Cómo arrasa Uribe
El presidente colombiano, Álvaro Uribe, no sólo ha ganado en primera vuelta, sino que ha arrasado; en las urnas, y a todos los analistas como el abajo firmante, que -bien que hace unos meses- creían posible una segunda vuelta. Pifia grandiosa. Pero si es cierto que ha logrado que le vote un millón y pico más de colombianos -el 62% de los sufragantes- no ha conseguido, ni él, ni los demás candidatos, que fueran a votar más colombianos: sólo un 45%, como en 2002. Ése es el límite de su formidable victoria.
¿Por qué gana y cómo el jefe del Estado colombiano?
En el índice de inestabilidad que publica la revista Foreign Policy, Colombia aparecía en 2005 el número 14 de los peores y el año pasado mejoraba hasta el 27 entre 148 Estados, de los que el último es Sudán, Estado fallido. Los renglones en los que se computa esa falibilidad son seis: elites ineficaces; desplazamiento interno de poblaciones; Estado dentro del Estado (las FARC); zonas sin presencia del Estado; grave desigualdad social y económica (inequidad, dicen en Colombia); y masiva fuga de cerebros. En todos ellos la sociedad colombiana queda mal parada y los compiladores del índice la siguen considerando "vulnerable a la violencia y al conflicto", aunque no Estado fallido. Pero el país político colombiano, ese 45% que vota, percibe una fortísima mejora de la seguridad ciudadana, y las estadísticas oficiales aseguran que los secuestros han caído -aunque desde un nivel Guinness- en un 40%; las muertes violentas, en más de un 20%; y que Bogotá es hoy una ciudad bastante segura.
El flagelo de la violencia -guerrillera o en traje de calle- está tan presente en el imaginario colombiano que, como dice Eduardo Pizarro, politólogo independiente con un baño de Uribe: "Su jefe de campaña son las FARC". Mientras perdure la violencia de una guerrilla que se dice comunista, difícilmente el votante va a elegir a un marxista, ex marxista o pos marxista, aunque sea un gran demócrata, sino que va a preferir a un autoritario de derecha. Uribe.
Pero hay otro límite a ese triunfo: hoy ya existe la izquierda. El presidente domina el Congreso desde las elecciones del 12 de marzo, por lo que esos límites no son legislativos, sino de marcaje social y ciudadano. La coalición de izquierdas, Polo Democrático Alternativo, ha colocado en segundo lugar al senador Carlos Gaviria, con un 22% del voto, magnitud que sabría a poco en países más construidos, pero que en Colombia es todo un exitazo. Y, paralelamente, esa pareja de ganador y colocado, arroja a las tinieblas exteriores a Horacio Serpa, el candidato oficial del liberalismo, que no llegó ni al 12%. Como dice el profesor de Oxford Eduardo Posada Carbó, que es uribista de corazón y de reelección, "el bipartidismo ya se acabó". Pero sí apunta una fórmula sucesoria.
El conservadurismo (conservatismo en colombiano) está desaparecido y ni siquiera en combate, porque apoya a Uribe; y el liberalismo, tras casi dos siglos de hegemonía electoral, no parece tener más futuro que injertarse en un nuevo bipartidismo: su ala derecha entrando en alguno de los partidos que querrán perpetuar el uribismo en 2010, o tratando de reconstruir el liberalismo en torno a un Uribe que nadie puede garantizar que no aspire a un tercer mandato; y el centro y la izquierda -¿qué dice Samper?- engrosando las filas del Polo que también anima como corredor de fondo, el alcalde de Bogotá, Lucho Garzón.
Pizarro, deseoso de que nadie crea que ha vendido su alma al uribismo, estima que "en 2010 -si hay paz- la izquierda puede llegar al poder, para comenzar a responder a la inmensa deuda social de Colombia". Y el director de la Fundación Seguridad y Democracia Alfredo Rangel da como probable que en ese segundo periodo haya negociaciones con las fuerzas de Marulanda. Hasta ahora el guerrillerismo presuntamente de izquierda ha contribuido a bloquear la aparición de una fuerza política de ese signo; pero si esas conversaciones fracasan o se demuestra que en cuatro años más tampoco Uribe puede con las FARC, el desencanto en que se sumiría la hoy hipostasiada opinión colombiana, podría hacer elegible a un candidato de esa nueva izquierda, que sería la peor enemiga de la guerrilla por atacar los males que, en parte, la han hecho posible.
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