¿Crece el bebé?
Recientemente, el CESifo, un prestigioso centro de investigación alemán dirigido por Hans-Werner Sinn, uno de los más agudos y críticos analistas de la economía europea, ha presentado el informe anual sobre la economía europea. Este informe, elaborado por un grupo de cualificados expertos académicos de diversas universidades europeas, del que el propio Sinn forma parte y presentado en España por la Fundación BBVA, prevé que, en 2006, la Zona Euro crecerá un 2% en 2006, aunque la UE-25 lo hará un 2,2% y los diez nuevos miembros crecerán un 4,4%. Pero estos números, cercanos a las previsiones ya conocidas, no son lo importante del informe, aunque revelen un dinamismo que buena falta le hace a las grandes economías europeas. El informe contiene muchos otros análisis, muy pertinentes, que tienen que ver con las condiciones macroeconómicas, internas y externas, las fuentes del propio crecimiento europeo, especialmente sus sistemas educativos, y las reformas pendientes para, por ejemplo, impulsar la competencia y la liberalización de los mercados comunitarios.
Informe sobre la economía europea 2006
Varios autores
CESifo
ISSN 1611-311X
Cuando se consideran todas estas cuestiones, como lo hace el European Economy 2006, resulta evidente que las tasas de crecimiento mencionadas reflejan el delicado proceso de un organismo que tiene dolencias varias, graves algunas de ellas, que le impiden ganar peso sustantivo de manera sólida y que sólo parece poder hacerlo si se da una conjunción de circunstancias exteriores favorables, no exentas de riesgos, y políticas domésticas no exentas de efectos secundarios.
En otras palabras, para que el delicado bebé en que se ha convertido la economía europea creciese lo que esperamos que haga en 2006 haría falta que la economía mundial mantuviese un buen ritmo, el dólar no se precipitase en una espiral depreciadora (apreciación del euro), el precio del petróleo se contuviese como últimamente, las políticas fiscales domésticas fuesen algo más restrictivas para que la política monetaria no tuviera que endurecerse demasiado y circunstancias por el estilo.
En este contexto, elocuentemente presentado por el informe del CESifo, los expertos no podían menos que volver la vista a los elementos más estructurales del proceso económico europeo, de los que depende la solidez y duración de su crecimiento, para advertir desmayadamente de las carencias que nos aquejan. Hablando de las fuentes del crecimiento, pocos países de la UE-15 (los nuevos miembros se defienden bastante bien) han basado su crecimiento en una apuesta clara por el uso intensivo de nuevas tecnologías. Éstos son Irlanda, el Reino Unido, Suecia y Finlandia. España y Grecia, que han crecido bastante, lo han hecho sobre la base de acumulación convencional de trabajo y capital. Algo es algo.
Los demás, mejor ni mencionarlos. O de la situación de la educación secundaria, en la que los estudiantes europeos se esmeran por fracasar en los tests de escritura, matemáticas o ciencias, mientras el debate sobre la reforma de la educación se centra en objetivos que han demostrado su ineficiencia. O, por fin, la política de la competencia, cuya prueba del algodón, el levantamiento de las restricciones a las operaciones corporativas transfronterizas, no deja de dar tintes cada vez más oscuros. Parece que el bebé crece, un poco, así que recemos para que no se constipe. Mientras tanto démosle medias pastillas, no vaya a ser que le quitemos el apetito queriendo quitarle la fiebre.
José Antonio Herce es socio-director de Economía de AFI.
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