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Crítica:FERIA DE ABRIL | LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ponce da una gran lección a Sevilla

Antonio Lorca

Una gran lección en toda regla dio ayer Enrique Ponce a la afición sevillana, tan sabia ella. Y una demostración de poder, de dominio y de arte sublime. Las cosas, como son. Y esa misma afición reconoció la supremacía del valenciano y lo recompensó sobradamente con sonoras y unánimes ovaciones.

Por culpa del mal manejo del estoque, Ponce no salió por la Puerta de Príncipe, pero Sevilla, ayer, se hizo poncista para siempre.

Todo comenzó en el primer toro, que ya en los capotazos iniciales se coló por el pitón derecho. Entró dos veces al caballo y empujó con fuerza y fijeza. Cuando todos esperaban el cambio de tercio, Ponce se dispuso a llevarlo de nuevo al picador, y la plaza se lo recriminó severamente. El diestro aceptó el criterio del respetable y mandó al picador que se retirara. Persiguió con saña al subalterno Mariano de la Viña, salió Ponce a hacer el quite a cuerpo limpio y a punto estuvo de resultar cogido. El toro mostró entonces toda la mala casta y la bronquedad que llevaba dentro y se hizo el amo del ruedo, altivo y retador.

Zalduendo / Ponce, Morante, Perera

Toros de Zalduendo, desiguales de presentación, mansurrones y complicados. Enrique Ponce: casi entera baja y tendida -aviso- y cuatro descabellos (vuelta); dos pinchazos -aviso- y estocada (fuerte petición y dos vueltas); Morante de la Puebla: tres pinchazos (silencio); pinchazo y media perpendicular (protestas). Miguel Ángel Perera: pinchazo y estocada baja (silencio); estocada baja -aviso- y un descabello (ovación). Plaza de la Maestranza, 21 de abril. Sexta corrida de feria. Lleno.

Tomó el diestro la muleta y lo castigó por bajo con inmensa torería; el toro, muy violento, se revolvía con genio, la cara siempre por las nubes, pero siempre se encontraba con una muleta poderosa de un torero seguro, dominador y espoleado por el público, que, a estas alturas, ya había comprendido que el toro hubiera necesitado un puyazo más y que, en consecuencia, el torero tenía razón. Era el único de toda la plaza que había entendido las condiciones del animal.

A partir de ahí se fajó de verdad con la muy áspera embestida y la sometió hasta conseguir torear por naturales largos, que no podían ser limpios, pero sí plenos de emoción. Así demostró a todos que es un torero poderoso, con infinitos recursos y un conocimiento exacto de la técnica. Era, ciertamente, una prueba de fuego, y Ponce la superó con creces.

Del poderío al arte. Ponce cautivó a Sevilla en el cuarto. La Maestranza se rindió ante una auténtica figura del toreo que protagonizó una faena sensacional de principio a fin. El toro, mansurrón en el caballo, se le coló hasta tres veces en el capote y llegó a alcanzar al torero sin consecuencias. Después, un quite por delantales, errado con una media, todo un primor de torería. El tercio de banderillas fue toda una sinfonía de dos banderilleros -los hermanos Tejero- torerísimos, y un Mariano de la Viña magistral en la lidia. La faena de muleta comenzó con un cambio de manos prodigioso y elegante toreo por bajo. El maestro, ante un toro encastado y nada fácil, provocó el delirio con pases templados por ambas manos, entre los que destacaron los de pecho. Enrique Ponce se había transfigurado en un artista exquisito, como nunca se le había visto en Sevilla, y la afición se rindió extasiada por una emoción incontenible.

El resto de la corrida no tuvo historia. Morante estuvo sin estar en él y resultó abroncado en el quinto, un manso deslucido al que no quiso ni ver. Desangelado e inseguro estuvo en el segundo, en el que alcanzó altas cotas de vulgaridad.

Perera fue capaz de romper la losa que había dejado Ponce en el sexto, al que ligó muletazos en un alarde de valentía. Falló con la espada, pero dejó alto su pabellón. Porfión, pero conformista y frío, se mostró con el tercero, un toro descastado.

La verdad es que la tarde fue toda ella de Enrique Ponce.

Enrique Ponce entra a matar a su primer toro.
Enrique Ponce entra a matar a su primer toro.GARCÍA CORDERO
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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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