Monosabios aguerridos
Salió el cuarto, un manso con genio, que barbeó las tablas buscando la salida para Utrera, donde pasta la ganadería, y, después de huir a galope del capote de Iván Vicente, vio cómo salían los picadores al ruedo y hacia ellos se dirigió a gran velocidad. Hete aquí que surge un monosabio blandiendo una vara como único elemento de defensa, consiguió llamar su atención y desviar la trayectoria del animal. Todo un gesto de torería que fue reconocido por el público.
Ese toro se hizo el amo del ruedo huyendo de su propia sombra. Lo agarró bien el picador hasta que pudo zafarse del castigo y volver a las andadas entre la ineficacia de las cuadrillas. En una de esas oleadas enfiló de nuevo al caballo y lo atropelló con tal violencia que lo derribó con estrépito mientras el picador buscaba el burladero. Surgió, entonces, otro monosabio que se hizo con las riendas del caballo y aguantó como un valiente las acometidas cargadas de genio del manso toro.
No son protagonistas, pero todo el que sale al ruedo se siente, a su manera, torero. Ayer, dos monosabios aguerridos demostraron que se puede ser torero con un pantalón azul, una camisa y una gorra roja y una vara como todo engaño.
Un par de minutos después, Luis Carlos Aranda colocó un extraordinario par de banderillas asomándose al balcón. Éste fue, quizá, el momento más emocionante de la tarde. Porque los inválidos toros de Guardiola no ofrecieron opciones a la terna de toreros necesitados de triunfos.
El que demostró más empaque y mejor progresión fue Javier Valverde, que se ha hecho torero con los hierros más duros, y que ayer, en su primero, estuvo torerísimo y elegante; con la muleta siempre por delante, obligó materialmente al toro a embestir y corrió la mano con enorme templanza. La faena careció de la emoción requerida porque el toro no daba para más, pero quedó en la plaza un reguero de toreo de aroma. El otro fue un inválido imposible.
Decepcionó Vicente ante el único encastado que repetía en la muleta. Muy bueno el comienzo por alto, pero no tuvo agallas para torear con ceñimiento, con la suerte cargada y ligazón. Ese toro, para su desgracia, se fue sin torear. Inédito estuvo en el cuarto, muy deslucido y de corta embestida.
Flaco favor le hicieron a Cruz con esta destitución. Gazapón y muy descompuesto fue el tercero, e inválido -otro toro que se desplomó en la arena- el sexto, con el que se justificó con vergüenza torera.
Babelia
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