Enrique Ponce, torero antiguo
Torero antiguo, inteligente, valiente, hecho y derecho, dominador y artista. No cortó orejas Enrique Ponce, pero dictó en Las Ventas una lección magistral de torero poderoso ante su primero, un toro de cara de novillo, manso hasta las entrañas, bronco, áspero, dificilísimo de principio a fin, con la cara por las nubes, huidizo de su propia sombra, que medía con aviesas intenciones y embestía a oleadas. El tercio de varas fue largo, larguísimo, y muy laborioso. Ponce tomó las riendas de la lidia, no permitió que nadie tocara al toro, y ordenó a los picadores que dieran la vuelta al ruedo para castigarlo en toriles. Pues, ni así. Al final, tras dos picotazos recibió una vara en los medios mientras corneaba al aire para quitarse el palo. No menos complicado fue el tercio de banderillas, sorteado felizmente por la experiencia de la cuadrilla del valenciano.
Pérez Tabernero / Ponce, Vega y Justo
Cinco toros de Javier Pérez Tabernero -el 5º, devuelto-, desiguales de presentación, mansos, flojos y deslucidos; el 6º, inválido. El 2º, de José Luis Pereda, anovillado, manso y muy difícil; el sobrero, de La Dehesilla, manso y encastado. Enrique Ponce: sartenazo, pinchazo, casi entera tendida -aviso- y dos descabellos (gran ovación); pinchazo y estocada baja (silencio). Salvador Vega: pinchazo, estocada baja, dos descabellos -aviso- y un descabello (silencio); estocada (ovación). Álvaro Justo, que confirmó la alternativa: bajonazo (silencio); estocada muy baja (silencio). Plaza de Las Ventas, 20 de mayo. Undécima corrida de feria. Lleno.
Y llegó la muleta. Arreciaba el viento. El toro, en la raya del tercio, altivo y retador, con la firme decisión de hacerse el amo del ruedo. Unos doblones por bajo, preñados de dominio, dieron paso a la imagen emocionante de un torero firme, seguro, bien colocado, sobrado, que robó derechazos que parecían imposibles. El animal se distraía tras cada pase y aún tuvo ocasión de ponerle los pitones en el mismo cuello al torero en la siguiente tanda. ¡Qué peligro se palpaba en la plaza! ¡Qué lidia de torero antiguo! Los redondos no salieron limpios porque descompuesta era la embestida del manso, pero quedó patente la torería y el mando de Ponce. Lo intentó con la zurda, pero el animal se dio por vencido. Mató Ponce mal, muy mal, y se deslució todo; todo menos el recuerdo de la maestría de un lidiador puro y duro.
El cuarto, manso también, pero inválido y deslucido, ya fue otra cosa. Hubo detalles de calidad, como una trincherilla, un cambio de manos y esa facilidad que tiene este torero para ahormar las asperezas, pero el trasteo no pasó de técnico y frío. Y la plaza guardó un respetuoso silencio.
Fríos se quedaron los tendidos cuando murió el quinto de la tarde, un sobrero manso y encastado que ofreció a Salvador Vega la posibilidad de cambiar el signo de su carrera, pero el torero prefirió quedarse donde está. Largo y codicioso en las embestidas por el lado derecho, el toro exigía una muleta poderosa que no poseía Vega, mal colocado, despegado, dubitativo, y que echó por tierra una ocasión única para demostrar que quiere ser figura de verdad. En total, dos derechazos y un cambio de manos. Un muy pobre balance ante toro tan codicioso. Bronco y deslucido fue su primero, que se aculó en tablas en banderillas e hizo pasar el quinario a los subalternos, entre ellos, Francisco Raúl Núñez se jugó limpiamente la vida. Vega brindó al público y quiso torear, sin resultado, con la técnica moderna a un toro que no lo era.
Confirmó la alternativa Álvaro Justo, un chaval de buen corte, gusto y maneras en el manejo de los engaños. Valiente y bien colocado estuvo ante su apagado primero; poquita cosa era el sexto, otro con cara de becerro, absolutamente inválido, que aguó al joven torero una de las tardes más importantes de su vida.
Babelia
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