Hermoso de Mendoza, apoteósico
Ayer rejonearon en Las Ventas dos niños y un señor. Este último, Pablo Hermoso de Mendoza, señor por edad y, sobre todo, por magisterio, salió a hombros por la Puerta Grande después de protagonizar una tarde apoteósica en una demostración de suprema torería al mando de una cuadra de caballos valientes y artistas que dejaron a los espectadores con la boca abierta. Es la segunda vez que el rejoneador navarro sale este año a hombros de esta plaza, pues ya triunfó el pasado 19 de mayo, pero se le ve tan sobrado de facultades y con tal dominio de las distintas suertes, que da la impresión de que triunfaría cuantas veces se lo propusiera. Los dos niños son João Moura y Leonardo Hernández, hijos de padres del mismo nombre, por lo que en el cartel se añade la aclaración de hijo. La verdad es que los toreros mal llamados de dinastía se están convirtiendo en una plaga. No hay torero que se precie que no tenga un vástago que pretenda emular sus hazañas. Pero también podrían los papás evitar la duplicidad de nombres para no caer en la confusión y, ante todo, en la sospecha de que los niños aprovechan el rebufo de sus progenitores. Moura tiene 17 años y uno más su compañero, muy jóvenes todavía para competir con el consagrado maestro; pero les honra el gesto de venir a Madrid junto a Hermoso de Mendoza. Ayer, tuvieron ocasión de aprender y seguro que tomaron buena nota. Ambos están empezando y apuntan maneras muy esperanzadoras. Los dos pasaron el examen con aprobado, si bien fallaron en demasía en la colocación de las banderillas y se dejaron tropezar las cabalgaduras. Destacó más espectacularidad y el ceñimiento del portugués sobre Hernández, que torea muy despegado.
San Román / Hermoso, Moura, Hernández
Toros despuntados para rejoneo de Fidel San Román, bien presentados, muy flojos, nobles y manejables. Pablo Hermoso de Mendoza: rejón trasero (dos orejas); rejón trasero (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande. Joao Moura hijo: bajonazo y rejón trasero (ovación); rejón trasero (oreja). Leonardo Hernández hijo: pinchazo y rejón en lo alto (silencio); rejón trasero y bajo (oreja). Plaza de Las Ventas. 4 de junio. Casi lleno. El Rey don Juan Carlos y la duquesa de Lugo presidieron desde el palco real.
De todos modos, no era fácil estar a la altura de las circunstancias tras la tremenda conmoción producida por Hermoso de Mendoza, que no dio una pasada en falso, templó ambos toros con maestría y destacó sobremanera en los tercios de banderillas, a pesar de la falta de fuerzas de sus dos toros. Con los garapullos utilizó dos caballos, uno en cada toro, auténticos prodigios de torería y temple. Con el primero los pares resultaron ajustadísimos, y caballo y caballero pisaron terrenos que parecían imposibles, clavando casi siempre en todo lo alto. Con el segundo caballo provocó una auténtica apoteosis al clavar banderillas al quiebro, y culminó su actuación con un par de cortas a dos manos que levantó al público de sus asientos. Si hubiera que ponerle un pero a la actuación del navarro, debe quedar constancia de que los dos rejones de muerte quedaron traseros. A pesar de ello, el maestro consiguió cuatro merecidas orejas, que pusieron colofón a una triunfal tarde de un artista que parece no tocar techo, que monta caballos espectaculares, pero siempre desde la más ortodoxa torería de quien está marcando una época de extraordinario apogeo del toreo a caballo.
Justo es reconocer que el niño Moura se creció en el segundo, se le perdonaron fallos y se cantaron excesivamente algunos quiebros. El público pidió las dos orejas, pero el presidente, con buen criterio, dijo que debe seguir aprendiendo. El niño Hernández tuvo en el último una actuación muy entregada. Destacó en banderillas y falló con las cortas al violín, aunque a esas alturas de la tarde casi todo daba igual. Mató de un rejonazo muy trasero y el chaval no cabía en sí de gozo cuando vio que asomaban los pañuelos.
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