El embrujo del toro
Chano Aparicio fue el mejor corredor de encierros de Ciudad Rodrigo
"El toro tiene algo de fantástico. Un embrujo que atrae, algo mágico que hace que en toda España muchas fiestas hayan girado en torno a él". Santiago López Aparicio, Chano Aparicio, como lo conocen en Ciudad Rodrigo, la localidad salmantina que lo vio crecer, nació "entre toros" y los ha vivido "intensamente y con emoción". Y los encierros a caballo en los que corrió, donde el astado es conducido desde el campo a la plaza por mozos y jinetes que marchan junto y delante de sus pitones, fueron durante 20 años la máxima expresión de su pasión taurina.
Su ciudad -"no pueblo: hay catedral, obispado y un parador de turismo"- se jacta de ser una de las más antiguas en las que se celebran este tipo de festejos. "Pero no hay ningún otro lugar del mundo donde se celebre el Carnaval del Toro", señala orgulloso Chano. Si por algo se conoce a la antigua Miróbriga es por esa rareza tauromáquica que resulta de unir a la máscara los pitones. Aunque esto no suponga, como podría pensarse, que al toro se le pongan los afeites de Polichinela, sino que allí las capeas, encierros y desencierros (tras el festejo los toros son devueltos al arrabal) se unen, cuando no superan, en protagonismo a las charangas y los bailes carnavaleros.
Santiago recuerda con nostalgia aquellos días en que saltaba al campo "bien preparado". Le brillan los ojos, sonríe con timidez y alza el sexagenario rostro mascando los recuerdos de antaño, midiendo sus palabras y construyendo el diálogo como una buena carrera delante del toro. "Yo vivía por y para los encierros todo el año. Me cuidaba mucho, aunque he de reconocer que también tenía aptitudes. Los corrí 20 años, hasta que cumplí los 40". Entonces, comprendió que sus condiciones físicas ya no eran las adecuadas.
"Es como torear. El mismo orgullo, el mismo sentimiento al ponerse delante del animal". Habla con fervor, con nostalgia, y mira una y otra vez un par de fotos en las que aparece corriendo ante los animales. Abre el tomo Toros y fiestas populares de la colección de EL PAÍS La mirada del tiempo, en el que una imagen similar aparece y explica: "Hay que tener afición, agilidad, reflejos, un sentimiento especial para vivir el toro y saber medir muy bien la distancia entre animal y animal. Al principio estás nervioso, luego tranquilo, te amoldas a la carrera -marca el trote regular del morlaco lentamente con las manos- y cuando no puedes más -chasquea los dedos- te sales".
En Ciudad Rodrigo hubo encierros incluso durante la Guerra Civil. Y la tradición se ha mantenido igual durante siglos. El albero en el que finalizan los encierros se monta con tablones en la plaza Mayor "como hace 200 años". Un recorrido de casi 600 metros en ciudad. "El registro, calle Madrid, plaza Mayor...", enumera Chano. Él corría casi 400 de ellos. "Tengo una cornada en una pierna -mide con sus dedos índice y pulgar unos veinte centímetros-. Pero eso no es lo importante. Lo bonito es correr. Imagínate el invierno, frío, con los cascos de los caballos golpeando en las calles y sintiendo el vaho del morlaco en tu espalda... Es como cortejar a una mujer. O mejor".
Babelia
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