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Poetas de todo el mundo certifican en Oviedo la fuerza de la creación mestiza

Versos, música y un homenaje a Sédar Senghor celebran el Día Mundial de la Poesía

Jesús Ruiz Mantilla

Fue un refrescante Babel, un rico guirigay de lenguas y creaciones poéticas el que vivió Oviedo ayer en el Día Mundial de la Poesía. Predicadores de la emoción y el sentimiento, arquitectos del lenguaje como Adonis, Wole Soyinka, Derek Walcott, Charles Carrère y los españoles Ángel González, Carlos Bousoño y Pablo García Baena leyeron en árabe, inglés, francés y castellano varios poemas para certificar el pulso necesario y libre de su trabajo en un mundo que cada vez adolece más de este tipo de provocaciones. El Teatro Filarmónica se llenó hasta arriba -800 localidades- en una jornada con enorme densidad de talento universal organizada por la Fundación Príncipe de Asturias en su 25º aniversario.

Hasta allí llegaban todos ellos paseando después de haber predicado por los pueblos de Asturias durante unos días en lecturas conjuntas. Unos aparecían con poemas recién sacados del horno, como Pablo García Baena, que acaba de publicar Los Campos Elíseos (Pre-Textos); otros se llevaban su Manual de infractores, como Caballero Bonald, de vuelta para Madrid, y Ángel González se quedaba gozoso a pasear por los escenarios de su infancia ovetense, cuando el hotel más lujoso de la ciudad, el Reconquista, era un hospicio y él se asomaba a las rejas donde espiaba a las nodrizas que amamantaban con su sabrosa teta a los niños que nadie quería. "Esa visión me hacía feliz", recordaba ayer el poeta que ha utilizado la ironía y la nostalgia de una manera magistral.

Los tres se habían atiborrado de fósforo y vino, saboreando un pescado fresco y un rioja con el que prepararon los dardos de sus respectivas lecturas. Caballero Bonald se despidió mientras García Baena y González se prepararon para comparecer junto a los demás en lo que fue la fiesta apoteósica de la poesía ayer en Oviedo.

Ángel González, que jugaba en casa, fue precisamente el encargado de abrir el acto del Teatro Filarmónica. Lo hizo después de un discurso del director de la Fundación Príncipe de Asturias, Graciano García, que se felicitó de la llegada de los poetas a Oviedo, a quienes agradeció su voz necesaria. González fue recibido con un más que caluroso aplauso y leyó dos primeros poemas que formaron un interesantísimo y socarrón juego entre el paso del tiempo -"mastico lentamente los minutos, les quito las espinas"- y las cucarachas de su casa de Madrid, "que tienen un extraño gusto por mi dormitorio". González demostró que el tiempo que ha empleado sobre sus folios en blanco le ha distanciado con sabiduría de su obra: "Ahora sé que quien habla en mis poemas es un personaje y no yo como creía al principio".

Le siguió en la lectura la poderosa voz de Adonis, el poeta libanés que hizo tronar las columnas del teatro con su poema Memoria del rapsoda: "El poeta ha visto la faz del universo y ha comenzado a iluminar su extensión, a fecundar en nombre del ser humano la poesía y la palabra, a fecundar lo que engendran los días".

Zonas oscuras

Carlos Bousoño, el otro poeta galardonado con el Príncipe de Asturias además de González y García Baena, esgrimió todo un tratado sobre las zonas oscuras de la existencia con sus poemas Análisis del sufrimiento y Precio de la verdad, dedicado a González: "Haber visitado el lugar de la sombra, el territorio de la ceniza, donde toda vileza reposa junto a la telaraña paciente. Haberse avecindado en el polvo, haberlo masticado con tenacidad en largas horas de sed o de sueño. Haber respondido con valor o temeridad al silencio o a la pregunta postrera, y haberse allí percatado y rehecho".

Derek Walcott recordó al poeta ruso Joseph Brodsky con su poema Bosques de Europa: "Los turísticos archipiélagos de mi Sur son cárceles también, corruptibles, aunque no hay cárcel tan dura como la escritura de versos, ¿qué es la poesía, si merece el pan que se come, más que una frase que los hombres pueden llevarse de la mano a la boca?".

Entre Walcott y Wole Soyinka, los dos premios Nobel presentes estos días en Oviedo, le tocó el turno a ese discreto caballero de la palabra y de la rectitud poética que es Pablo García Baena. El autor leyó dos piezas tituladas Edad y El coche de punto. Soyinka, con su imponente voz en inglés, hipnotizó al público con poemas como Casa nocturna, de su libro Visitando árboles, en el que ofrece toda una teoría de la vida unida a la savia de los bosques: "Esos ojos crecen profundos con los años, crecen en temporadas de plétora y sequía, frenesí y reposo. El joven que fue ya no trepa los árboles. En busca de ser admitido el árbol se lo ha tragado".

Charles Carrère rindió sentido homenaje a Senghor, que fue mandatario de Senegal y poeta y de quien leyó algunos versos. La voz profunda de los poetas estuvo acompañada de la contagiosa frescura de Sophie Auster y su grupo One Ring Zero, que pusieron con sus acordeones, guitarras y trompetas música a las canciones y nos transportaron a una especie de ambiente parisiense humeante con títulos como The swimmer, basado en Soupault; The lover, inspirado en Eluard, y The last poem, de Desnos.

Al tiempo que ellos predicaban con el ejemplo, otros se habían dado a la teoría en una mesa redonda celebrada por la mañana en la Universidad de Oviedo. La nutrían críticos y responsables de suplementos culturales españoles y europeos como Le Monde o Frankfürter Allgemaigne, que certificaron la necesidad de incluir la poesía en sus páginas de manera constante, con secciones fijas.

Adonis, Carlos Bousoño, Derek Walcott, Pablo García Baena, Wole Soyinka y Ángel González (de izquierda a derecha).
Adonis, Carlos Bousoño, Derek Walcott, Pablo García Baena, Wole Soyinka y Ángel González (de izquierda a derecha).P. GARCÍA PAREDES

Cultura o barbarie

Entre los nombres que más se han invocado estos días en Oviedo está el de Léopold Sédar Senghor (Joal, Senegal, 1906-Verson, Francia, 2001). Poeta, político, hombre de cultura que llegó a gobernar Senegal, Senghor ha sido celebrado y recordado ayer en el Día Mundial de la Poesía. Sobre todo por su amigo Charles Carrère, poeta senegalés que se encargó de leer tres poemas del autor -de quien este año se celebra el centenario de su nacimiento- pertenecientes al libro Les lettres de hivernage.

"Senghor fue siempre un hombre de cultura y jamás aprecié que diferenciara esa dimensión de la de gobernante", decía Carrère ayer en Oviedo. Esa negación a separar el arte de la realidad política queda clara, según su colega, en una frase que Senghor solía proponer como medicina para África: "La cultura o la barbarie', recuerdo que solía decir. Con esa manera de ver la realidad, era imposible que tuviera una visión pesimista respecto a África", añadió Carrère. Anteayer, Wole Soyinka recordaba a Senghor como padre de la cultura africana contemporánea, impulsor de la negritud como una manera distinta de concebir el mundo, pero que debía participar de la cultura universal y no encerrarse en un gueto. "Concebía la cultura africana, tan diversa, como una manera muy rica y ejemplar de mestizaje, y al fin y al cabo ésa es una visión plenamente moderna", comenta Carrère.

Por todos esos valores y por su manera de enfrentarse al mundo desde una óptica comprometida con la cultura, la Unesco propuso que este año de su centenario se le recordara en el Día Mundial de la Poesía y Oviedo le supo rendir su merecido homenaje.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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