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Reportaje:65ª Feria del libro de Madrid

Gredos, fascinación por los clásicos

La editorial, que lleva desde 1944 publicando títulos de referencia, inicia una nueva etapa

Las cajas desperdigadas por la sede de la editorial Gredos en Madrid son reveladoras de una época de transición. Y es que los clásicos también cambian. El pasado 24 de marzo, RBA adquirió el total de las acciones de Gredos. "Nos decidimos a vender la editorial por el compromiso de RBA de mantener las líneas editoriales de Gredos", asegura Manuel Oliveira, uno de los directores salientes.

Corría el año 1944 y Julio Calonge, Valentín García Yebra y José Oliveira estaban preocupados porque creían que la cultura clásica grecolatina estaba desatendida. Por eso, la editorial Gredos empezó publicando textos griegos y latinos para la segunda enseñanza. Desde entonces, no han descuidado ningún tipo de clásico y han suplido su escasa popularidad con ediciones con prólogos actuales, traducciones fiables y notas explicativas. Comprensibles y útiles tanto para bachilleres como para expertos. Platón, Homero y Aristóteles son algunos de sus best sellers, y Gredos, desde hace ya varias décadas, una editorial clásica de referencia.

Manuel Oliveira: "A veces nos equivocábamos y hacíamos un best seller"

El sello completa su catálogo de clásicos con la Biblioteca Románica Hispánica, la Biblioteca Clásica, los Clásicos Medievales y la Biblioteca Universal. En ellas aparecen impresos nombres como Dámaso Alonso, Rafael Lapesa, Alonso Zamora Vicente o William Labov.

Gredos siempre ha sido una suerte de familia literaria. Los padres fundadores cedieron el testigo a sus hijos, Isabel Calonge, Pilar García Mouton y Manuel Oliveira. Y ellos son quienes se lo han cedido a RBA. "Era el momento", resumen a modo de justificación. Después de 62 años, la familia Gredos se despide satisfecha: la editorial ha sobrevivido en la zozobrante industria editorial y goza de prestigio nacional e internacional. "Si dices Gredos en el extranjero piensan antes en una editorial que en una sierra madrileña", señalan con orgullo.

Pronto empezaron a ligarse el prestigio y el rigor a la labor de la editorial Gredos. Quizás, más inadvertido pasó otro de sus atributos principales -y fundacionales de la editorial-: la valentía.

Escribió el poeta, filólogo y crítico literario Dámaso Alonso: "Los chicos de Gredos venían a verme de cuando en cuando [...] porque deseaban que les diera una obra para su editorial. Hasta que un día les dije: 'Voy a hacer más. Voy a crear -si les parece bien- una biblioteca especial filológica, fundamentalmente hispánica, que atienda también, en la medida de lo posible, a lo romántico. Pero me temo que van a perder ustedes...'. No me dejaron acabar: 'No se preocupe usted de eso'. Qué editores tan valientes, pensé yo, y sentí un poco de remusguillo por la aventura peligrosa en que los metía".

La aventura resultó no ser tan peligrosa y la valentía siguió unida al sello clásico. "Siempre hemos sido una editorial atípica, publicábamos libros que se sabía que no iban a dar dinero, pero sí prestigio", asegura Oliveira. "De todas formas, alguna vez nos equivocábamos y hacíamos algún best seller", bromea.

El más vendido, reconocen, es el Diccionario de oso del español, de María Moliner. Otra de las osadas apuestas de la editorial. Hasta tuvieron que ampliar su imprenta. "Corominas decía que los de Gredos estaban locos", comenta Isabel Calonge. La elaboración de tal descomunal obra fue ardua pero, a pesar de todo, y de que María Moliner venía cuando estaba ya todo hecho y "lo destrozaba", hablan de "doña María" con visible afecto.

Aunque no esperaban que tuviera tal repercusión. "Nunca pensamos que fuese a hacer sombra al de la Real Academia", prosigue Calonge. "Es un diccionario al que todos tenemos mucho cariño, un diccionario que interiorizas, te mudas, te divorcias y te lo llevas".

Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, de Joan Corominas, y Diccionario de expresiones y frases latinas de Víctor José Herrero Llorente -"perfecto para ésos a los que les encanta meter latinajos", apuntan-, también figuran en su lista de éxitos editoriales.

Sus catálogos están plagados de clásicos, pero eso no significa que Gredos se resista a la innovación. "Y, mira, los de Gredos parecemos muy clásicos pero sacamos el diccionario de doña María en CD-ROM antes que los de la Real Academia", apunta Calonge. Y ésa no fue la única "revolución": todavía recuerdan la del PDF. "Fue maravilloso", dice Calonge. Otro ejemplo: "Hace unos años nos dimos cuenta de que nuestros libros no aguantaban un escaparate, eran todos iguales, por eso tratamos de modernizarlos". Su evolución bien la ilustra "la cabra de Gredos" -una capra hispánica, precisan-: desde las clásicas a las picassianas o de diseño, o incluso una rampante y contenta tras recibir el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural.

"La cabra de Gredos" no fue la única en alegrarse cuando el Ministerio de Cultura les otorgó el Nacional en 1996. "Pensamos que se lo estaban dando a nuestros padres por toda la labor que habían realizado", asegura Pilar García Mouton, que completa la terna de directores de Gredos. "Y aunque no suene muy modesto, no nos pilló desprevenidos", añade.

En Gredos, los libros no se corrigen, se leen. "No hacemos corrección de estilo, sólo sugerencias", resumen. Una situación clásica: Fernando, corrector del sello, revisa una traducción. Una nota de la traductora remite a un párrafo de Aristóteles. Él busca ese párrafo y ve que no habla de lo que se supone que debe hablar. La traductora se había equivocado, el corrector se lo comunicó y ella, agradecida, buscó el párrafo correcto. Y es que en Gredos, confiesan, han tenido correctores muy temidos "pero respetuosos". En concreto, la traducción ha sido un tema difícil. "Hemos rechazado algunas, otras las hemos vuelto a hacer, nunca hemos escatimado en traducciones".

Ponen punto final a una época "legítimamente orgullosos y esperanzados". Aunque todavía no se han despojado del todo de la extrañeza de "ya no" pertenecer a la editorial por la que tanto han trabajado. "Celebrábamos aquí todos juntos [en la sede] los Reyes", dice Calonge. "Y era como una tradición pasarse por aquí los sábados", agrega Oliveira.

Llega el turno de palabra de García Mouton: "Nos da la impresión de que pasamos un testigo", concluye.

De izquierda a derecha, Pilar García Mouton, Manuel Oliveira e Isabel Calonge.
De izquierda a derecha, Pilar García Mouton, Manuel Oliveira e Isabel Calonge.CRISTÓBAL MANUEL
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