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Crítica:SEMANA DE MÚSICA RELIGIOSA DE CUENCA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La coronación

La XLV Semana de Música Religiosa de Cuenca puso ayer el punto final al periodo de seis años en que ha estado dirigida por Antonio Moral. Hubo medalla de reconocimiento, discurso de agradecimiento del alcalde de la ciudad y, sobre todo, unas palabras sencillas y medidas del director saliente en las que puso por encima de todo una planificación al servicio al espectador. Y es ahí donde radica su éxito, en su vocación de entrega al que viene de donde sea para asistir a los espectáculos programados. La Semana de Música Religiosa de Cuenca ha sido espléndida en los últimos seis años, y eso es un mérito que nadie le puede negar a Antonio Moral, profeta en su tierra en un país tan particular como el que vivimos, lleno de envidias y de incompetentes. Moral ha sido riguroso en el enfoque, cuidadoso en los intérpretes, defensor de la ciudad que le ha invitado y amable en las relaciones con el exterior. Y Cuenca ha crecido artísticamente con sus conocimientos y habilidades pero también con su entrega y dedicación. Lo ha hecho muy bien, para qué andar con rodeos, y sólo queda agradecérselo de todo corazón.

XLV Semana de Música Religiosa de Cuenca

Canto llano de la celebración litúrgica de la Vigilia Pascual. Schola Antiqua. Director: Juan Carlos Asensio. Obras sacras de Mozart. Orquesta del Siglo XVIII y Coro de cámara de los Paises Bajos. Director: Frans Brüggen. Catedral y Teatro Auditorio. Cuenca, 15 y 16 abril.

En el final de trayecto de Moral, Frans Brüggen dirigió dos conciertos al frente de la Orquesta del Siglo XVIII y el Coro de Cámara de los Países Bajos, fundamentalmente con obras sacras de Mozart, con un equipo de solistas encabezado por Claron McFadden. El primero de ellos, con la Gran Misa en do menor y el Ave verum corpus como platos fuertes, fue plúmbeo, penoso; el segundo, con la Misa de la coronación de estrella, fue estupendo. Se pasó de un día a otro del bolo al trabajo concienzudo. Hay que verlo para creerlo, pero estas cosas pasan a veces.

Era irreconocible escuchar ayer por la mañana la primorosa interpretación de la orquesta en la Sinfonía número 30 de Haydn después de su banalidad el día anterior, y más aún la afinación del coro y los solistas unas horas después de una noche de pesadilla, que contagió también a una soprano tan prestigiosa como Claron McFadden. Brüggen salvó el tipo pero está jugando con fuego.

La maravilla de las maravillas, y uno de los máximos logros de la Semana de Cuenca estos últimos años, tuvo lugar en la catedral, con el canto gregoriano de la celebración litúrgica de la Vigilia Pascual de la Noche Santa del sábado al domingo. En los cantos que acompañaron a la liturgia de la palabra, o a la baptismal, o a la Misa solemne oficiada por el Obispo de Cuenca, las intervenciones del grupo Schola Antiqua, dirigido por Juan Carlos Asensio, fueron absolutamente excepcionales. En afinación, en recogimiento, en espíritu, en estilo. No sé, quizás en estos momentos sublimes de canto llano se pueda sintetizar el alma de estos seis años de Antonio Moral que comenzaron con las Pasiones de Bach y acabaron con las misas de Mozart. La fe del agnóstico se transmutó en belleza celestial, es decir, humana por encima de todo.

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