La nueva arrogancia rusa
Los dirigentes del Kremlin exhiben prepotencia amparados en la opacidad informativa y la boyante situación económica
Con los petrodólares desbordando las arcas de Rusia, la prepotencia en relación a Occidente impregna cada vez más la vida pública de este país y aflora en el discurso de sus dirigentes. Tanta locuacidad para fustigar a ajenos contrasta con la cerrazón informativa a la hora de explicar las motivaciones de la política interior del Estado.
Ante los directores de agencias informativas de los países del G-8, el presidente Vladímir Putin adoptó el viernes pasado un tono cortante e incluso vulgar en temas variopintos. ¿Devolver las islas Kuriles a Japón? "Rusia jamás consideró que tuviera que devolver unas islas a nadie", dijo el presidente, pese a admitir que en 1956 la URSS se había comprometido a restituirlas. "Paguen", "paguen", "paguen", repitió el líder cuando se trató sobre la dependencia energética de Ucrania respecto a Rusia. "Si quieren seguir apoyando todo lo que allí sucede, paguen por ello, ¿por qué tenemos que hacerlo nosotros?", espetó.
Si Rusia permite a Occidente el acceso a la infraestructura de extracción y transporte de recursos, "ustedes, ¿a qué nos darán acceso?", planteó Putin a bocajarro. ¿Se sumará Moscú a las sanciones a Irán, si Teherán no acepta las últimas propuestas? "Si la abuela tuviera determinadas características sexuales, sería el abuelo", dijo el presidente, rechazando las hipótesis. Y para que nadie crea que Rusia puede verse en aprietos si el crudo se devalúa, Putin aclaró que incluso un precio de 30 ó 40 dólares por barril no influiría en el desarrollo de la economía rusa, porque el presupuesto estatal se calcula a partir de 27 dólares por barril.
El sistema creado a la medida de Putin está en su apogeo. El presidente de Rusia cuenta con el sólido apoyo de sus conciudadanos, ansiosos de estabilidad, y con un fondo generado con los ingresos de los hidrocarburos que sumaba más de 52.000 millones de euros en mayo. La élite corporativista que marca el rumbo del Kremlin ha dejado de fingir que gestiona un proceso democrático y exhibe cada vez más su carácter codicioso y autoritario, al tiempo que juega peligrosamente con el nacionalismo y alienta sueños imperiales arcaicos.
Los responsables de la política rusa practican hoy el "impresionismo informativo", es decir, sustituyen el rendimiento de cuentas al ciudadano por el intento de despistarlo mediante unas cuantas pinceladas de la realidad. Justamente el "impresionismo informativo" ha dominado el cese del fiscal general Vladímir Ustínov el pasado viernes. Antes habían perdido su puesto algo más de una docena de altos funcionarios, procedentes del servicio de Aduanas, Seguridad, Ministerio del Interior y Fiscalía y tanto Putin como el fiscal caído en desgracia habían dado a entender que el Kremlin volvía a iniciar una campaña a gran escala contra la corrupción. Los destituidos, no obstante, no fueron ni acusados ni detenidos. El máximo responsable de Aduanas de Rusia (un servicio que genera grandes beneficios) fue destinado a "otro trabajo" y sustituido por un antiguo colega de Putin en los servicios de espionaje de la URSS.
Ante la serie de ceses, los analistas tienen la impresión de estar ante un reajuste en el reparto de los beneficios generados por la gestión pública o ante una nueva operación de imagen. Una encuesta entre casi 4.000 oyentes de la emisora El Eco de Moscú, realizada antes del cese de Ustínov, revelaba que el 93% no creía que el Kremlin hubiera iniciado una campaña contra la corrupción, frente a un 7% que sí lo creía.]Con la opacidad informativa que caracteriza hoy la política rusa, Serguéi Mirónov, el jefe del Consejo de la Federación o cámara de las regiones, decidió librarse de cuatro de sus senadores. Alegando sin pruebas que éstos compaginaban su actividad parlamentaria con los negocios, Mirónov ordenó a cuatro regiones (tres siberianas, ricas en recursos naturales, y otra del lejano oriente) que cesaran a sus representantes en la Cámara alta. El alto funcionario hacía uso así de las prerrogativas adquiridas gracias a la reforma que, entre otras cosas, sustituyó a los senadores elegidos por otros designados y convirtió el Consejo de la Federación en un club de millonarios, algunos de turbios negocios.
El cuadro de relevos se completa con el cese del gobernador de la comarca autónoma de los Nenets, Alexéi Bárinov, que se ha convertido en el primer funcionario de este rango encarcelado en la Rusia postsoviética.
El Parlamento no pregunta
En un cuarto de hora, sin hacer preguntas, el Consejo de la Federación, o cámara de las regiones, aceptó el pasado viernes el cese "por razones técnicas" del fiscal general de Rusia, Vladímir Ustínov, uno de los funcionarios claves del Estado. Los protagonistas del suceso callan, no ha habido informaciones oficiales verosímiles y los comentaristas inscriben el cese en distintos esquemas de la lucha por sustituir a Putin en 2008. Desde El Eco de Moscú, la periodista Yulia Latínina insinuaba que la marcha de Ustínov responde al temor de una posible alianza entre el ex fiscal, el vicejefe de la administración presidencial Igor Sechin y el alcalde de Moscú Yuri Luzhkov.
Sechin es considerado el ideólogo de la promoción de veteranos de los servicios de seguridad como él mismo para controlar los negocios más rentables. A este funcionario se le atribuye la campaña contra el oligarca Mijaíl Jodorkovski, que cumple condena de ocho años en un penal de Siberia.
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