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Berlusconi presenta la dimisión y deja paso al Gobierno de centro-izquierda

Il Cavaliere defiende la reelección de Carlo Azeglio Ciampi como jefe del Estado

Enric González

Silvio Berlusconi reunió por última vez a sus ministros y subió por última vez al palacio del Quirinal. Fue el día de la dimisión, el día de las despedidas. Berlusconi, acostumbrado a ganar, tuvo que cumplir con el ritual del vencido. Pero no se mostró hosco ni abatido. "Hemos sido el mejor Gobierno en la historia de la República, nos echarán en falta", les dijo a sus ministros. Aún como primer ministro en funciones, pero ya como jefe de la oposición, Il Cavaliere pidió en nombre de todo el centro-derecha la reelección de Carlo Azeglio Ciampi como jefe del Estado.

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Adiós al 'caimán'

El adiós de Berlusconi podría ser largo, o muy largo. Podría durar hasta el fin de semana, si Ciampi acelerara los tiempos constitucionales y el viernes encargara a Romano Prodi la formación de un nuevo Gobierno. O podría durar casi dos semanas, si Ciampi prefiriera esperar hasta después de la elección presidencial del día 8 (la sesión conjunta de las cámaras fue convocada anoche).

Los ritmos ya no dependían de Berlusconi. Todo estaba en manos de Prodi y sus aliados. Prodi quería tener su Gobierno cuanto antes. El mayor partido de su coalición, los Demócratas de Izquierda, quería por el contrario que se resolviera primero la cuestión del presidente, y luego la del Gobierno.

El proyecto de los Demócratas de Izquierda consistía en colocar como jefe del Estado al presidente del partido, Massimo d'Alema, y aplazar lo demás hasta la segunda quincena del mes.

La llegada de un poscomunista como D'Alema al palacio del Quirinal tendría una fuerte carga simbólica. También constituiría un nuevo factor de crispación política, ya que dejaría en manos del centro-izquierda todos los grandes cargos institucionales, pese al ajustadísimo resultado electoral. Por otra parte, D'Alema podría ser el único legado duradero (un septenio) de la victoria de Romano Prodi, si en uno o dos años no hubiera más remedio que convocar de nuevo elecciones.

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El objetivo prioritario de Berlusconi, como jefe de la oposición, se centraba en impedir que el próximo día 8 el Parlamento elevara a D'Alema al cargo de presidente de la República. Ayer mismo reunió a sus principales aliados en el palacio Chigi, sede de la Presidencia del Gobierno, y emitió un comunicado con el siguiente contenido: "La Casa de las Libertades hace un llamamiento al Parlamento y a los representantes de las Regiones [que tienen voto en la elección presidencial] para que interpreten el sentimiento coral de los italianos y, más allá de las conveniencias partidistas, reelijan a Carlo Azeglio Ciampi, que en estos siete años ha representado un sólido punto de referencia moral e institucional para toda la nación".

Ciampi, de 85 años, se convirtió ayer mismo en bisabuelo. No mostraba el menor interés en seguir residiendo en el Quirinal. Al contrario, parecía contar los días que le quedaban a su mandato. Su inmensa popularidad, sin embargo, y el interés de Berlusconi por cerrar el paso a D'Alema podrían desembocar en su reelección.

Romano Prodi declaró, tras conocerse el comunicado de los berlusconianos, que estaría "encantado" de que Ciampi siguiera. "Pero depende del propio Ciampi", precisó. Tras la tensión de los días posteriores a las elecciones y las acusaciones de Berlusconi sobre supuestas irregularidades en el recuento, las relaciones entre el Gobierno saliente y el entrante estaban normalizándose con rapidez.

Il Cavaliere respetó ayer todas las normas de cortesía política, empezando por un apretón de manos con Romano Prodi durante el funeral por los soldados italianos muertos el jueves en Irak. Tras su dimisión, presentada hacia las 13.30 en el Quirinal, informó personalmente a los presidentes del Senado, Franco Marini, y de la Cámara, Fausto Bertinotti. Y en su visita a la Cámara fue más allá de la cortesía. Vio a la cronista política del diario de izquierdas L'Unitá, con la que durante cinco años mantuvo intercambios muy agrios, y se le acercó con una sonrisa: "Contenta, ¿no?", le preguntó. "Sí, presidente", respondió ella, sorprendida y también sonriente, "pero le deseo mucha suerte".

Ante el palacio Chigi, dos grupos, compuestos cada uno por unas 100 personas, dedicaron horas a despedirse de Berlusconi. Unos, con banderas rojas y puños en alto, gritaban: "¡A casa, a casa!" y cantaban Bella, ciao. Otros utilizaban el coro con el que la afición romanista aclama a su ídolo, Francesco Totti ("Un capitano, c'e solo un capitano"), para loar a Berlusconi: "Un presidente, hay sólo un presidente".

El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi (izquierda), ayer junto al presidente, Carlo Azeglio Ciampi, en el palacio del Quirinal.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi (izquierda), ayer junto al presidente, Carlo Azeglio Ciampi, en el palacio del Quirinal.REUTERS

LA GESTIÓN DE IL CAVALIERE

- Reforma del sistema de pensiones, con elevación de la pensión mínima hasta los 516 euros mensuales

- Creación de 1,5 millones de puestos de trabajo y reforma del mercado laboral, con contratos menos precarios que los establecidos por el antiguo Gobierno de centro-izquierda

- Reforma constitucional para hacer de Italia un Estado federal y para fortalecer los poderes del jefe de Gobierno (a votar en referéndum el 28 de junio)

- Reforma de la justicia para impedir la apelación por parte de los fiscales (favorece al propio Berlusconi)

- Nuevo cuadro legal para la industria de la comunicación (favorece al propio Berlusconi)

- Introducción del euro (con fuerte aumento de los precios y descenso de la competitividad industrial)

- Agravamiento del déficit presupuestario, del 1% del PIB (2001) al 4,1% (2005)

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