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Columna
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El río

Para la disolución del Estado de Serbia y Montenegro se vota este domingo en Montenegro, donde, según la crónica que Pere Rusiñol firmaba el viernes en este periódico, ya no hay pan ni tomate, sino sólo pan nacional y tomate nacional, pero dicho en montenegrino, porque el serbocroata de Montenegro se llama montenegrino por decisión parlamentaria. No tiene nada que ver Montenegro con nuestra realidad inmediata, aunque en Granada una familia de toreros, los Montenegro, Miguel y Curro, fue muy popular hace cuarenta años.

Lo que suena aquí ahora es el río, el Guadalquivir, o la gestión de la cuenca del río, que en el proyecto de nuevo Estatuto es confiada a la Junta de Andalucía. El agua significa vida y fertilidad, y en todo paraíso fluye un río, y los ríos han sido históricamente magníficos escenarios para batallas. Es lógico si, con estrategia económico-militar, los reformadores de estatutos autonómicos "luchan por controlar los grandes ríos de España", como decía a principios de semana un titular de primera página. Corren el Ebro en Cataluña, el Duero castellano-leonés, el Tajo castellano-manchego, el andaluz Guadalquivir, y miran Murcia y Valencia, a la espera del agua de tres ríos.

La confusión estatutaria afecta incluso a un mismo partido, el socialista, y Rodríguez Ibarra, presidente socialista de la Junta extremeña, juzga un disparate anticonstitucional las pretensiones de sus correligionarios andaluces sobre el Guadalquivir, ramificado hacia el norte, el noroeste y el noreste, es decir, hacia Castilla-La Mancha, Extremadura y Murcia. El compañero de Ibarra en este asunto es el PP, que manda en Murcia. Y el caso es que, como ha recordado Manuel Chaves, la Junta de Andalucía sólo se reservaría la gestión de la cuenca, no los planes hidrológicos generales, competencia del Gobierno central, si presuponemos la buena fe de los redactores del nuevo Estatuto.

No sé qué saldrá de estas cuestiones. Lo que se ve es un pleito múltiple entre regiones desiguales. La desigualdad regional separaba a regiones forales, regiones del artículo 151 y regiones del 143. Se redujo la diferencia entre las del 151 y las del 143. Cataluña pegó un tirón, la siguió Andalucía. Estas carreras suelen ser bastante desagradables, predispuestos los contendientes a la ofensa y el resentimiento. Ahora puede establecerse una nueva división: comunidades autónomas con río y comunidades autónomas sin río. Los políticos regionales deberán andar atentos, además de al caudal principal, a los afluentes y a los afluentes de los afluentes para la lucha por los ríos de España.

Las encuestas por teléfono han planteado debates interesantísimos. Un día recibí la llamada: ¿Se siente usted más andaluz o más español?, me preguntaron. A pesar del pan andaluz y el tomate andaluz, no tengo imaginación. Miro mi pasaporte, español, leo las leyes a las que me atengo, y me siento más bien español. No es mi sentimiento, le digo a la encuestadora, es mi pasaporte. El río Guadalquivir ¿es un símbolo español? ¿Un símbolo andaluz? ¿Es tan andaluz como español? De estas cosas hablan ahora los altos responsables políticos. Es una conversación apasionante, que puede durar todo un viaje en tren, de Almería a Madrid, por ejemplo.

Ha hablado Chaves del Nilo egipcio y el Guadalquivir andaluz. Esto es bíblico. Algunas veces hay en Chaves un aire de duración eterna: "¿Cómo han podido pensar que les vamos a quitar el agua?", dijo en Sevilla, refiriéndose a murcianos y extremeños. Pero, si un río es signo de vida, también lo es de fugacidad y caducidad, y los gobernantes no son eternos. Mañana, con las leyes que aprueban los legisladores de hoy, los gobernantes futuros pueden hacer lo impensable para los de hoy: con esta responsabilidad debe legislarse. Por ejemplo, al referéndum de secesión de Montenegro acuden este domingo delegaciones del Gobierno vasco y de la Generalitat catalana. Quizá, en el afán de ser insuperables, la Administración andaluza del mañana envíe delegados a futuras votaciones independentistas en Texas o California.

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