Marcos Ordóñez reivindica el idealismo de los años sesenta en 'Detrás del hielo'

El escritor y crítico de teatro Marcos Ordóñez (Barcelona, 1957) ambienta su nueva novela, Detrás del hielo (Bruguera), en un país imaginario llamado Moira. Sus habitantes soportan la insufrible losa de una dictadura. No obstante, los muros construidos por los capitostes del régimen totalitario no son lo suficientemente altos para detener los anhelos de renovación surgidos en los años sesenta del pasado siglo. Los tres protagonistas del libro, Jan Bielski, fundador de un grupo de resistencia, Klara Liboch y Oskar Klein, tejen una amistad que acabará convirtiéndose en triángulo amoroso.

"Ésta es mi novela más ambiciosa y, por tanto, la que más me ha costado escribir", explica el autor. "Tiene una arquitectura muy compleja. Pertenece a un género que los norteamericanos denominan epic. Es una novela de aprendizaje narrada por una voz femenina, que es a la vez individual y colectiva. Klara es una muchacha que primero tiene vocación de actriz, después de cantante y, finalmente, se dedica a la literatura. Buena parte del relato se centra en su particular búsqueda de la identidad". Ordóñez añade: "También he querido rendir homenaje a toda una generación arrasada. Las voces se multiplican al final del libro, cuando en Moira se instaura la democracia y se recuerda a todas las víctimas de la opresión, la gente que perdió la vida en los campos de concentración".

Historia de una generación

El escritor sopesó durante mucho tiempo distintos escenarios y épocas en los que enmarcar su novela hasta dar con los idóneos. La tarea de crear un país novelesco y verosímil fue agotadora. Por las páginas de Detrás del hielo -que el viernes presentará Núria Espert en la Fnac-Callao de Madrid- transitan más de un centenar de personajes, desde lobos corruptos de la política a jóvenes idealistas que luchan por un mundo mejor. "En plano medio es la historia de un trío amoroso, y en plano general, la historia de una generación ilusionada. Quería reflexionar sobre los años sesenta porque representan una década en la que todo era posible, tanto en la política y en la cultura, como en el ámbito de lo existencial". No son pocos los países que se podrían reconocer en el convulso devenir de Moira . "Al principio pensé en ambientar la novela en la Segunda República Española o en la Argentina anterior a Videla o en el Chile de Salvador Allende. No obstante, pensé que tendría más libertad si la situaba en un país inventado en el que cada lector pudiera proyectar su imaginario. Moira es un territorio compuesto por pedazos de muchos otros, entre los que se reconoce la Barcelona de mi infancia".

Aunque elude la nostalgia, el escritor reivindica al final la esperanza como herencia de aquellos años contestatarios y alentadores. "El motor de esta novela fue una sensación de rabia contra estos tiempos grises. Los años sesenta fueron una época de ebullición en todos los sentidos, de un gran entusiasmo colectivo".