Humanos y chimpancés, un largo divorcio
La genética muestra que ambas especies se hibridaron durante cuatro millones de años, antes de separarse
Los científicos no conocen el mecanismo exacto de la especiación, o formación de nuevas especies, pero la idea más aceptada puede resumirse como 'primero separación y después divergencia': una población queda aislada por cualquier razón del resto de la especie, empieza a acumular cambios genéticos propios y, aunque después recupere el contacto, ya es lo bastante distinta como para no poder cruzarse con sus antiguos congéneres.
Si la evolución humana hubiera empezado así, el último ancestro común de los humanos y los chimpancés -esa población que se quedó aislada del resto de los monos hace seis o siete millones de años-, sería un mono como los actuales, y tendría un genoma similar al de los chimpancés actuales. El genoma de aquel ancestro común no se puede examinar directamente, pero ya se puede deducir mediante la comparación de los genomas actuales de las dos especies. Y el resultado no es el esperado de la hipótesis de 'primero separación y después divergencia'.
La estructura de la población de esa época no se parecía a ninguna actual de monos
Las dos especies se separaron hace 5,4 millones de años, mucho después de lo que se creía
"El estudio ha dado unos resultados inesperados sobre la separación de nuestros parientes más próximos, los chimpancés", explica el autor principal, David Reich, investigador del Instituto Broad -uno de los nodos centrales del proyecto genoma público- y profesor de la Universidad de Harvard, en Boston. "La estructura de la población que existía en la época de la especiación entre humanos y chimpancés no se parecía a ninguna población actual de monos. Algo muy inusual sucedió en el tiempo de la especiación".
Si los dos genomas ya estaban descritos, analizados y comparados, y con unos resultados coherentes con la datación tradicional para la separación de las dos especies (un episodio ocurrido hace siete millones de años), ¿cómo pueden derivarse unas conclusiones tan distintas de un trabajo basado en la misma comparaciones? La respuesta es la habitual: el diablo mora en los detalles.
El ADN experimenta mutaciones que van acumulándose con el tiempo. Algunas no importan y otras son el fundamento de la evolución, pero en conjunto pueden usarse como un reloj, siempre que uno tenga una buena colección de fósiles para ponerlo en hora. Estos relojes de ADN son muy difíciles de calibrar para las grandes escalas de la evolución -como el origen de los animales, hace más de 500 millones de años-, pero no tanto en las distancias cortas como la evolución humana. El número medio de cambios entre el genoma humano y el del chimpancé indica que las dos especies se separaron hace siete millones de años, lo que es consistente con la datación del cráneo de Toumaï (Sahelanthropus tchadensis), el fósil más antiguo de los que tienen rasgos característicos del linaje humano, y que está fijada en 6,5-7,4 millones de años.
Pero eso es sólo el promedio de las diferencias: una verdad estadística. La realidad es que hay grandes bloques genómicos que son mucho más similares entre humanos y chimpancés que el promedio. Es decir, que se separararon mucho después que el resto del genoma. El caso extremo es el cromosoma X, que según los científicos de Boston "tiene menos de 5,4 millones de años". La media es 7 porque otros bloques tienen casi 10 millones de años.
"Desde que las dos especies empezaron a diverger hasta que se separaron, pasaron más de cuatro millones de años", afirma Reich. "El cromosoma X, por ejemplo, es 1,2 millones de años más joven que el promedio de los demás cromosomas".
Y el cráneo de Toumaï no representa el primer paso de la humanización tras nuestro divorcio de los chimpancés, puesto que su propietario vivió casi dos millones de años antes de ese divorcio.
Pero Reich y los otros cuatro científicos -entre ellos el el director del Instituto Broad, Eric Lander- han encontrado una explicación extraordinariamente simple y eficaz para todas esas paradojas: que el mecanismo de la especiación no fue 'primero separación y después divergencia', sino todo lo contrario, con una divergencia previa que se prolongó durante toda una era (cuatro millones de años), y que sólo se consumó en divorcio tras unas cuantas reincidencias de nuestros ancestros, los de la supuesta población aislada, en actos de hibridación con la especie antigua, la que se había estancado en las rutas de la evolución.
Reich y sus colegas han descubierto en nuestro genoma las huellas de aquellos antiguos cruces entre dos tiempos, o entre dos mundos. ¿No será éste el mecanismo general de la especiación, el santo grial de la biología evolutiva? "Uno de los grandes desafíos de la biología evolutiva es explicar los ajustes rápidos", responde Reich. "Y la hibridación es un mecanismo con grandes posibilidades, porque puede unir y combinar cualidades distintas".
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