones de euros. Y la economía no crece. Las expectativas oficiales para este año se sitúan en el 1,3%, pero la patronal Confindustria, más pesimista, no espera más del 1,1%. Y la inflación, del 2,5% anual, se mantiene relativamente alta para un contexto de crecimiento bajo.

Copago de medicamentos

Padoa-Schioppa se ha marcado dos objetivos a largo plazo: crecimiento al 2% anual y déficit al 3% del PIB. ¿Cómo se consigue ese saneamiento? Aún no se conocen los detalles, pero la respuesta es inminente. El próximo día 7 de julio, el Gobierno italiano presentará una ley complementaria al presupuesto de 2006 para recortar el gasto público de forma urgente. En lo que queda de este año habrá que ahorrar al menos un 0,5% del PIB, o si es posible, un 0,8%. En términos absolutos, eso equivale a un mínimo de 10.000 millones de euros y un máximo de 15.000. Y lo mismo habrá que hacer en 2007. A ese ritmo, a finales del año próximo se regresará al máximo del déficit establecido en el Pacto de Estabilidad europeo, 3% del PIB, y los inversores de todo el mundo serán conscientes de que el Gobierno italiano de centro-izquierda habla en serio.

Hasta aquí, la teoría. La práctica es otra cosa, mucho más sangrienta. Sobre la mesa de Padoa-Schioppa hay dos montones de propuestas. Uno es el de los recortes urgentes: congelación salarial de los empleados públicos (que desde hace 15 años ven crecer su sueldo por debajo de la inflación), renuncia a cubrir las bajas en la Administración y, sobre todo, en la escuela (1,3 millones de maestros y profesores), supresión de escoltas y coches oficiales, copago de los medicamentos por parte de los usuarios de la Seguridad Social... El tipo de cosas que causa escalofríos en una coalición de centro-izquierda en la que figuran dos partidos comunistas ortodoxos. El otro montón es el de los recortes estructurales, referidos, sobre todo, a las pensiones. Como buen "rigorista", el ministro habla claro: o se retrasa la edad de jubilación (que la reforma de Berlusconi llevó ya de los 57 a los 60 años) o se rebajan las pensiones. De esos dos montones de propuestas saldrán las medidas del "minipresupuesto" extraordinario de julio.

'Cuneo' fiscal

Esto, en cuanto se refiere al control del déficit y de la deuda. Falta el crecimiento. Los sindicatos y la patronal temen que una política de rigor económico asfixie las leves señales de recuperación que, al menos en cuanto a producción industrial, afloran desde principios de año. También lo teme el propio Romano Prodi, quien promete que su Gobierno conjugará al mismo tiempo medidas de ahorro y medidas de estímulo al crecimiento. ¿Cómo se fomenta el crecimiento? Existe un cierto consenso en torno a la rebaja de cinco puntos en el llamado cuneo fiscal, esto es, la diferencia entre lo que paga el empresario y lo que recibe el trabajador. Esa rebaja figuraba de forma estelar en el programa del centro-izquierda y, si se aplica, mejorará la competitividad de los productos italianos.

Pero el pez se muerde la cola: si el Estado pierde los ingresos representados por esos cinco puntos, deberá compensar la pérdida con un recorte adicional de otros 10.000 millones de euros en el gasto público. Y no hay rigor que llegue a tanto. Habrá que ver cómo se las arregla Tommaso Padoa-Schioppa para que la sangre no sea la de su propio Gobierno.

Romano Prodi, a las puertas del palacio del Quirinal, tras anunciar su gobierno al presidente italiano.
Romano Prodi, a las puertas del palacio del Quirinal, tras anunciar su gobierno al presidente italiano.AP

El recorte después del referéndum heredado de Berlusconi

El Gobierno italiano, con Romano Prodi y Tommaso Padoa-Schioppa al frente, ha preferido guardar las malas noticias del presupuesto extraordinario hasta después de las elecciones municipales, celebradas a fines de mayo, y del referéndum

[sobre la reforma constitucional, heredado de Berlusconi] que se celebra hoy y mañana. La austeridad no es popular, al menos en un primer momento, por más que Padoa-Schioppa adopte la actitud de un médico e insista en que "los efectos benéficos de la cura se harán sentir desde su mismo inicio, al menos a un nivel psicológico".

Al electorado se le puede endulzar la píldora, pero es más difícil convencer a los ministros y parlamentarios de partidos como Refundación Comunista y Comunistas Italianos, vitales para la supervivencia política de Prodi (en 1996 cayó cuando le abandonaron) y comprometidos con sus votantes a no tolerar el más mínimo recorte en el llamado gasto social.

Fausto Bertinotti, presidente de Refundación Comunista y de la Cámara de Diputados, lanzó una advertencia el jueves: "Elevar la edad de jubilación", dijo, "sería un crimen social". "Es cierto que hoy las expectativas de vida son mayores, pero no se distribuyen de forma homogénea entre toda la población. Me siento mal", explicó, "cuando encuentro a obreros de mi edad, porque aparentan 10 años más que yo".

Con esas palabras, Bertinotti hizo saber a Padoa-Schioppa que no le convenía tocar las pensiones. El mayor sindicato, la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), de tradición comunista, advirtió por su parte de que no quería ni escuchar nuevas propuestas de congelación salarial, e insistió en la necesidad de abolir la llamada ley Biaggi, aprobada por el anterior Gobierno de centro-derecha para flexibilizar el mercado de trabajo. Según la CGIL, la ley condena a los jóvenes a la precariedad; según el Fondo Monetario, la Comisión Europea, el centro-derecha y el sector moderado del centro-izquierda, la ley Biaggi es la única explicación de que el desempleo (7%) sea el único indicador macroeconómico a un nivel tolerable, y de que Italia haya creado en el último trienio medio millón de puestos de trabajo al año (el 60% de ellos, de baja retribución y ocupados por inmigrantes).

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