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Reportaje:

Madrid, de espaldas a su muralla

Los restos visitables del muro medieval se conservan descuidados o mal señalizados

Jean Paul utiliza la muralla medieval de Madrid para guarecerse por las noches. Como él, una treintena de inmigrantes duerme en el parque del Emir Mohamed I, situado en uno de los laterales de la catedral de la Almudena y enfrente de la parte más importante y mejor conservada del muro califal de la ciudad.

Entre latas de refrescos decoloradas por el paso del tiempo y bolsas de ropa desperdigadas por el jardín, se erige uno de los atractivos de la capital que el Ayuntamiento ha decidido ahora impulsar. Con el objetivo de crear dos "recorridos peatonales" -uno en una manzana de la Cava Baja, y el otro en la calle de la Escalinata-, el Consistorio planea derribar tres fincas y reformar 17, con la consiguiente expropiación de 93 viviendas.

"Derruir el 30 de la Cava Baja afectaría a la muralla", afirma el arquitecto del edificio
Una treintena de inmigrantes malvive en el parque del Emir Mohamed I

Más de 1.100 años después de que el emir de Córdoba Mohamed I fundara Madrid -la Mayritt islámica-, las dos puertas del parque que lleva su nombre, cerradas a cal y canto, no son el mejor reclamo para atraer a turistas apasionados por la arqueología. Para dormir dentro, el camerunés Jean Paul y sus compañeros saltan cada noche las verjas. La maleza y los desperdicios no respetan los ladrillos del muro de 800 metros que en el siglo XI rodeaba los 40.000 metros cuadrados del recinto árabe.

El interesado en rastrear lo que queda de la fortificación medieval, que en el siglo XIII rodeó la ciudad, se ve obligado ahora a peregrinar, o bien por lugares mal señalizados, o bien por propiedades privadas en las que el portero o guardia jurado de turno es quien decide si se puede visitar el monumento.

Próxima parada: a escasos metros del parque del Emir, en el 12 de la calle de Bailén. Para levantar este edificio hubo que derribar hace 50 años un largo sector del muro, con torre incluida. Sus pilares descansan ahora sobre un lienzo o tramo de la muralla. Después de unos momentos de duda, el portero da su visto bueno y conduce al visitante a un garaje al aire libre donde se comprueba que el inmueble se construyó a un metro del muro. Hay otra opción para contemplar los mismos restos: cruzar el viaducto y bajar las escaleras, donde una veintena de inmigrantes subsaharianos juega a las cartas. La muralla queda al otro lado de las rejas; en éste, una cuchara sobre los restos de una hoguera hace sospechar que alguien ha utilizado recientemente un opiáceo para viajar.

En el muro milenario, un espontáneo decidió plasmar su opinión sobre el anterior jefe de Gobierno: "Aznar genocida". Es un reflejo de la "dejadez" en la conservación de los restos arqueológicos que fuentes de Patrimonio de la Comunidad achacan al Ayuntamiento.

Ya dentro del recinto cristiano -un área delimitada por el palacio Real, Ópera y Cava Baja, y cuya muralla tenía una longitud de 2,2 kilómetros- se halla uno de los restos mejor señalizados: el aparcamiento subterráneo de la plaza de Oriente. En el primer sótano, custodiada por un cristal, se yergue una atalaya islámica del siglo XI. Un panel explica que se construyó para proteger las cercanías del alcázar, germen del actual palacio Real, ya que la edificación quedaba fuera del recinto amurallado. Bajando una rampa, en el hangar donde estacionan los autobuses, vitrinas con restos del periodo islámico y cristiano medieval dejan constancia de la vida de los madrileños del siglo XI.

Todos los restos del palacio de los Austrias, construcción posterior al alcázar islámico, fueron destruidos en 1996 para abrir un túnel y un aparcamiento bajo la calle de Bailén con la aquiescencia del entonces presidente regional, Alberto Ruiz-Gallardón, y del alcalde de la ciudad, José María Álvarez del Manzano.

El itinerario en busca de la muralla continúa en el sótano de una hamburguesería de ambiente hollywoodiense situada en la plaza de Isabel II. Allí, entre una fotografía de los actores Robert Redford y Natalie Wood en todo su esplendor y otra del rodaje de Doctor Zhivago, sorprende encontrar un mazacote de un metro de ancho y más de seis de largo. La muralla, con un impresionante arco de ladrillo, continúa su recorrido por el local colindante. Fuera, en la calle de la Escalinata, una lona colgada por las obras que se realizan en el inmueble impide contemplar la forma semicircular que el edificio moderno adaptó en su día para no dañar el lienzo.

En el 10 de la Cava Baja, una vez dentro del portal gracias a la amabilidad de un vecino, el suelo transparente deja ver un tramo de muralla. Un piso más abajo, una vitrina separa la corrala del muro, donde un pilar de madera inservible se ha mantenido a lo largo de los siglos. A su lado, una columna moderna de hierro verde. El vecino explica que el edificio se construyó en el siglo XVIII sobre los restos de la muralla para ahorrarse una parte de la cimentación. "Por aquí no pasa mucha gente; estudiantes de arquitectura o algún turista de vez en cuando". En la misma calle descansa uno de los caballos de batalla de los planes municipales: el número 30.

Es uno de los edificios que el alcalde planea derruir. En el interior, un imponente tramo de la muralla, de unos 21 metros de largo por nueve de alto, iluminado por luces que, recalca un vecino, "paga la comunidad de propietarios". Javier Olaciregui, arquitecto de la reforma que se llevó a cabo en 1992, destaca la "complejísima" labor de consolidación que se realizó entonces y que el edificio y la muralla están ahora "íntimamente ligados". ¿Se podría dañar el muro si se echa abajo el edificio? "Su separación afectaría a la conservación del lienzo", responde.

La última parada pasa por el número 3 de la calle de los Mancebos, donde una malla tupida impide contemplar el lienzo que sirve de medianería entre dos edificios; y el 10 de Don Pedro, sede desde mayo de 2005 de la Real Academia de Ingeniería. En el antiguo dormitorio de la duquesa de Alba que posó para Goya, el académico Luis Alberto Petit explica que están pendientes del dictamen de los arqueólogos para acometer la reforma del edificio sin dañar el lienzo de 30 metros de largo que alberga. "Teníamos que haber recibido hace tres meses el informe y todavía no sabemos nada", concluye.

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