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Cannes ovaciona el filme 'Indígenas'

Dirigido por Rachid Bouchareb homenajea a los magrebíes que lucharon contra el nazismo

A pocos días de clausurarse una competición que no está brillando por las sorpresas, llama la atención la película Indígenas, del francés de origen argelino Rachid Bouchareb, que rinde homenaje a los voluntarios magrebíes que lucharon en la II Guerra Mundial contra el nazismo, enrolados en las tropas francesas. A pesar de su académica realización y de la ortodoxia del planteamiento dramático, Indígenas conmocionó a los espectadores, especialmente a los franceses, y recibió una cerrada ovación.

El director Rachid Bouchareb había triunfado en el Festival de Berlín con la película anterior, la modesta Un pequeño Senegal, donde reivindicaba atención y respeto a los inmigrantes, a través de una historia breve y con encanto. En Indígenas, con un presupuesto tan alto como le permite la financiación de nueve empresas repartidas por Francia, Bélgica, Marruecos y Argelia, reclama de nuevo respeto por los inmigrantes pero echando la vista atrás.

'Indígenas' conmocionó a los espectadores, especialmente a los franceses
Bouchareb consigue arrancar una verosimilitud que escalofría
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Cuenta que en la Argelia colonizada por Francia, 130.000 voluntarios "indígenas" se marcharon a Europa a defender a "la madre patria" contra los nazis. La película no subraya esta paradoja: se limita a las peripecias de cuatro amigos en el campo de batalla que, aunque humillados por los militares franceses, siguen leales a su causa. No es una historia de héroes, sino de gente corriente. Merecieron en su día loores oficiales, lo que la película aprovecha en un título final para protestar por las exiguas pensiones que ahora reciben. Indígenas tiene un reparto de magníficos actores, desconocidos para el gran público, de los que el director Rachid Bouchareb consigue arrancar una verosimilitud que escalofría por momentos. Película fácil de seguir, con realización brillante, quizás demasiado correcta, que provocó en la rueda de prensa preguntas intencionadas y respuestas encendidas sobre el pasaje de la historia que recuerda, y también sobre el desprecio de los franceses de hoy por quienes les han ayudado a levantar y sostener su país.

Parece que Cannes ofrece cada día una de cal y otra de arena. En la jornada de ayer, tras la noble magrebí, se exhibió la película italiana Un amigo de familia, de Paolo Sorrentino, conocido en festivales por su película anterior, Las consecuencias del amor, que gustó mucho. De ésta de ahora se podría asegurar que ha sido mal recibida, aunque no hay forma de percibir en todas sus variantes los gustos de un público tan diverso como el que reúne este festival. Hubo ayer un buen ejemplo en los comentarios sobre María Antonieta, de Sofia Coppola. Mientras hay numerosos críticos que la consideran merecedora de la Palma de Oro, la revista Screen International titulaba a gran tamaño, refiriéndose a la película, "Poca tarta y mucha nata", mientras que un caricaturista de Le film français le hacía decir a Sofia Coppola, respondiendo a su padre sobre si había transformado a su muñeca Barbie en reina de Francia: "Papá, que no te enteras; quiero ilustrar la universalidad de las pulsiones narcisistas de los niños mimados".

Un amigo de familia es una película en la que no te puedes dormir. Es extraña, rebuscada: sin transición alguna pasa de lo negro a lo carnavalesco, del drama al chiste de cuartel, del esperpento a lo vulgar... El amigo del título es un usurero mezquino, bajito, muy feo, que soluciona pequeños problemas económicos de la gente del barrio o de la ciudad mientras él va amasando una fortuna, que comparte con su vieja madre, experta en el oficio. Tiene un solo amigo, alto y fornido, siempre vestido de vaquero, que sueña con escaparse a Tennessee porque, dice, es un lugar suficientemente lejano. Al prestamista deforme se le ocurre enamorarse del bellezón de Laura Chiati el mismo día en que ésta va a celebrar su matrimonio, gracias al dinero que él le ha prestado. Estamos, pues, ante una vuelta más de La bella y la bestia. El director asegura que la belleza reside en lo sórdido y lo desagradable, en ningún otro lugar. Y que el sufrimiento de los malvados les hace bellos. Seguramente, su película trata de tan delicada cuestión, pero no es fácil de seguir: el director parece haber jugado con tantos estilos y materias, y con imágenes tan poco sugestivas, que Un amigo de familia aburrió en lugar de interesar. Durante la proyección fueron frecuentes las huidas, aunque también al final hubo espectadores complacidos. Se cotorrea, además, que algún programa de televisión canceló las entrevistas apalabradas una vez conocida la obra.

Alegró al personal el experimento de la película norteamericana A Scanner darkly, de Richard Linklater, el mismo director que compite en la sección oficial con Fast Food Nation, comentada en estas páginas y bajísima en las quinielas. En esta ocasión, el director es el artífice de una película de ciencia-ficción que posteriormente a su rodaje ha sido convertida en animación, dándole a los actores (Keanu Reeves, Robert Downey Jr., Woody Harrelson y Winona Ryder) aspecto de personajes de cómic. Algo distinto a lo que se vio en Polard Express, con técnica renovada, con los actores de carne y hueso y sin cursilería.

Rachid Bouchareb, director de <i>Indígenas</i>, ayer en Cannes.
Rachid Bouchareb, director de Indígenas, ayer en Cannes.REUTERS

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