Millares, en el cine
Las memorias de juventud del artista pasan a ser un documental
La casa de Elvireta Escobio en Madrid está llena del latido del arte de su marido, Manolo Millares, uno de los grandes artistas españoles del siglo XX, que falleció a los 46 años, en 1972. Desde esa muerte prematura, la importancia de este creador canario del Grupo El Paso no ha hecho más que crecer. Elvireta Escobio le quita importancia a su entrega y juzga que es el arte de su marido el que ha conservado e incluso ha acrecentado los símbolos con los que nació. Ahora Millares es protagonista de una película documental, Cuadernos de contabilidad, que ha realizado su sobrino el cineasta Juan Millares.
La familia Millares es abundante en Gran Canaria, y muy creativa. De raigambre liberal, republicana y de izquierdas (su hermano Agustín fue destacado miembro del Partido Comunista, pero antes fue obligado a ser falangista), fue asaltada por el franquismo, y sufrió la persecución y el exilio interior. Manolo Millares, que era un adolescente cuando vio a su alrededor el alcance de la represión, escribió luego unos cuadernos que son ahora los que han dado pie a esta película de su sobrino, que estudió arquitectura, le frecuentó en Madrid y ahora es profesor en la Facultad de Bellas Artes.
Esos diarios son de una gran potencia expresiva. Permanecieron inéditos ("porque nadie me los pidió", señala Elvireta Escobio, "hasta que me los pidió con insistencia Juan Manuel Bonet"). Bonet era, en 1998, director del IVAM, y transcribió, con la dedicación que le caracteriza, estas peculiares memorias familiares, en que Millares hace explícito el "verdadero lío de implicaciones genéticas" que habitan su biografía, entreverada "de burgués intelectual de provincia, de comerciante genovés, de aristócrata venido a menos, de puritanos de Irlanda, de carpinteros y músicos catedralicios...".
Ese libro que editó Bonet en el IVAM resultó una metáfora de la vida en las islas durante los años de mayor privación democrática y económica. Como recuerda el sobrino que las ha llevado al cine, en ellas Millares "fue muy crítico con su entorno familiar y con sus amigos"; él ha procurado contrastar lo que dice el artista "con hermanos, familiares y amigos que aún le sobreviven". Ha huido de "muchos conflictos internos" que se ponen en evidencia en las memorias, "porque no quería revivir todo lo que pudiera ser doloroso", pero quiso conservar la intensidad con que Millares y sus cercanos reviven ahora aquella historia. "No he querido hacer una historia de buenos y malos", dice Juan Millares. "Lo que he querido es resumir la humillación sufrida por una familia derrotada en la Guerra Civil, y sobre todo la que sufrió el padre desterrado, Juan Millares Carló, un personaje tímido y débil que ya vivió una etapa terrible".
En 1955, Millares viaja a Madrid, con Elvireta y con sus amigos (Manuel Padorno, Martín Chirino y Juan Hidalgo). Elvireta Escobio recuerda que, ya en Madrid, Millares sufrió las penurias de la época, y su primer trabajo fue el de la decoración de una iglesia en Córdoba; el obispo, que sabía de qué familia provenía, ordenó borrar esa decoración...
Con respecto a su propio esfuerzo por mantener viva, y ordenada, la obra de su marido, Elvireta Escobio reitera: "Ha llegado adonde tenía que llegar por sus méritos; a mí me cayó encima una herencia que tenía que preservar, pero no fue mi lucha, sino la calidad de Manolo, la que la sigue manteniendo de actualidad". Los jóvenes, recuerda, "vuelven a ella, y eso es porque el drama humano que representa sigue trascendiendo".
Con respecto a la película, Escobio dice que ella no hubiera sido "tan delicada", aunque sabe que hay asuntos que aún pueden herir... ¿Cómo afectó aquella historia a la figura de Millares? "La suya y la de su familia fue, en aquel tiempo, una vida muy dura; pero él sabía luchar, no se dejaba comer. Y allí, en Canarias, vivió una lucha estéril, nadie le reconocía nada, le admiraban por los paisajes y por las acuarelas; lo importante para él no era tanto venir a Madrid como liberarse de ese ambiente...". En uno de los regresos de Manolo Millares, el pintor recibió en su casa un sobre lleno de esquelas..., "como si ése fuera el mensaje de que la historia continuaba".
Babelia
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