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Walcott, Soyinka y Adonis dan voz a la realidad

La Fundación Príncipe de Asturias reúne a los tres poetas con creadores españoles

Jesús Ruiz Mantilla

No es lo mismo jugar y seducir al lenguaje para transportarlo a los límites de la belleza o de sus fuerzas expresivas que ultrajarlo con eufemismos que encubren la realidad. Lo primero es lo que hacen grandes poetas como Derek Walcott, Wole Soyinka o Adonis, reunidos por la Fundación Príncipe de Asturias para celebrar el Día Mundial de la Poesía. Lo otro es lo que perpetran quienes desde el poder se empeñan en "banalizar el mundo", según el libanés Adonis. Ellos tres, junto a creadores españoles como Ángel González, José Manuel Caballero Bonald, Luis García Montero o Pablo García Baena tratan estos días en Asturias de sustraer la esencia de la emoción poética con lecturas abarrotadas por un público que busca respuestas en sus versos.

Desde el viernes hasta hoy, 60 creadores han participado en una quincena de actos salpicados por toda la región. Ayer, cuatro acontecimientos simultáneos reunieron en Avilés, Grado, Cangas del Narcea y Oreña a grandes creadores. El nigeriano Wole Soyinka recitaba junto a Caballero Bonald en Cangas del Narcea; Derek Walcott y Pablo García Baena lo hacían en Oreña; Ángel González y Adonis, en Grado, y Sophie Auster, la hija del escritor Paul Auster, actuaba con su grupo One Ring Zero en Avilés. Hoy, que se conmemora el Día Mundial de la Poesía, se cerrarán los actos en Oviedo con un recital que reunirá en el teatro Filarmónica a todos los que leyeron ayer más Carlos Bousoño y el senegalés Charles Carrère.

Algunos arrastran de mala gana el poco ánimo que les queda después de haber hablado con los medios. Pero nunca dicen banalidades, ni pierden el tiempo en fuegos de artificio. Manifiestan su desprecio por los mensajes vacíos, las frases hechas y los paripés, como Adonis, que accede a hacerse una foto con Walcott pero no a mantener una entrevista conjunta con él: "Es que si no, empezaríamos a parlotear, y el mundo está lleno de charlatanes", afirma. Él prefiere ir al grano y en solitario: "Nosotros debemos buscar la quintaesencia del lenguaje, nuestro trabajo debe ser como sustraer el perfume de una rosa", asegura. Lo cuenta en francés, idioma que ha perfeccionado tras su exilio en París desde 1985. Aunque escribe en árabe, "no se puede tener dos madres", asegura. El suyo es un árabe recio e impactante que retumbó ayer en la capilla de los Dolores del Aula de las Metáforas de Grado, donde leyó junto a Ángel González.

Sinfonía

Ese gusto por el lenguaje, esa barricada que se debe levantar en torno a la herramienta, es clave también para el antillano Walcott y para Soyinka. "Un poeta debe utilizar el lenguaje en clave musical. Una frase en sí no sirve de nada, pero una detrás de otra y otra puede acabar en sinfonía", advierte Walcott. Soyinka se muestra más combativo: "Los poetas debemos rescatar el lenguaje del ultraje de los políticos, para ellos es como un abuso de menores, necesitan violarlo para destruir la realidad y crear la que les conviene", asegura.

Más en un día como ayer, en que se conmemoraba el tercer aniversario de la invasión de Irak. "Nunca he estado a favor de la dictadura de Sadam Husein, pero no se puede abolir una barbaridad con otra", decía Adonis. "El ser humano jamás aprende de sus propios errores e Irak es un ejemplo clarísimo de esto", añade Walcott.

Los tres tienen miradas alejadas, desterradas de los grandes epicentros mundiales. Aunque pasan parte de su vida en Europa y Estados Unidos, defienden la distancia como sinónimo de juicio. Adonis cree que haber apostado por un libanés, un nigeriano y un caribeño como representantes de un lenguaje poético universal estos días en Asturias "es un ejemplo de la clarividencia de los organizadores". Soyinka, que vive "un tercio en Europa y EE UU, otro en Nigeria y otro en el avión más cercano", admite que le gusta frecuentar esas partes del mundo donde se cuecen los guisos mundiales, "pero lo cierto es que la distancia ayuda más que estar dentro de ellos, eso es más confuso". Walcott, que también salta de Nueva York a Trinidad Tobago, cree que los discursos de escritores alejados de las vorágines triunfan porque, dice, "el mundo quiere conocer al otro".

También se mostraban encantados de que en un día como ayer se rindiera homenaje a Leopold Sedar Senghor, que fue presidente de Senegal y, según Soyinka, "el padre del africanismo contemporáneo, que es necesario reconocer y honrar". Aunque no como protagonista de una visión de África desgajada del resto del mundo, "sino como una aportación complementaria a la cultura universal", defendía Soyinka ayer.

Los tres afirman que la poesía contiene en su extraño ADN muestras de intelecto, sentimiento y memoria. A partes iguales. "Sí, porque somos indivisibles como seres humanos y no podemos separar nuestras acciones", dice Adonis. Eso también es lo que hará que, por más que muchos se empeñen, el ser humano jamás caiga en la clonación en sentido artístico. "No, porque cada uno observamos nuestro entorno de manera diferente y eso es lo que produce riqueza". La memoria es un buen elemento poético para Walcott. "Aunque de manera distinta a como lo ve un novelista. Un narrador conoce, sabe lo que recuerda, en cierto modo puede hacer una recopilación sumarial; un poeta convierte la memoria en nostalgia, la utiliza como un elemento emocional".

Los tres juegan de manera diferente con la realidad. Si los dos nobeles Soyinka y Walcott beben y se inspiran en ella, Adonis no quiere plegarse a sus dictados: "La poesía que es espejo de la realidad es mala. Nosotros estamos aquí para superarla y debemos poner una barrera entre ella y nosotros. Nuestra obligación es observarla para cambiarla. No creo que debamos ser su fotocopia", cree el libanés, que se muestra admirador de poetas como Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén o Luis Cernuda.

Walcott, por el contrario, prefiere a Lorca, Alberti o César Vallejo y piensa que la obra poética debe beber de la vida que vemos, que padecemos, que nos engulle. "Hasta los sueños y la memoria se basan en la realidad", afirma mirando al interlocutor fijamente con sus ojos verdes y claros, como extranjeros y refugiados al tiempo bajo su piel mulata.

Soyinka, con sus rizos blancos electrizados y su voz grave, defiende una poesía cercana, accesible: "Nuestro trabajo no debe ser solemne, debemos acercarnos a los payasos, que en el fondo son poesía en acción", afirma.

Es lo que son ellos estos días en Asturias, poetas en acción. Miembros de un escuadrón de limpieza mental, de inspiración para los miles de personas que se han congregado a las puertas de sus actos ávidos de respuestas. Una experiencia que todos ellos han celebrado como un ritual. Al fin y al cabo, la poesía tiene algo de religioso para muchos. Derek Walcott, que no es católico, según confiesa, ve así la relación con sus lectores. Más como un monólogo que como un diálogo: "Como un cura que escucha al pecador en el confesionario", afirma. El cura es el lector, por supuesto, que luego juzga y pone penitencia.

Wole Soyinka, ayer en Oviedo.
Wole Soyinka, ayer en Oviedo.PACO GARCÍA PAREDES
Derek Walcott (a la izquierda) y Adonis.
Derek Walcott (a la izquierda) y Adonis.PACO GARCÍA PAREDES

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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