Un grupo de 'marines' mató de forma "metódica" a 24 civiles indefensos en Irak
Un informe del Pentágono confirma que los militares dispararon contra mujeres y niños
Los excesos vuelven a manchar la actuación de las fuerzas de Estados Unidos en Irak. La prensa estadounidense revelaba ayer detalles de una investigación sobre la muerte de dos docenas de civiles, entre ellos mujeres y niños, a manos de un grupo de marines que actuaron de forma "indiscriminada" y "metódica", en represalia por una bomba que estalló el pasado 19 de noviembre al paso de un convoy en la ciudad de Haditha y que acabó con la vida de un soldado estadounidense. Fuentes del Departamento de Defensa indicaron ayer que las pesquisas continúan y que los autores podrían ser sometidos a un proceso criminal.
Lo que se contó en un primer momento sobre la muerte de estos civiles indefensos dista mucho de lo descubierto por la investigación militar, según se desprende de las informaciones publicadas ayer por los principales diarios nacionales estadounidenses. Los hechos tuvieron lugar en uno de los bastiones de la insurgencia suní, en la provincia de Al Anbar, al oeste de Irak, a raíz de la bomba que acabó con la vida del estadounidense Miguel Terrazas.
Los compañeros del marine rastrearon la zona en busca de los responsables del ataque al convoy. El Pentágono explicó entonces que murieron 15 civiles como consecuencia de la bomba o por el fuego cruzado entre soldados e insurgentes. Ahora se cree que los soldados mintieron para ocultar lo que podría ser una matanza, como ya indicó semanas atrás la revista Time, reportaje que forzó la investigación de lo sucedido por parte del Servicio Naval de Investigación Criminal.
Los primeros resultados del informe están en manos del Comité de Servicios Armados del Senado. Las evidencias, como señalaba ayer The New York Times, revelan que la incursión de los marines duró entre tres y cinco horas, durante las cuales los soldados, como represalia por la muerte de su compañero, dispararon indiscriminadamente contra los civiles que se encontraron por el camino, "incluidos cinco hombres que estaban junto a un taxi en un control". También irrumpieron en al menos dos casas y acribillaron a todos los presentes, "incluidos mujeres y niños".
The Washington Post y Los Ángeles Times también daban ayer detalles del informe, citando a fuentes del Congreso, el Pentágono y el Ejército estadounidense. Estas fuentes creen ahora que el crimen fue "de naturaleza metódica" y que se falsificaron documentos para ocultar la atrocidad.
De confirmarse este extremo, será el caso de abusos más grave provocado por las tropas estadounidenses en Irak tras el escándalo en la prisión de Abu Ghraib, que el jueves fue considerado por el propio presidente George Bush como el mayor error cometido en la guerra.
Y aunque las fuentes consultadas ayer insisten en que la investigación sigue abierta, en Washington se teme que el incidente pueda elevar aún más la presión sobre la actuación en Irak y sobre el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Lo que parece claro en este momento es que las muertes de esas dos docenas de civiles no estaba justificada por una amenaza seria y que las pruebas forenses recopiladas en las casas no muestran tampoco que los marines hicieran frente a fuego hostil. Se espera que el trabajo del Servicio Naval de Investigación Criminal esté concluido en junio.
A partir de ese momento, los máximos oficiales del Cuerpo de Infantes de Marina deberán decidir, a partir de las pruebas, si presentan cargos contra los responsables de la matanza, que además habrían incurrido en severas violaciones del código militar. Los soldados implicados podrían ser condenados por asesinato, un crimen que en Estados Unidos está condenado con la pena capital. "El proceso de investigación sigue abierto, y sería inadecuado hacer comentarios", dijo ayer un portavoz del Pentágono.
De momento, tres marines implicados han sido ya relevados de sus puestos, aunque el Departamento de Defensa evita vincularlos directamente con la investigación criminal. Se da la circunstancia de que los disparos salieron de tres fusiles.
La situación en Haditha, como explican los abogados de los marines investigados, era caótica en esa época. Y recuerdan los ataques sufridos por otros miembros del cuerpo. Aún así, el Pentágono considera este tipo de incidentes como un "deshonor" para el cuerpo.
Como indicio de la preocupación por lo sucedido, el comandante de marines Michael Hagee viajó el jueves a Irak para "reforzar los ideales, valores y estándares" de conducta del Ejército estadounidense y el respecto de la legislación internacional, como la Convención de Ginebra.
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