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Columna
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El hombre de DonostiSS

¡Tenemos hombre! Hasta ahora, DonostiSS podía presumir de bahía, marco incomparable, Quincena Musical -lo que nos aproximaba a Salzburgo, según nuestro incomparable alcalde- y Sagrado Corazón (como Río de Janeiro). Ahora tenemos hombre, el Hombre de Jaizkibel, porque así como en su día, o sea hace 8.300 años, el Hombre de Jaizkibel tiró hacia lo más principal, el mar, de vivir ahora tiraría hacia lo más importante, la capital, o sea, DonostiSS. De modo que ya pueden irse callando quienes creen que, por pillarles Jaizkibel más cerca, el Hombre de Jaizkibel es suyo. Para empezar, sería patrimonio de la Humanidad, con el permiso de quienes deben de estar considerando que, por provenir del enterramiento más antiguo descubierto, por ahora, en Euskadi, se trata del primer vasco. Máxime por hallarse al borde de ese Neolítico -pertenece en realidad al Mesolítico avanzado- tan caro a nuestro presidente. Pues bien, ese presunto primer vasco (en medios nacionalistas le consideran ya un arrantzale) conseguía el cincuenta por ciento de su aporte nutricional en el mar, a bordo de la presunta primera trainera, y se ha conservado en medio de una montonera de conchas que han impedido que la acidez del suelo se lo comiese. Pero, ¡ay!, lo conservado no llega para sacarle el ADN, con lo que todos aquellos que ya soñaban con emparentarse y hacerle su ancestro van, como se suele decir, de culo, expresión que viene al pelo dado el tono anatómico forense que la crónica iba adoptando.

Una cosa está clara: podemos presumir de un hombre que es 4.000 años más viejo que aquel otro pobre encontrado en un glaciar austriaco y que no se sabe muy bien por qué le llamaron Otzi, como no sea para probar que hubo una época en que todo era vasco. Pero volvamos a las posibles reivindicaciones. Jaizkibel siempre ha sido un costillar montañoso que ha separado más que unido; basta echar un vistazo a las broncas multiseculares que uno de sus accidentes -el puerto de Pasajes- suscitó entre DonostiSS y Oiartzun y Rentería. El Hombre de Jaizkibel no ha podido llegar en mejor momento. Porque si tenemos hombre, muy pronto vamos a tener incineradora, y el Hombre de Jaizkibel nos puede venir bien para un cambalache. Estaba nuestro pobre alcalde más asaeteado que el patrón de la ciudad que rige con motivo de las basuras. De hecho, la propia Diputación, de color nacionalista, no hacía más que echarle toda clase de desperdicios para que nuestro Odón se mojara (como si no estuviera chito con tanta escupitina) y decidiera de una santa vez dónde colocaba la incineradora, porque no podía -le notificaban, le incriminaban y le maldecían- optar por otro método de tratamiento de residuos. ¿Que DonostiSS quemara su basura en la incineradora que estaba prevista para la comarca de Jaizkibel y el Bidasoa? ¡Antes muertos, o sea, incinerados!

Supongo que ya van adivinando adónde quiero llegar. Una vez que Odón ha decidido a regañadientes escoger un emplazamiento para la indeseada e indeseable incineradora, resulta que los de Jaizkibel y el Bidasoa encuentran que les queda muy cerca, tan cerca que ya están pensando prescindir de su incineradora y aprovecharse de la de DonostiSS. Qué bonito, ¿verdad? Pues ahora tiene la ocasión nuestro intrépido e ilusionante alcalde para hacerles saber lo que es bueno. Como seguramente tendrá que tragar, qué asco, con la basura que no es suya ni nuestra, nada mejor que reivindicar para DonostiSS el Hombre de Jaizkibel y hacer de él el emblema de aquella proto-DonostiSS que todos llevamos en el corazón. Y como las gentes de Jaizkibel y del Bidasoa se pongan tontas, cogemos el Hombre de Jaizkibel y lo quemamos en nuestra incineradora. Seguro que no había forma más hermosa de inaugurarla.

Pero no nos pongamos recalcitrantes y mostremos nuestra faz más tolerante. En vez de quemar el Hombre de Jaizkibel, hagamos palillos de tambor con sus venerables huesos en homenaje a nuestro posterior santo patrono, y, si hay que quemar algo, quememos la incineradora.

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