Exploración de límites
Se pasa en Cuenca con naturalidad de las músicas de Bach y Mozart a las de Penderecki y Bernaola. La predisposición al recogimiento es, en cualquier caso, matinal, y tiene su espacio idóneo en la iglesia de San Miguel, un oasis de paz en las primeras horas del Viernes Santo, cuando el desolador paisaje callejero después de la batalla llena la ciudad de estética de la resaca tras la noche de las turbas. Es entonces la hora del violinista libanés de origen armenio Ara Malikian que, en tres días, aborda las sonatas y partitas para violín solo de Bach, aderezándolas un día con un estreno absoluto de Antoni Parera Fons, otro con una pieza de Bernaola y ayer rindiendo homenaje al armenio Adom Khoudoyan. Interpretaciones sobrias, sin concesiones, que invitan a la concentración. Y, de verdad, no se oye una mosca, en la iglesia, con un público que sabe perfectamente a lo que va. Como epílogo de su serie bachiana ayer reivindicó a sus compadres flamencos de su desembarco en España e interpretó como propina "una de moros", haciendo alusión a sus orígenes más profundos. Bárbaro.
45ª Semana de música religiosa de Cuenca
Ara Malikián; Joven Orquesta Nacional de España, Coro de la Generalitat Valenciana, Krzysztof Penderecki; The Sixteen, The Symphony of Harmony and Invention, Harry Christophers. Iglesia de San Miguel y Teatro Auditorio. Cuenca, 13, 14 y 15 de abril.
Penderecki es un compositor que tiene tirón. Le sobra oficio, compone con habilidad para las voces y se mueve a sus anchas en el tratamiento de las grandes masas sonoras. Su Stabat Mater para coro mixto, de 1962, es espléndido. Su Sinfonía número ocho, de 2005, que lleva como sobrenombre Cantos de lo efímero, es más artificiosa. Una y otra, así como el Magnificat de Zielenski ofrecido como pórtico, sirvieron de plataforma para una actuación sensacional del Coro de la Generalitat Valenciana, uno de los grandes triunfadores de esta edición de la Semana Religiosa de Cuenca.
Color y frescura
Deslumbró en el coro su sentido de la afinación, su musicalidad, su profesionalidad, su saber estar vocalmente, su color sedoso y empastado. La Joven Orquesta Nacional de España destacó una vez más por su espontaneidad y frescura. Respondió con garra ante la simplemente correcta dirección de Penderecki y elevó con su entusiasmo el perfil musical de la noche.
Ímpetu no le faltó, desde luego, a Harry Christopher en su dirección de El Mesías, de Händel, estrenado en 1742, y orquestado por Mozart en 1789. En un clarificador artículo sobre El Mesías desde el clasicismo vienés incluido en el programa de mano, Rafael Ortega Basagoiti sitúa como punto de partida una frase del director de orquesta Charles Mackerras: "La versión de Mozart de El Mesías de Händel es ¡tan hermosa!.. aunque por supuesto dice mucho más sobre Mozart que sobre Händel". Pues eso, ya ven. La división de opiniones se impuso. Al público le gustó. No me acabó de convencer que se cantase en inglés en vez de en alemán. En fin, quizá prejuicios. La interpretación fue vibrante, briosa y, curiosamente, un poco distante.
La música callada reina en el convento de San Pablo, en su día también espacio de la Semana. Allí Gustavo Torner nos convoca desde su Homenaje a Monteverdi, de 1970, como primer impacto visual de una exposición permanente. A Torner le interesa más el silencio que el ruido, dijo en su día Calvo Serraller. El maestro forma parte del paisaje musical conquense. En fin, Cuenca: la música y sus circunstancias.
Babelia
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