Una superviviente del 'viejo laborismo'

Margaret Beckett, máxima beneficiaria en la remodelación del equipo ejecutivo de Tony Blair, se convierte, a sus 63 años, en la primera mujer en tomar las riendas del Foreign Office. La nueva jefa de la diplomacia británica, considerada en las altas esferas como una persona de gran capacidad, es una muy veterana profesional y la gran superviviente del viejo laborismo, que ha ocupado cargos de responsabilidad desde 1974. Sirvió bajo los gobiernos de Harold Wilson y James Callaghan y, una vez ratificada la victoria del neolaborismo de Blair, en 1997, dirigió el Ministerio de Comercio e Industria y, poco después, la Cámara de los Comunes.

Beckett salta a Exteriores tras cinco años al frente de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales. Su habilidad y competencia fueron necesarias para remodelar y restaurar la confianza de un ministerio desprestigiado por las constantes epidemias del ganado y para salvaguardar los intereses británicos en las negociaciones de la reforma agraria europea. Hizo del cambio climático su gran cruzada, presionando a Rusia para comprometerse con el Protocolo de Kioto, censurando la posición del Gobierno estadounidense y asegurándose que la polémica cuestión encabezara la agenda de la cumbre del G-8, en Gleneagles, Escocia.

Procedente del área metropolitana de Manchester, al norte de Inglaterra, y con estudios en metalurgia, Beckett se nutrió en la izquierda laborista y el sindicalismo. Entró en el Parlamento en 1974, pero perdió el escaño en 1979, con el ascenso de Margaret Thatcher. A su retorno a los Comunes, cinco años después, modeló su radicalismo, apoyo el proceso de modernización de Neil Kinnock y permaneció fiel a Blair y su programa de reformas.

Antes había formado equipo con John Smith al frente del partido y lo dirigió en los meses siguientes a su repentina muerte, en 1994. Era la primera vez que los laboristas confiaban el liderazgo en una mujer, aunque finalmente optaron por Blair. Probablemente es la única ministra que acostumbra a ir de vacaciones con una caravana de cámping con su marido y socio político, Leo Beckett.