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Reportaje:

El petróleo inflama la Vía de la Plata

La construcción de una refinería en Tierra de Barros (Badajoz) divide a los habitantes de la comarca

Antonio Jiménez Barca

Fulgencio Soriano, piloto de avioneta, vio al helicóptero de la Guardia Civil pegado a su ala. "Y comencé a pensar que era peligroso. Por radio me preguntaron qué estaba haciendo ahí con el avión y la pancarta, si es que no sabía que había Consejo de Ministros en Mérida, y me pidieron que me retirara, que volara más al sur. Y volé más al sur, claro, aún me quedaba media hora de tiempo contratado por el cliente". El cliente de Soriano era Antonio Medina, un vinatero y bodeguero de Zafra (Badajoz), que le contrató para que ese día, el 1 de julio de 2005, paseara por el cielo de Mérida una frase: "Refinería no". Ese viernes, José Luis Rodríguez Zapatero celebraba allí el Consejo de Ministros y Medina confiaba en la repercusión mediática del vuelo. "Fulgencio tenía todos los permisos; lo que molestó a la Junta de Extremadura, y de ahí lo de la Guardia Civil, fue la pancarta. Aquí había y hay mucha polémica por lo de la refinería, porque va a cambiar la vida de mucha gente, y yo creo que para peor", añade Medina, que es además presidente de la asociación de empresas vinícolas de Extremadura.

La refinería mencionada es la que el grupo Alfonso Gallardo tiene pensado levantar en 2008 en el corazón de Tierra de Barros. La finca que la albergará está a caballo entre los términos municipales de Villafranca de los Barros (13.000 habitantes) y Los Santos de Maimona (7.000 habitantes), a unos 15 kilómetros de Zafra (16.000 habitantes). Rodeado de viñedos y olivares, el terreno, asentado en lo que se conoce como la sierra de San Jorge, se encuentra partido por un camino milenario: la vieja Ruta de la Plata, vía de origen romano que sirvió desde siempre como puente entre el norte y el sur de la Península.

La refinería Balboa -así se llamará- no es cualquier cosa: es un megaproyecto de 1.500 millones de euros de inversión, la mayor de la historia de Extremadura. El petróleo llegará a este rincón de España procedente de Huelva mediante un oleoducto que atravesará media Andalucía y media Extremadura. El grupo Alfonso Gallardo asegura que se crearán 3.000 puestos de trabajo -directos e indirectos- en una región necesitada de empleos y que arrastra un déficit industrial grave.

Pero la idea no ha convencido a todos. Ni mucho menos. Por todas partes hay pancartas y pintadas como la que sobrevoló el cielo de Mérida detrás de la avioneta de Fulgencio: en los balcones de Villafranca de los Barros, en los de Los Santos de Maimona, en las tapias que dan a la carretera a Zafra, en el camino de la Ruta de la Plata... Todas dicen lo mismo: "Refinería no".

Además, desde hace más de un año, un puñado de personas se han agrupado en torno a una plataforma para oponerse de forma organizada al proyecto. Su presidente y portavoz es Reyes González, profesor de Historia del Arte en Villafranca de los Barros. "Hemos llegado a congregar, en manifestaciones, a más de 5.000 vecinos. Hemos traído a expertos en todas las materias para que hablen al pueblo. Nos oponemos a que Extremadura tenga que crecer a base de industrias obsoletas y contaminantes como esta refinería", sostiene Reyes al pie de la finca que albergará la refinería. "¿A quién se le ocurre idear una refinería aquí?", añade, señalando al paisaje silencioso de olivos de 300 años y de viñedos jóvenes.

Son las seis de la tarde de un hermoso día. Al lado de Reyes se encuentra José Antonio Arévalo, un agricultor cuyas tierras lindan con las adquiridas por la empresa que quiere levantar la planta. "Aquí separamos las aceitunas al recogerlas: las que rozan la tierra van para un lado, las cogidas directamente del árbol, a otro. No tienen el mismo sabor. Las que se manchan con la tierra saben peor. Con esa calidad trabajamos. Ahora, que me digan a mí a quién le vamos a vender aceite con una refinería al lado", dice Arévalo.

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Al socaire de la plataforma antirrefinería ha surgido en la zona una plataforma pro. Pedro Pecero, un empresario de Villafranca de los Barros, es su portavoz: "Los que se oponen son gente con trabajos bien remunerados: profesores, agricultores, funcionarios... Pero hay que pensar en el paro; hay jóvenes con estudios o con FP que tienen que emigrar y que con la refinería no tendrían que hacerlo. Aquí la agricultura ya ha tocado techo. Necesitamos industrias. Extremadura no ha hecho la Revolución Industrial y no podemos estar siempre pendientes de las subvenciones de Europa".

Alfonso Gallardo, el presidente del grupo de empresas que lleva su nombre, es una persona peculiar. Hasta hace poco iba al trabajo, en Jerez de los Caballeros, donde nació, en un viejo Seat Panda, a pesar de poseer el conglomerado empresarial más potente de Extremadura, que incluye plantas siderúrgicas y cementeras. Empezó de cero. O de bajo cero: "A los 12 años acarreaba carbón, y como no tenía para pagarse una cama, dormía en la carbonera, dentro de un saco", cuenta Juan Sillero, consejero delegado del grupo. Años después de lo del carbón, Gallardo se especializó en la chatarra: con un camión recogía y revendía chatarra por toda Extremadura. Ahora, muchos años y muchos millones de euros después, Sillero asegura que la refinería que planean "no contaminará". Lo explica él porque Alfonso Gallardo rehúye siempre a la prensa.

"Estamos haciendo los estudios necesarios, utilizando la tecnología más puntera, empleando los mejores especialistas para que esta refinería sea lo más limpia y moderna posible. La idea que tiene la gente de las refinerías es la de hace 30 años, porque en España hace tres décadas que no se construye ninguna. La nuestra será modélica. Y la queremos hacer aquí, con capital extremeño, como tributo a nuestra tierra", añade.

El presidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, del PSOE, ha reconocido públicamente su apoyo a la idea de Gallardo. De hecho, la Junta aportará 70 millones de euros. "Pero sólo si el Ministerio de Medio Ambiente, que es quien tiene ahora en la mesa el proyecto, da su visto bueno. A lo largo de este año tendrá que decidir. Si dice que adelante, pues adelante. Y si no, pues no", especifica un portavoz de la Junta.

A Antonio Medina, el vinatero que contrató al aviador Fulgencio Soriano, no le convencen las promesas de Gallardo: "Hay otras cosas que se podrían poner, industrias relacionadas con el sector agroalimentario: aquí el vino sale a granel, o los cerdos se sacrifican fuera. Y que no me hablen de estudios, porque también nosotros tenemos estudios de expertos que aseguran que los viticultores perderemos mucho dinero con esto". Y concluye: "A mí me parece que esto no beneficiará a Extremadura, sino a un empresario extremeño, que es algo distinto".

Mientras tanto, en un lado los ingenieros de Gallardo ultiman sus planes para levantar la planta en cuanto el ministerio dé el visto bueno, si lo da. En el otro, los vecinos, agricultores y bodegueros oponen las pintadas, las pancartas... o las avionetas contratadas.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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