En la misma piedra
1979 fue el gran año del PA. En las elecciones generales obtuvo cinco escaños en el Congreso de los Diputados y en las elecciones muncipales consiguió codearse con el PSOE en algunas de las capitales de provincia, como Sevilla, Granada y Huelva, lo que le permitió ser protagonista en Andalucía del "pacto municipal" que suscribieron PSOE y PCE en todo el Estado, como consecuencia de lo cual Luis Uruñuela se convirtió en alcalde de Sevilla.
Quiero decir con ello que, cuando se convocó el referéndum de ratificación de la iniciativa autonómica el 28 de febrero de 1980, el PA se encontraba en condiciones inmejorables para haberse convertido en protagonista del proceso. Entre otras cosas, porque el PSOE de entonces no era el PSOE de hoy. 1979 ha sido el peor año electoral del PSOE. En ninguna de las elecciones generales o municipales celebradas desde 1979, ni siquiera en 2000, ha tenido el PSOE un porcentaje de voto ciudadano tan bajo como el que tuvo en 1979. El referéndum del 28-F se producía en un momento de fortaleza del PA y de debilidad del PSOE. El objeto del mismo no podía sino beneficiar a un partido nacionalista.
"Con su conducta, el PA no sólo no va a recuperarse, sino que se va a hundir más"
Y sin embargo, ocurriría todo lo contrario. El PSOE aprovecharía el 28-F para poner en crisis el gobierno de UCD en España y para afirmarse como partido de gobierno en Andalucía primero y en España después. El PA desperdició la ocasión y pasó a ser un partido extraparlamentario en España y prácticamente irrelevante en Andalucía.
Las cosas podían haber sido distintas. Fueron así porque los dirigentes socialistas andaluces se la jugaron. La dirección nacional del PSOE no entendió el 28-F. Felipe González y Alfonso Guerra no tuvieron un papel destacado. Fueron el presidente Rafael Escuredo y el secretario general del PSOE en Andalucía, José Rodríguez de la Borbolla, los que acertaron al interpretar la voluntad de los ciudadanos andaluces y embarcaron al socialismo andaluz en un combate de todo o nada.
El PA, por el contrario, fue ambiguo. Formalmente pidieron el sí, pero materialmente dieron por supuesto que el referéndum se perdería y jugaron a nadar y guardar la ropa, preparándose para aprovecharse del momento de debilidad del PSOE que pensaron que se produciría tras el fracaso del 28-F. Se equivocaron.
Dicha equivocación la acentuaron todavía más al intentar ayudar a UCD a salir del atolladero del 28 F mediante el pacto Martín Villa-Rojas Marcos, lo que fue interpretado por los andaluces como una traición. Todavía no se han recuperado.
Con la conducta que están teniendo en el proceso de reforma de estatuto se puede pronosticar sin mucho riesgo que el PA no sólo no va a recuperarse, sino que se va a hundir todavía más. Posiblemente de manera irreversible.
El proceso de reforma estatutaria en Andalucía va a ser un éxito. Los ciudadanos andaluces van a entender, tras el tormentoso proceso reformador catalán, que Andalucía tiene una ocasión de oro para ser de nuevo la protagonista en la definición de la estructura del Estado para los próximos decenios. Y esa ocasión no la vamos a desaprovechar. La celebración del referéndum de aprobación de la reforma del estatuto va a ser una fiesta en Andalucía. Como lo fue el 28 F. El que no esté dispuesto a participar en dicha fiesta, difícilmente va poder pedir a los ciudadanos andaluces que le confíen la direccción política de la comunidad. Los dirigentes del PA vuelven a tropezar en la misma piedra.
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