La Europa paralizada chocó con la América dividida
Los países americanos se van de Viena con la idea de que la UE no se interesa por ellos, mientras que los europeos sostienen que nada se puede negociar con una región tan enfrentada entre sí
Una Europa paralizada por la malparada Constitución y una ampliación mal digerida se ha dado cita esta semana en Viena con una América Latina fracturada por corrientes políticas enfrentadas. ¿Resultado? Una cumbre sin grandes avances y con conocida retórica, de la que los latinoamericanos se van con la sensación de que Europa no muestra el suficiente interés por ellos, y la UE con la idea de que hasta que al otro lado del Atlántico no se pongan de acuerdo entre sí y se unan en bloques regionales sólidos no habrá negociación política y comercial posible.
El objetivo que guía la política europea en la región es el de ayudar a que los países se agrupen en bloques de afinidades con los que negociar acuerdos comerciales. A diferencia de Estados Unidos, la UE no quiere acuerdos bilaterales y trabaja para que Mercosur, el Sistema Económico Centroamericano y la Comunidad Andina de Naciones (CAN) funcionen.
La UE maniobró para arrimar a la estrella de la cumbre, Evo Morales, a la izquierda moderada
Mercosur encalla en parte porque Bruselas no rebaja más sus subvenciones agrícolas
"Nosotros nos hemos organizado así y, sin querernos imponer como modelo, creemos que podemos servir de ejemplo. Unirse es la mejor manera de hacer frente a la globalización", dice José Manuel Durão Barroso, presidente de la Comisión Europea. Pero a juzgar por los resultados de la cumbre que terminó ayer, las aspiraciones europeas no sólo no avanzan, sino que retroceden. Bloques antes existentes como la CAN se deshacen y Mercosur ha encallado, en parte porque Bruselas no quiere hacer concesiones en el terreno de los subsidios agrícolas mayores que los que piensa ofertar en la ronda comercial mundial de Doha, y en parte por el conflicto de las papeleras que enfrenta a Argentina y Uruguay. Mientras, crece el número de países que, prescindiendo del multilateralismo que predica Europa, se han lanzado a la firma de acuerdos bilaterales con Estados Unidos: México, Perú, Bolivia y pronto Ecuador. "Evidentemente, esto fomenta la disgregación del continente", reconocen fuentes comunitarias.
Y junto a la desintegración de los bloques comerciales, la fractura política. Para esto, Bruselas tampoco parece tener demasiadas respuestas, tal y como ha quedado de manifiesto en la cumbre que ha reunido a 60 jefes de Estado y de Gobierno europeos y de América Latina y el Caribe en Viena. Fue el propio presidente venezolano, Hugo Chávez, tejedor de nuevas alianzas políticas y energéticas en la región y cabeza visible del eje bolivariano, el que lo dejó negro sobre blanco nada más poner el pie en la cumbre: "América Latina está viviendo una confrontación ideológica muy dura". Esa brecha se ha visto nítidamente estos dos días, en los que no han faltado los ataques entre los miembros de uno y otro bando. Se han cruzado dardos, sobre todo los países que optaron por llegar a acuerdos comerciales con Estados Unidos -México y Perú, principalmente- y los que defienden que eso significa entregarse a la lógica neoliberal -Cuba, Venezuela y Bolivia-.
El Alto Representante de la UE para la Política Exterior, Javier Solana, expresó durante la cumbre la "preocupación" entre los países europeos ante la deriva política del continente. A algunos Gobiernos les preocupa que las iniciativas nacionalizadoras del presidente boliviano Evo Morales se contagien a otros países, según fuentes diplomáticas europeas, pero las iniciativas políticas para hacer frente a esa preocupación no acaban de dar sus frutos.
Europa maniobró para evitar la polarización total y arrimar a la indiscutible estrella de la cumbre, Evo Morales, al terreno de la izquierda moderada representada por Chile y Brasil, y de convencerle para que no abandone el bloque comercial que forman los países andinos, del que Venezuela ya se ha salido. Ha decidido quedarse, aunque algunos temen que sea con ánimo "de quintacolumnista, para dinamitar desde dentro".
La frustración se apoderó de los europeos, que han dado dos meses a la CAN para que decida qué quiere hacer. "Son ellos los que tienen que adoptar una posición común", dice Ursula Plassnik, ministra de Exteriores de Austria, presidencia de turno de la Unión Europea.
La precaria situación social de la región fue otro de los grandes temas de la cita, como de costumbre. Los últimos pronósticos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) advierten de que la economía de América Latina crece, pero también de que la desigualdad aumenta. Y fueron muchos los que en Viena sostuvieron que ése es, precisamente, el caldo de cultivo de los populismos, el eufemismo empleado para referirse a las políticas de Chávez y Morales.
"Nos preocupa que la consolidación de la democracia y la puesta en marcha de políticas económicas no hayan logrado los objetivos de crear empleo y de reducir la desigualdad, lo que propicia populismos y nacionalismos que la UE no desea", explica el director general de Relaciones Exteriores de la Comisión Europea, Eneko Landaburu. "Pero nosotros no podemos decirles lo que tenemos que hacer, no podemos imponerles nada".
En algunas delegaciones latinoamericanas cunde, sin embargo, la sensación de que la no injerencia se confunde a veces con el desinterés de Europa, a la que ven demasiado volcada hacia Asia y Estados Unidos como para atenderles. Bernardino León, número dos del Ministerio de Exteriores español, reconoce que a España le gustaría que los avances en las relaciones entre América Latina y Europa fueran "más rápidos y más de fondo". Aun así, se muestra optimista. "Esto es un proceso que va a llevar años, lo importante es seguir avanzando y que el resto de países de la UE abran los ojos a América Latina", dice. "Hasta ahora han vivido estas relaciones con cierta distancia, pero tienen que darse cuenta de que se trata de la zona más próxima a Europa en valores, historia...".
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