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Reportaje:

La URSS en blanco y negro

El Photomuseum de Zarautz recupera la historia de la fotografía y la sociedad soviéticas entre 1920 y 1960

El todopoderoso Estado soviético negó entre 1920 y 1960 la independencia artística a sus fotógrafos. Primero, acusó a los pictorialistas de abanderar valores burgueses y utilizó su maquinaria represiva contra ellos; después, sometió a un control férreo a los constructivistas y utilizó a los reporteros con fines propagandísticos durante la Segunda Guerra Mundial. Más tarde, se aprovechó de la fuerza de sus imágenes para afianzar los estereotipos culturales comunistas. El Photomuseum de Zarautz revisa hasta el próximo 2 de julio esa historia de la fotografía, fiel espejo del devenir de la sociedad de la URSS.

La exposición, promovida por la galería Kowasa de Barcelona, reúne 95 imágenes en blanco y negro tomadas por algunos de los fotógrafos soviéticos más reputados del siglo XX. Está dividida en cuatro apartados: el periodo posrevolucionario, la Segunda Guerra Mundial, el realismo socialista y la fotografía deportiva. El primero engloba los años entre 1920 y 1934, cuando se dio "una potente combinación de estéticas nihilistas, impulsada por el decidido deseo de documentar los arrolladores cambios que forjaban el destino de una recién nacida Unión Soviética", escriben Kapil Kachru e Ilya Rozhdestvensky en el catálogo de la muestra. De esa época datan el retrato que Abram Shterenberg hizo del poeta Maiakovski (hacia 1920) o el famoso primer plano que Aleksandr Rodchenko robó a su madre (1924).

Hasta casi 1928 el arte fotográfico tuvo la posibilidad de desarrollarse, pero entonces cambió su suerte. El Estado no veía con buenos ojos el trabajo de los pictorialistas por preconizar valores burgueses y oponerse a la colectivización de la agricultura e hizo suya en ese momento una reflexióN de Lenin de 1917: la fotografía debe ser utilizada exclusivamente como herramienta ideológica y controlada de una manera férrea. La puso en práctica con la represión.

Los pictorialistas no fueron las únicas víctimas. Para 1932 se habían desmantelado las organizaciones artísticas y dos años después, cuando se impuso el realismo socialista como único arte autorizado, ya sólo estaba permitido tratar temas bendecidos por el Estado, lo que afectó el trabajo de constructivistas como Rodchenko, Borís Ignatovich, Eleazar Langman, Semyon Fridlyand y otros que buscaban ofrecer una nueva visión de la realidad socialista. Con todo, según recuerda el catálogo, siguieron "alimentando el brutal realismo de la fotografía de la Segunda Guerra Mundial y la feroz exageración del fotomontaje, así como las generalizaciones politizadas del realismo socialista".

Con la contienda apareció al principio una fotografía espontánea. Entre 1941 y 1943, la prensa soviética e internacional publicó imágenes de las batallas y la huella que dejó la invasión alemana.

Soldados

Mark Markov-Greenberg retrató a dos soldados armados en medio de la refriega; Ivan Shagin documentó un ataque de artillería desde los suburbios de Moscú y Mikhail Trakhman fotografió las evacuaciones de mujeres y niños.

Los reporteros disponían entonces de libertad para reflejar los horrores de la guerra, pero la publicación de las imágenes estaba sometida a estrictos controles, a veces a cargo del propio Stalin. Muchas de ellas se utilizaban para la propaganda y el autobombo. En la exposición figuran, por ejemplo, dos obras de Alexander Zhitormirsky: en la primera se ve a una compañía de soldados alemanes; en la segunda, sólo siete de ellos forman junto a decenas de cruces con los cascos de los caídos en la contienda.

Tras la guerra se impuso de nuevo el realismo socialista, la propaganda de los valores del Estado, la fotografía con fines políticos. Sólo unos pocos gozaron del beneplático del régimen para expresarse con libertad. Entre ellos, quienes como Lev Borodulin se especializaron en reportajes deportivos, entendidos también como una plataforma más para la propaganda.

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