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En nombre de los animales

Condenados en Inglaterra a entre 4 y 12 años de cárcel los activistas que profanaron la tumba de una familia por criar conejillos de indias

La defensa del bienestar de los animales tiene un límite: la paz de los muertos. Inglaterra celebra la condena esta semana de cuatro activistas que durante seis años acosaron a una familia dedicada a la cría de conejillos de indias destinados a experimentos científicos, hasta el punto de robar hace casi dos años los restos mortales de una anciana, la suegra del propietario de la granja. La condena -tres penas de 12 años de cárcel y una de cuatro- ha llegado tarde para el negocio familiar, que cedió al chantaje en agosto pasado, pero el juicio al menos ha servido para localizar los restos de la señora Hammond, hace dos semanas.

El caso de la familia Hall, que ha vivido seis años de calvario y sólo ha tirado la toalla tras vivir el horror de la violación de la tumba de uno de los suyos, ha conmocionado a los británicos y ha supuesto una propaganda negativa terrible para el movimiento. "Aunque damos la bienvenida al debate sobre el papel moral de los animales en nuestra sociedad, el uso de la intimidación y la violencia es completamente inaceptable y no tiene sitio en este u otro debate", ha proclamado la Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad con los Animales, que cree que este y otros casos de violencia "están dañando la causa del bienestar de los animales".

El grupo antiterrorista de Scotland Yard alertó en 1994 contra estos movimientos

La familia Hall, que vendía el 60% de sus conejillos de indias al Gobierno, se ha quejado de la escasa eficacia de las fuerzas de seguridad al combatir a quienes les acosaban mediante el envío de cartas amenazantes o explosivos a ellos y a sus empleados. Cuando en octubre de 2004 los acosadores robaron el esqueleto de Gladis Hammond, fallecida en 1997 a los 82 años, la policía por fin se puso manos a la obra y detuvo meses después a los autores de la campaña: John Ablehite (36 años), Ferry Whitburn (36) y John Smith (39), y Josephine Mayom (38), la que recibió la menor condena porque sólo compró gasolina para fabricar bombas caseras.

El caso de la familia Hall no es aislado. Esta misma semana, activistas radicales han amenazado a los accionistas de la farmacéutica GlaxoSmithKline, que se niega a dejar de trabajar con Huntingdon Life Sciences, el mayor laboratorio europeo de pruebas con animales, con sede en Cambridge. En las cartas enviadas a numerosos accionistas de la compañía en todo el país, los activistas les exigen que vendan sus participaciones en un plazo de dos semanas o publicarán sus nombres en una página web.

El activismo por el bienestar de los animales en el Reino Unido empezó en los años sesenta con una campaña para sabotear la caza del zorro y tomó fuerza en los setenta, cuando se extendió al combate de la vivisección. En los ochenta se crearon varias organizaciones violentas, como el Frente de Liberación de los Animales o la Milicia de los Derechos de los Animales, que empezó a utilizar explosivos en sus campañas. En 1994, la sección antiterrorista de Scotland Yard alertó contra el peligro de estos movimientos. En 2004 el Gobierno endureció la legislación para proteger a los científicos que trabajan en el sector.

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