El piano de Leif-Ove Andsnes ilumina la gran música romántica
El músico noruego actúa en España
Busca con determinación un sonido propio, pero se aleja cuanto puede del ruido. "Por eso no podría vivir en Nueva York", asegura Leif-Ove Andsnes, noruego de 35 años, que actúa hoy en Zaragoza y lo hizo el martes en Madrid. Aparece con un programa plenamente romántico. Con Schubert, Schumann y Beethoven, tres compositores que él ha llevado a una nueva cima de sonido limpio y cristalino y que le han convertido en el pianista más admirado de su generación.
Aunque camina por la vida discreto, sonriente y con una apacible serenidad escandinava, no está impresionado por la atención que le han prestado últimamente medios como The New York Times o Vanity Fair, que le incluyó en su especial musical como gran figura del piano mundial. En España, el público del ciclo Grandes intérpretes, organizado por Scherzo y patrocinado por EL PAÍS, ya le había descubierto antes y había quedado rendido a su impactante madurez cuando se presentaba en Madrid con poco más de 30 años.
Lo hacía con compositores como su paisano Grieg, de quien ha difundido su obra pianística: "El año que viene es su centenario y estoy preparando la que el consideraba su mejor obra para piano, la Balada, una pieza que dura 20 minutos y que dedicó a su madre después de que muriera. Le causó mucho sufrimiento", asegura Andsnes. También prepara un documental sobre el compositor. "Recorreremos sus huellas en los sitios que vivió aparte de Noruega, en Leipzig, Copenhague y París".
Fue un músico ambulante, pero muy atado a su tierra, justo como Andsnes, que está enganchado a la tranquilidad de la ciudad en la que vive, Bergen. "Necesito el silencio y la naturaleza. Mi país es muy caro, pero esas cosas son gratis". Tampoco es que sea un ermitaño. "Nooo, me gusta viajar, adoro venir a España. También está mi auditorio favorito, el de Zaragoza, con una acústica insuperable".
En la sala aragonesa, como el martes en Madrid, Andsnes hará sonar hoy dos visiones del romanticismo contrapuestas: la consoladora de Schubert y la inconformista de Beethoven. Del primero, Andsnes ha grabado las últimas sonatas con una maestría tersa, casi zen. "Me impresiona la variedad de estados de ánimo que quiso dejar patente en ellas, encontramos alegría de vivir y terror ante la proximidad de la muerte.". ¿Y Beethoven? "Es como una roca sobre la que puedes construir siempre cosas nuevas", asegura. Los dos compositores y otros como Mozart, le retan constantemente en la búsqueda de un sonido propio: "Persigo una claridad, una alta sonoridad consecuente con una variedad de tonos, como la que consiguen Dino Lipatti o Benedetti Michelangeli en su visión de Debussy".
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