Ideas sobre Cristo y Buda
LXV
Un hombre a quien, a fin de cuentas, nunca convencen los filósofos, es, a su vez, un filósofo. Asusta el tamaño de las ruedas de molino con que comulgan los estudiantes de filosofía, desde que el escepticismo ha pasado de moda. El escepticismo extremado naufraga en el absurdo como cualquier otra corriente filosófica en el mismo caso, pero, entre ciertos límites, será siempre fecundo. En cambio, aterra pensar lo que puede ser una nueva escolástica sin el valor ancilar que tuvo en la Edad Media, una filosofía dogmática para defender por motivos pragmáticos los dogmas destruidos, los altares, de dioses en quienes nadie cree.
LXVI
Unos cuantos jóvenes, quienes no parecían mal dotados para el trabajo filosófico, hacen hoy una literatura católica, perversa y malsana, política, en el peor sentido de la palabra. ¡Es lástima! Y en torno a ellos ¡cuántas flores de patinillo! ¡y cuánta repugnante lombriz de caño sucio!
TEXTO INCOMPLETO
Que la impongan o no, es otra cuestión; pero el prestigio de esa sociedad no puede nunca menoscabarse. Porque si las grandes naciones tienen interés en mantener la paz, subsistirá la sociedad y, en caso contrario, la sociedad dejará de existir, y mal puede fracasar una sociedad no existente.
SIN NUMERAR
Por culpa de Aristóteles y, antes, de Platón, decía mi maestro, no ha habido una filosofía cristiana. ¿Por qué no habíamos de intentarla nosotros? Me refiero a una interpretación metafísica del hecho cristiano, a saber: la venida de Dios al mundo para salvarlo, su breve vida entre los hombres, su participación en el tiempo, horro todo ello, de ese magnífico, terrible andamiaje del intelectualismo helénico. Olvidemos esa gran catedral que es, al fin, la escolástica, cuya fábrica asombra y cuya belleza seduce. Y reflexionemos sobre el hecho cristiano, que nada tiene que ver con esa catedral y que es, infinitamente más bello.
Porque el hecho de que Dios haya venido al mundo, haya bajado al mundo, y tomándose el trabajo de nacer hombre, para darnos una breve lección de humanidad perfecta sin traspasar -y esta es la gracia- los límites de lo humano -los milagros y portentos del Cristo no añaden gran cosa a su figura- es algo, dentro de lo religioso, realmente original. Cuando se le compara al Cristo con el Buda, se comete un error bastante grosero. El Buda fue un príncipe que alcanzó la santidad o la sabiduría y fundó una religión atea, la del nirvana. Lejos de mi ánimo el negar su grandeza. Pero el hecho contrario tiene muy otra significación.
X
Porque o yo no entiendo nada de cristianismo, y soy uno de los muchos villamelones de la exégesis evangélica que andan por el mundo, o lo propio del Cristo no fue el dictar al hombre lecciones de humildad, sino de humanidad, mostrándole cómo Dios, él mismo Dios, puede ser hombre. Dicho de otro modo: cómo el hombre debe ser hombre para agradar al padre que como a tal hombre lo crió. Ahí va mi hijo, que él mismo os lo enseñe. Tal es, a mi entender, el más hondo sentido. Esta hazaña no pudo estar nunca reservada al Dios antitético, maestro inmóvil y pura inteligencia que se pensó a sí mismo: un Dios que nada ha creado y que no puede moverse ni ir a ninguna parte condenado a ser, porque en verdad no está en parte alguna.Una selección de los textos manuscritos del poeta sevillano muestra la riqueza y profundidad de sus reflexiones
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