La Alianza chií elige a un nuevo candidato para dirigir Irak
Jawad al Maliki, mano derecha de Al Yafari, ha defendido la introducción de la ley islámica
La alianza chií -coalición de siete partidos religiosos que ganó las elecciones del 15 de diciembre de Irak- nombró ayer a Jawad al Maliki candidato al puesto de primer ministro en sustitución de su primera opción, Ibrahim al Yafari, que ha sido incapaz de formar un Gobierno durante meses debido a la oposición frontal de kurdos y suníes. El Frente Iraquí para el Acuerdo, principal grupo político suní, informó al bloque chií de que Al Maliki, mano derecha de Al Yafari en el partido Dawa, cuenta con su apoyo.
"Los líderes de los siete partidos políticos de la Alianza Unida Iraquí se reunieron hoy [por ayer] y durante este encuentro acordaron que el doctor Al Maliki sea el candidato", aseguró ayer el portavoz de la coalición, Haytham al Huseini. Al Maliki "ha jugado un gran papel en el proceso político", añadió. Fue vicepresidente del Parlamento durante el Gobierno interino de Ayad Alaui y responsable de la comisión de desbaazificación de la Administración iraquí (el partido Baaz fue el único permitido durante el régimen anterior).
A diferencia de la mayoría de los dirigentes de Dawa, que pasaron su exilio en Irán, como fue el caso de su líder, Ibrahim al Yafari, Al Maliki vivió en Siria.
Aunque el portavoz no quiso informar sobre el número de votos recibidos en la reunión de ayer, la agencia France Presse asegura que seis de los siete líderes de la Alianza le dieron su apoyo. Esta vez no se recurrió, como en febrero, a unas elecciones primarias, en las que entonces fue elegido Al Yafari por un voto de diferencia frente al economista Adel Abdel Mahdi. Su victoria se debió al apoyo del clérigo radical Múqtada al Sáder, quien no sólo se opone a la presencia militar extranjera en Irak, sino que combatió a las tropas de EE UU en abril y agosto de 2004.
Ibrahim al Yafari, que es el actual primer ministro del Gobierno transitorio, en la terminología del proceso político ideado por Naciones Unidas, no contó jamás con el respaldo de los partidos kurdos y suníes. La Alianza chií, que se quedó a 10 escaños de la mayoría absoluta, necesita de esos apoyos para formar Gobierno.
La llamada Lista Kurda dejó claro el 2 de marzo su rechazo frontal a Al Yafari. Consideraron una afrenta su visita a Turquía (enemigo histórico del nacionalismo kurdo) sin dar cuenta al presidente de Irak, Yalal Talabani, uno de los principales líderes kurdos del país. Los suníes siempre han considerado a Al Yafari responsable político de las milicias paramilitares chiíes, que desde el 22 de febrero (fecha del atentado contra la Mezquita Dorada de Samarra) siembran el terror en los barrios suníes de Bagdad.
Aval del Parlamento
Se espera que la propuesta de Al Maliki, que seguramente ha sido consultada a los aliados potenciales de los chiíes para evitar así otro bloqueo, obtenga el apoyo del Parlamento, que podría reunirse incluso hoy en Bagdad. El Gobierno que resulte elegido será el encargado de dirigir Irak durante cuatro años, el primer Ejecutivo permanente desde la caída del régimen de Sadam Husein, en 2003.
Al rechazo de los kurdos y suníes (y detrás de los primeros, la oposición de la Casa Blanca, que le considera proiraní) se añadió la negativa del propio Al Yafari a dimitir y la de la Alianza a cambiarle. Las fuertes presiones de EE UU y Reino Unido, que enviaron a Bagdad a sus máximos responsables de Exteriores, no lograron desbloquear el proceso.
El giro de los acontecimientos en las últimas 48 horas (el miércoles, Al Yafari reiteró que mantenía su candidatura) hace pensar en una intervención del gran ayatolá Alí Sistani, máximo líder espiritual de los chiíes de Irak. Según el diputado kurdo independiente Mahmud Osman, el enviado especial del secretario general de la ONU, Adhrad Qazi, se reunió en Nayaf con Sistani, a quien solicitó, en nombre de Kofi Annan, su arbitraje. El ayatolá, que no es partidario de inmiscuirse en asuntos políticos, está al parecer mucho más preocupado por la violencia sectaria.
Al Maliki fue en 2004 un destacado y firme defensor de la introducción de la Sharía (ley islámica) como principal fuente de la legalidad, y expresó reservas sobre la nueva Constitución interina. En abril de ese año, medió entre las tropas estadounidenses y las milicias del Ejército del Mahdi de Múqtada al Sáder, cuando se enfrentaron en las calles de Nayaf y Kufa. Antes de la invasión estadounidense de Irak, Al Maliki advirtió que una acción militar produciría una guerra civil y llenaría el país de viudas.
El descontrol de las milicias
En los cuatro meses de batalla política, con el bloqueo de las instituciones por el pulso entre chiíes, suníes y kurdos, y con las tropas extranjeras acantonadas en sus bases para minimizar las bajas, Bagdad y otras ciudades iraquíes se han llenado de decenas de milicias armadas. En los barrios chiíes se han organizado brigadas de autodefensa. Y lo mismo sucede en las zonas suníes. Entre ambas comunidades crecen los controles ilegales en los que nadie está a salvo de ser asesinado.
Desde el atentado contra la mezquita chií de Samarra, el 22 de febrero, son constantes las apariciones de cadáveres con las manos maniatadas a la espalda y un disparo en la cabeza. Más de mil personas han perdido la vida. No es el único problema grave con el que se va a topar el nuevo Gobierno.
Ayer, el director de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU en Bagdad, Gianni Magazzeni, denunció que alrededor de 15.000 personas permanecen detenidas en poder de distintos Ministerios del Gobierno iraquí, en violación de las propias leyes del país. Estos detenidos se unen a los más de 14.000 prisioneros en poder de las fuerzas estadounidenses, añadió.
Magazzeni añadió que el Tribunal Penal Central iraquí, con competencia para crímenes graves, ha condenado a muerte a un iraquí acusado del atentado que en agosto de 2003 mató a 22 personas en las oficinas de la ONU en Bagdad, entre ellos a Sergio Vieira de Mello.
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