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Reportaje:Corrupción en Marbella

"Si lo ve la gente, se quedará petrificada"

La investigación graba en vídeo todo lo intervenido a Juan Antonio Roca y destapa sus planes para cambiar a la alcaldesa

Luis Gómez

El objetivo era Juan Antonio Roca. A lo largo de los últimos años, la policía había acumulado información suficiente como para situar a Roca en el mapa de la ciudad. Roca reinaba de forma absoluta en Marbella: toda decisión urbanística pasaba por sus manos. Así fue con el alcalde Jesús Gil y después de su muerte. Roca dominaba una estructura paralela que vivía fuera del marco legal. Y su reinado era de dominio público. El control que ejercía sobre el ayuntamiento no escapaba a nadie pero se hizo evidente en una de las intervenciones telefónicas. Roca confesaba a un tercero que tenía previsto cambiar a la alcaldesa Marisol Yagüe después de Semana Santa. Era una evidencia más: no sólo decidía sobre recalificaciones. También ponía y quitaba alcaldes.

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A Roca no le gustaba nada el cariz que estaba tomando el mandato de Yagüe. Había cometido una torpeza imperdonable a cuenta de la imputación de un constructor por un impago de casi 600.000 euros en una obra en su chalet que había cargado a un ayuntamiento que amenaza ruina por momentos. Esas cosas con Gil no pasaban. O si pasaban se hacían de otra manera. Total, Yagüe estaba donde estaba gracias a él. Como había dejado de ser alcalde Julián Muñoz. Como había conseguido que Isabel García Marcos, la feroz opositora a Gil, cambiara de bando.

Roca tenía el poder. Su casa era el verdadero Ayuntamiento. Y tenía dinero. Mucho dinero. Demasiado dinero. La investigación policial había sido hasta entonces muy dispersa y poco eficaz. Roca había llegado a estar imputado en algún caso, pero siempre en un papel secundario cuando todo el mundo sabía que él era el protagonista. Para los focos ya estaba Jesús Gil, su capacidad para el populismo y su habilidad para rendir batallas ante la justicia. Roca ocupaba el segundo plano, el más seguro. Por eso, Gil se fue y él siguió manejando los hilos. Algo había fallado en las investigaciones anteriores: efectivamente, Roca tomaba todas las decisiones pero no firmaba un solo papel. Para eso estaba el alcalde o el Pleno, con el viento a favor de una holgada mayoría absoluta.

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Roca mandaba. Pero también recaudaba y fue en este punto donde se centró una nueva investigación que nace de un punto concreto: un hombre con tanto poder en un lugar donde se acumula tanta riqueza por metro cuadrado resulta que apenas tiene patrimonio a su nombre, que apenas percibe otros emolumentos que un sueldo de gerente y, más tarde, a partir de agosto de 2003, un salario como asesor municipal. La investigación policial giró en torno al patrimonio y dejó de lado, momentáneamente, las cuestiones urbanísticas y políticas, viciadas algunas de ellas en procesos judiciales ya iniciados y generalmente empantanados en diversos tribunales. El patrimonio de Roca era el objetivo.

Había algunos indicios porque cierta riqueza es muy difícil de ocultar. Su ritmo de vida era muy elevado, aunque no le gustara dejarse ver en los grandes festejos marbellíes ni pasear sus lujos por Puerto Banús. Disfrutaba de casas que no estaban a su nombre, visitaba fincas que no eran de su propiedad, utilizaba vehículos que no había comprado. Poco a poco afloraron sociedades y, sobre todo, testaferros. Ahí estaba la clave.

La investigación de los testaferros y la documentación sobre las sociedades fue proporcionando una verdadera madeja. Apareció también un despacho de abogados. Como sucedió en el caso Ballena Blanca, los investigadores aplicaron nuevos criterios: investigación económica con criterios policiales. Es decir, aplicarle a los testaferros la misma receta que a un delincuente: averiguar sus pasos, determinar su verdadera capacidad financiera y, sobre todo, probar si es él o son otros quienes toman las decisiones sobre el patrimonio que está a su nombre.

Paso a paso, la policía fue sumando testaferros, sociedades y propiedades. Y el conjunto de todo ello fue dibujando un panorama imprevisto: estaban ante la acumulación de una riqueza como nunca antes habían podido observar. Para inspectores acostumbrados a tratar con personajes de saneada cuenta corriente, para policías experimentados que han visitado inmuebles donde abundaba el mármol, las joyas y la grifería de oro, aquello tenía un punto de refinamiento en el exceso, aquello superaba lo antes conocido: palacetes, fincas, centenares de inmuebles, cuadros de grandes maestros de la pintura, antigüedades, colecciones de un valor difícil de calcular, capillas perfectamente decoradas con tallas antiguas y hasta una cuadra de caballos de pura sangre. No era el típico caso de un hombre que acumula coches de gran cilindrada, mujeres de alto standing y bolsas de dinero en la nevera. Era un punto más. Era una fortuna en toda regla, sólida, meditada, bien resguardada y trabajada durante un largo tiempo.

La calidad del patrimonio que iba apareciendo con la investigación, situada generalmente en tres provincias, Madrid, Málaga y Murcia, era de tal envergadura que la policía fue grabando en vídeo sus hallazgos, entre otras cosas para que los viera el juez Miguel Ángel Torres. "Si alguna vez la gente pudiera ver estos vídeos se quedaría petrificada", comentaba uno de los inspectores. "Tardaremos tiempo en poder hacer alguna valoración aproximada, entre otras cosas porque necesitamos peritos, expertos en arte y en patrimonio. Nosotros sólo contabilizamos. Para nosotros un cuadro es un cuadro. Bien, es un Miró, pero ¿cuánto vale? Nosotros no lo sabemos".

"Avanzamos una cifra al ministro para salir del paso, pero creemos que se quedará corta, entre otras cosas porque estamos en un 30% de la investigación", afirmaba otro de los investigadores. "La operación sigue abierta. Lo atroz es la imagen que da el conjunto". "Realmente", contestó un tercero aún incrédulo ante lo que había presenciado en estos días, "¡han esquilmado Marbella durante estos años!". El policía, un alto responsable con muchos años de experiencia, respetaba la opinión de que era muy aventurado avanzar una cifra: "Sólo puedo decir que es una fortuna razonablemente incalculable".

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