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Reportaje:

Lima, un enorme tragaperras

El presidente de Perú, Alejandro Toledo, deja su cargocon una capital llena de casinos y un fuerte rechazo popular

Jorge Marirrodriga

Lima no es Las Vegas, pero parece que aspira a ello. En los últimos seis años se han multiplicado los casinos y las salas de juego. Las luces de neón, las grandes fachadas de espejo y los nombres evocadores como Atlantic City, Mandalay o Golden Palace, compiten con otros más modestos, que en total suman 3.000 locales sólo en la capital peruana. "Y, bueno, nos gusta jugar y apostar", reconoce Rodolfo Vivar, propietario de varias tiendas de comestibles, quien mientras toma una copa en una de las salas del centro de la ciudad no deja de jugar con la tragaperras instalada sobre la misma barra del bar del casino para que los clientes sigan jugando incluso en los momentos de descanso. "No sé por quién voy a votar el domingo. No nos ha ido tan mal con Toledo", añade.

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Las grandes cifras con las que Toledo despide su mandato tienen un lado positivo. La inflación media anual desde 2002 ha sido del 2,5% y el crecimiento de la economía ha estado en torno al 4,5%, números que contrastan, por ejemplo, con el 7.000% de inflación que se llegó alcanzar durante la presidencia de uno de los actuales candidatos, Alán García, del Partido Aprista Peruano.

Aunque la gestión del presidente saliente es rechazada por más del 60% de los ciudadanos, la indefinición, las malas experiencias o las propuestas radicales de los aspirantes a la presidencia han creado desasosiego e incertidumbre en el electorado. En los últimos días, la Bolsa de Lima ha experimentado fuertes bajadas, el consumo ha descendido en un 4% y el azúcar ha subido un 40%. "No, si al final echaremos de menos a Toledo", confiesa una ejecutiva de un grupo de comunicación.

"Usted los ve jugar sin parar, pero nadie cuenta que esto es sólo un espejismo. La otra noche, un muchacho de 26 años se gastó 500 dólares. ¿De dónde los sacó? Su madre se está partiendo el lomo trabajando en España, mandando dinero, y el hijo lo quema en la ruleta", asegura Raúl Carrasco, taxista de día y portero de noche en el local.

Al final del mandato de Toledo, unos tres millones de peruanos trabajan en el extranjero y envían anualmente a casa, sobre todo desde Estados Unidos y España, unos 2.500 millones de dólares. Carrasco permanece atento a alejar a varios muchachos que se acercan a los clientes que salen del casino y piden unas monedas. El 50% de la población del país vive bajo el nivel de pobreza. Todavía peor. El 25% de los peruanos, es decir 7 millones de personas, apenas dispone de menos de un dólar al día.

Muchos de los trabajadores del casino, desde la agente que pasa un detector de metales a los visitantes a los camareros que se encargan de no dar mucha conversación a los clientes para que jueguen, o las mujeres de la limpieza, trabajan subcontratados por empresas de trabajo temporal, aquí denominadas services, entre cuyos principales clientes están las propias administraciones públicas, y cuya existencia se ha convertido en uno de los puntos centrales de la campaña electoral del aprista Alán García que propone eliminarlos por decreto. Algo que no es nuevo: ya lo prometió Toledo en 2001.

El nacionalista Ollanta Humala y la derechista Lourdes Flores prefieren pasar de puntillas sobre un sistema que causa gran descontento popular, pero cuya eliminación generaría al menos 200.000 despidos, según advierten abogados laboralistas. "No se pueden eliminar ese tipo de empresas simplemente a través de una ley", dice Julio Pachecho, de la Federación Nacional de Cooperativas de Trabajo. "En Perú hay gente que ha aprovechado la ley existente para beneficio propio".

"El modelo económico de Toledo ha sido bueno. Ha habido un manejo muy técnico y adecuado, tanto de los tipos de cambio como de la inflación. Tal vez se habría podido crecer más para que el chorreo de riqueza llegara a más sectores; hasta ahora se han beneficiado los sectores relacionados con la minería, el gas y el petróleo", destaca Javier Zúñiga, director de la escuela de posgrado de la Universidad de Lima. "Aún queda mucho por hacer, pero la clave no es cambiar el modelo", añade.

En la mesa de black jack, un ingeniero que trabaja para Petroperú concuerda con el pronóstico anterior. Acaba de ganar. "No quiero cambios radicales, demasiadas cosas han pasado en este país en los últimos años. ¿Qué es lo más difícil? Para mí salir ahora del casino y que no me la choreen".

Una campesina en un mercado de Arequipa ante carteles electorales.
Una campesina en un mercado de Arequipa ante carteles electorales.AP

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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